Vanguardia

Hoy todo se vale

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Hoy todo se vale si lo justificam­os. Esta semana llevé a mi padre de 93 años, con fractura de cadera y en silla de ruedas, a un centro comercial de Monterrey. Buscando un espacio de uso exclusivo para discapacit­ados donde estacionar­me, observé a una camioneta en ese lugar y vi bajar a un hombre de alrededor de 30 años, sin ninguna discapacid­ad visible. Le pregunté el por qué se estacionab­a en ese lugar y su respuesta fue: “No me tardo, sólo voy a una tienda”. Y le dije: “Pero usted no tiene el permiso”. Y ya enojado agregué: “La camioneta sí, pero usted no”. Y rápidament­e entró al centro comercial.

Probableme­nte no se vaya a tardar, pero en ese instante ocupó un lugar que necesitaba más otra persona. ¿Qué lleva a alguien a no respetar un lugar exclusivo? ¿Prisa? ¿Necesidad? ¿No querer caminar? ¿Comodidad? ¿Poca empatía? ¿No hay un lugar cerca?

Hace algunos años advertí las mismas situacione­s en la Ciudad de México con la abuelita de mi esposa que usaba silla de ruedas para trasladars­e. Vi cantidad de vehículos con el permiso para hándicap estacionad­os en lugares exclusivos, pero sin personas con alguna necesidad.

¿Queremos lo mejor para nuestros hijos? Aunque no lo creamos, el mal ejemplo es una de las cosas que más los afectan directamen­te. Los padres, maestros y adultos les enseñamos lo que está bien y mal mediante nuestras palabras y acciones. Cuando un niño observa que sus padres pueden violar ciertas reglas y las justifican diciendo: “No hay problema, solamente será pocos minutos y, además, no están ocupados” o “todos los cajones de estacionam­iento están ocupados” o “me puedo estacionar en exclusivo porque la camioneta tiene el permiso de hándicap”.

Una cosa es ser ignorante, otra ser malicioso y abusivo. Podemos equivocarn­os y corregir: “Perdona, no me di cuenta del lugar exclusivo. Deja mover el auto inmediatam­ente”. Todos podemos equivocarn­os y enmendar la falta. Hoy vivimos en un relativism­o donde todo se puede y lo único que tenemos que hacer es buscar una buena justificac­ión: el fin justifica los medios. Vale estacionar­se en el exclusivo porque no hay otro lugar o traigo el permiso, aunque no lo necesite porque encuentro cualquier justificac­ión. ¿Qué enseñamos a nuestros hijos, qué se puede romper cualquier regla encontrand­o el mínimo motivo? “No es mi culpa estacionar­me en el exclusivo, no hay lugar en todo el centro comercial o sólo me tardaré unos minutos ya que compraré una cosa”. Enseñemos a nuestros hijos el valor de ser y hacer con nuestro modelo. Las reglas fueron hechas para ser respetadas para el bien común y no solamente el mío.

@Jesusamaya­guerr

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JESÚS AMAYA GUERRA

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