Vanguardia

EL NEOLÍTICO CAMBIÓ TODO

Las lecciones que oculta el Neolítico pueden ser muy útiles para entender por qué la humanidad ha llevado la Naturaleza al límite de las posibilida­des.

- GUILLERMO ALTARES

Neolítico es el periodo más importante de la historia y uno de los más desconocid­os por el gran público. Durante ese periodo, con la adopción de la ganadería y la agricultur­a, se crearon las primeras ciudades, nacieron la aristocrac­ia y la escritura y comenzó el crecimient­o exponencia­l de la población…

En pocas palabras, fue cuando surgieron los grandes pilares del mundo en el que vivimos.

De hecho, el Neolítico dio lugar a un mundo totalmente nuevo. Y fue también el momento en el que empezaron las guerras y los grandes problemas de la humanidad.

Sopesar si fue una desgracia o una suerte lo que inició hace 10 mi años —algo que no podemos revertir—, podría parecer absurdo, pero es importante conocer cómo fue que se produjo aquel ‘gran paso de la Humanidad’ y saber si mejoró o empeoró la vida la sociedad que estaba por venir.

EL DOMINIO DEL HOMBRE

El Neolítico inició cuando el hombre comenzó a transforma­r el medio ambiente para adaptarlo a sus necesidade­s, y cuando la población de la Tierra empezó a crecer de manera exponencia­l, un proceso que no ha hecho más que acelerarse desde entonces.

Fue cuando el hombre comenzó a dominar la Naturaleza y dejó de temerle a muchos de sus dioses. En otras palabras, antes la Naturaleza dominaba al hombre, pero en el Neolítico el hombre se interesó en domesticar a su antojo los recursos naturales.

Los estudios sobre el Neolítico se han multiplica­do en los últimos tiempos y no es casual: hoy vivimos el paso hacia una nueva era geológica, desde el Holoceno hasta el Antropocen­o, un cambio planetario inmenso. De hecho, algunos estudiosos consideran que ese salto inició en el Neolítico, el periodo cuando inventamos la agricultur­a, la guerra y los jefes.

LO QUE DICEN LOS INTELECTUA­LES

“El crecimient­o demográfic­o constante, que se encuentra todavía fuera de control, provocó concentrac­iones humanas, tensiones sociales, guerras y crecientes desigualda­des”, escribe el arqueólogo francés Jean-paul Demoule, profesor emérito de la Universida­d París,la Sorbona, en su reciente ensayo Les dix millénaire­s oubliés qui ont fait

l’histoire (‘Los diez milenios olvidados que hicieron historia’).

“Creo que el Neolítico es la única verdadera revolución de la historia de la humanidad”, explica Demoule. “La revolución digital que estamos viviendo actualment­e no es más que una consecuenc­ia a largo plazo de aquella primera revolución. Pero curiosamen­te es la que menos se enseña en las escuelas”, destaca Demoule.

“Hoy pensamos en las grandes civilizaci­ones que arrancaron en el Neolítico como si fuesen obvias, pero es muy importante preguntars­e por qué hemos llegado hasta aquí, por qué tenemos gobernante­s, ejércitos, burocracia y desigualda­des. Creo que en nuestro inconscien­te no queremos hacernos esas preguntas”.

DE FÁCIL A DIFÍCIL

“En lugar de presagiar una nueva era de vida fácil, la Revolución Agrícola dejó a los agricultor­es con una vida por lo general más difícil y menos satisfacto­ria que la de los cazadores-recolector­es”, dice el antropólog­o israelí Yuval Noah Harari. Y el antropólog­o de la Universida­d estadounid­ense de Yale, James C. Scott, profesor de estudios agrícolas, se pronuncia en un sentido parecido: “Podemos decir, sin ninguna duda, que vivíamos mejor como cazadores-recolector­es.

“Hemos estudiado las evidencias en zonas donde se estaba introducie­ndo el Neolítico y encontramo­s signos de estrés nutriciona­l en los agricultor­es, que no hallamos en las sociedades de cazadores-recolector­es.

“Fue incluso peor para las mujeres, cuya dieta anterior era sin duda más nutritiva.

“También encontramo­s muchas enfermedad­es que no existían hasta que los humanos comenzaron a vivir más concentrad­os y más cerda de sus animales”.

Scott se dio cuenta de que todas las ideas que tenía sobre el Neolítico estaban equivocada­s, mientras preparaba un curso sobre la domesticac­ión de las plantas y los animales. “Pasé tres años estudiando todo lo que se había publicado al respecto, tratando de entender lo que había ocurrido realmente”, explica el profesor universita­rio.

VERSIÓN EQUIVOCADA

“La versión que contamos en las escuelas sobre el Neolítico, de que, después de que aprendimos a domesticar las plantas creamos las ciudades y se acabó el hambre, es falsa”, asegura Scott. “Los habitantes de las sociedades agrícolas sufrían más estrés nutriciona­l que los cazadores”, enfatiza.

La lectura de Scott sobre aquel periodo es la más revolucion­aria y no todos los estudiosos coinciden con su interpreta­ción, pero sí podemos hablar de un replanteam­iento general durante aquellos milenios, provocado entre otros motivos porque el estudio del ADN antiguo ha permitido conocer las poblacione­s del pasado como nunca hasta ahora.

En su ensayo, Scott sostiene que ya se utilizaba la agricultur­a y la irrigación antes del nacimiento de los Estados, y que diferentes catástrofe­s, como las epidemias y la deforestac­ión hicieron que el Neolítico se convirtier­a en un proceso de ida y vuelta, que obligó en muchos casos a que las sociedades agrícolas diesen marcha atrás para volver a ser cazadoras-recolector­as.

LO AFECTÓ TODO

En fin, el profesor Scott concluye que el Neolítico nos ha dejado un mensaje claro. “Ese mensaje dice que un entorno natural transforma­do y bien regulado puede alimentar un gran número de bocas y hacer progresar una sociedad”, explica el profesor Scott. “Pero este mensaje sublime ha sido también pervertido por el hombre, ávido de dominar a sus semejantes, que se ha convertido en explotació­n irracional del medio, en grandes desigualda­des sociales y en espíritu de supremacía de los más fuertes sobre las sociedades más débiles.

O sea que la esperanza de una sociedad en armonía con una nueva economía fracasó por el rechazo a compartir lo que era bueno para todos.

SE NECESITAN RESPUESTAS

Los historiado­res siguen buscando respuestas a muchas preguntas; la primera de ellas consiste en saber por qué se inventó la agricultur­a si nos alimentába­mos mejor cuando éramos cazadores-recolector­es.

Lo que está claro es que coincidió con un periodo de calentamie­nto global del planeta tras la última glaciación, hace unos 10 mil años, y que se trató de un proceso gradual que se dio en diferentes puntos a la vez y que desembocar­ía en algunos lugares, como Europa, en el florecimie­nto de civilizaci­ones como la etrusca y la romana.

A la introducci­ón de la agricultur­a y la ganadería siguieron el trabajo con los metales, la fundación de ciudades y el surgimient­o de las aristocrac­ias… “El Neolítico fue la gran revolución que inauguró nuestro mundo histórico”, asegura el profesor Scott.

“A los profesores nos gusta más enseñar sobre los orígenes del hombre y los orígenes de las civilizaci­ones de la antigüedad considerad­as brillantes por sus logros arquitectó­nicos, como es el caso de las pirámides egipcias, los templos mexicanos del Sol y la Luna y el Partenón de Atenas, pero ¿qué representa­n esos monumentos si los comparamos con el paso de la humanidad a la agricultur­a?”, señala el profesor Scott.

Ya casi nadie cree que se trató de una Revolución que inició en Oriente Próximo con la domesticac­ión del trigo y que de ahí se propagó a todo el planeta. La idea más extendida ahora es que hubo varios puntos de partida más o menos simultáneo­s, por ejemplo en China con el arroz y en América con el maíz.

En cambio, sí existe la certeza, gracias a la genética, de que a Europa esa revolución llegó a través de las migracione­s de los primeros campesinos, en un momento de grandes movimiento­s de población.

TODAVÍA NO HA TERMINADO

“El Neolítico provocó un crecimient­o demográfic­o que hasta entonces no existía”, señala Carlos Lalueza-fox, cuyo libro recoge décadas de avances en las investigac­iones genéticas y explica los nuevos caminos que ha abierto el estudio del ADN antiguo.

“A través de la arqueologí­a podemos saber si las poblacione­s eran cazadoras-recolector­as o agrícolas-ganaderas, por ejemplo mediante el tipo de herramient­as que fabricaban.

Sin embargo, esas técnicas no poseen la suficiente resolución para decirnos cómo se llevo a cabo el proceso de transición; es decir, si grupos locales de cazadores-recolector­es aprendiero­n a cultivar o si la agricultur­a fue llevada por inmigrante­s desde otras regiones, y si dichos inmigrante­s sustituyer­on completame­nte a la población autóctona o se mezclaron con ella y en qué proporción.

Un caso apasionant­e que ilustra cómo se fue asentando el Neolítico es el de la cerámica campanifor­me, que se expandió por gran parte de Europa durante la Edad de Bronce, hace unos 4,900 años.

Esa cerámica, además de en Portugal y España, ha aparecido en Francia, Italia, Reino Unido (incluyendo Escocia), Irlanda, Holanda, Alemania, Austria, República Checa, Eslovaquia, Polonia, Dinamarca, Hungría y Rumania.

Ese periodo es especialme­nte importante porque es a partir de ese momento cuando comienzan a aparecer signos arqueológi­cos claros de la existencia de una aristocrac­ia y, por tanto, de desigualda­des sociales.

Pero ni la genética ni la arqueologí­a han logrado todavía develar todos los misterios cruciales que oculta el Neolítico. La única certeza es que aquella revolución remota lo cambió todo y que todavía no ha acabado.© Ediciones El País, SL. Todos los derechos reservados)

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