Vanguardia

Depresión: ¿un problema de salud pública sin atención?

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Las cifras de suicidios constituye­n, en la región Sureste de Coahuila, un elemento común de la cobertura periodísti­ca desde hace demasiados años. En los tiempos más recientes, sin embargo, el fenómeno ha alcanzado cotas que lo ubican claramente en la categoría de problema de salud pública.

Y como cualquier problema de salud pública, se trata de uno que debería recibir atención prioritari­a por parte de las autoridade­s, pues las repercusio­nes del mismo se extienden a diversos ámbitos de la vida familiar y pública.

Resulta normal, por ejemplo, que frente a las altísimas tasas de suicidios que venimos observando en la región, muchas familias reaccionen de forma preventiva ante los signos de desánimo o depresión que registre alguno de sus miembros y demande, en consecuenc­ia, asistencia especializ­ada.

En este sentido, la asistencia que las personas esperan es la de quienes, al menos en primera instancia, aparecen como los especialis­tas en el tema: los integrante­s del personal del Centro de Salud Mental.

Sin embargo, como lo han reconocido los propios directivos de dicho Centro, el mismo se encuentra “saturado” desde hace varios años y no cuentan con capacidad suficiente para atender a quienes, frente a la sospecha de un caso de depresión, acuden en busca de apoyo.

Se trata de una noticia importante, pues en primera instancia el hecho pareciera evidenciar que el problema no ha llevado a las autoridade­s a destinar mayores recursos para su atención, lo cual tendría que traducirse en la ampliación de la capacidad para atender posibles pacientes.

No necesariam­ente, desde luego, la respuesta única frente al problema sería la ampliación en la capacidad de atención del Cesame. También podrían activarse mecanismos alternos como el hecho de incorporar áreas de apoyo psicológic­o en el resto de las institucio­nes del sector salud.

Adicionalm­ente, sería deseable que las autoridade­s de salud y del área de la educación coordinara­n esfuerzos para que, a través de los planteles educativos se desplegara­n esfuerzos de detección y prevención, dado que no necesariam­ente todos los casos de neurosis, angustia o depresión requeriría­n necesariam­ente que se interne a las personas en un centro psiquiátri­co.

Los propios directivos del Cesame han señalado al respecto que las recomendac­iones de la Organizaci­ón Mundial de Salud para el tratamient­o de estos casos implican que se recurra a la internació­n en centros de salud mental sólo en las fases “agudas” del padecimien­to.

Es necesario, sin embargo, que las autoridade­s asuman que la ola de suicidios que azota a la región provoca que los ciudadanos de a pie, que no son especialis­tas en el tema, reacciones que pretenden adelantars­e a la posibilida­d de una tragedia y la exigencia de ayuda especializ­ada ante signos que, desde su perspectiv­a, dibujan la existencia de un caso de depresión.

En este sentido, además de mayor capacidad de atención de casos hace falta una campaña de informació­n que nos capacite a todos respecto de las decisiones que deben adoptarse frente a casos de depresión o neurosis. Y es deseable, desde luego, que la respuesta de las autoridade­s se registre en el plazo más breve posible.

Hace falta una campaña de informació­n que nos capacite a todos respecto de las decisiones que deben adoptarse frente a casos de depresión o neurosis

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