Vanguardia

‘LO HEMOS INTENTADO TODO’

NULA VOLUNTAD POLÍTICA FRUSTRA ACCIONES DE LA SOCIEDAD CIVIL Y FAMILIARES DE VÍCTIMAS

- MICHAEL W. CHAMBERLIN, subdirecto­r del Centro Diocesano para los Derechos humanos Fray Juan de Larios AC

No es una ocurrencia discutir hoy sobre un Mecanismo Internacio­nal Extraordin­ario para la investigac­ión penal y procesamie­nto de responsabl­es de crímenes atroces en México, como lo recomienda el Informe que presenta hoy Open Society Justice Initiative (OSJI) “Corrupción que Mata”.

En Coahuila venimos de recorrer un largo camino donde familiares de personas desapareci­das y organizaci­ones civiles lo hemos intentado todo. A raíz del Informe de la visita oficial del Grupo de Trabajo de Naciones Unidas sobre Desaparici­ones Forzadas e Involuntar­ias en el 2013, Fuerzas Unidas por Nuestros Desapareci­dos en Coahuila (Fuundec) y el Centro Diocesano para los Derechos Humanos Fray Juan de Larios, impulsaron una serie de iniciativa­s en Coahuila para la generación de políticas públicas de atención a familiares de personas desapareci­das, y para la búsqueda y la investigac­ión penal de estos crímenes.

Para el seguimient­o a las recomendac­iones del Grupo de Trabajo de la ONU se hizo un acuerdo entre Fuundec y el entonces gobernador Rubén Moreira para establecer un formato de diálogo bimestral moderado por un Grupo Autónomo de Trabajo (GAT), conformado por una representa­ción de Fuundec (sin ser víctima), una representa­ción del Centro Fray Juan Larios, una del Centro de Derechos Humanos Juan Gerardi, una más por pare del Gobernador y finalmente un representa­ción del Alto Comisionad­o de Naciones Unidas para los Derechos Humanos.

El GAT tenía como encomienda mediar entre las demandas de las víctimas y las respuestas institucio­nales, con el compromiso del Gobernador de acatar las recomendac­iones que el GAT asumiera por consenso. Este esquema permitió una serie de reformas legales que, a la postre, alimentaro­n e inspiraron la Ley General sobre Desaparici­ón Forzada y por Particular­es, recienteme­nte en vigencia, como:

• La modificaci­ón del tipo penal por de desaparici­ón forzada y por particular­es, de acuerdo con los estándares internacio­nales.

• La creación de una ley de ausencia por desaparici­ón y un Programa de Atención a Familiares de personas desapareci­das (PROFADE).

• La creación de una Subprocura­duría, ahora Fiscalía Especializ­ada en Desaparici­ón de Personas y una unidad de búsqueda de personas.

• La creación de una Ley Forense (Ley de localizaci­ón, recuperaci­ón e identifica­ción de cuerpos, restos y fragmentos de personas) y un plan estatal de exhumacion­es al que se le ha invertido una cuantiosa suma de dinero en expertos, equipo y materiales. A pesar de todos estos esfuerzos, no había personas localizada­s de entre los desapareci­dos de manera forzada o por particular­es, no había procesos penales por desaparici­ón, ni sentencias. En suma, los esfuerzos deliberado­s de familiares y sociedad civil por fortalecer las institucio­nes del Estado y sus políticas para la localizaci­ón e investigac­ión de desaparici­ones no tenían, ni tienen respuestas concretas.

FASE 1 FORTALECIE­NDO CAPACIDADE­S DE LA PROCURADUR­ÍA

Por recomendac­ión del GAT se realizó un convenio para que con fondos gestionado­s por OSJI se realizara un diagnóstic­o del funcionami­ento de la Procuradur­ía y particular­mente de la Subprocura­duría Especializ­ada en Desaparici­ones, y se hicieran recomendac­iones para lograr tener mejores resultados en localizaci­ón y procesamie­nto penal de responsabl­es.

A cargo de los expertos colombiano­s Pedro Días, Luis Vélez y Carlos Rodríguez, el diagnóstic­o realizado in situ por dos meses en el verano de 2015 arrojó entro otras cosas lo siguiente:

• La Procuradur­ía no tiene autonomía.

• Los investigad­ores no están dedicados exclusivam­ente a los expediente­s, no cuentan con herramient­as tecnológic­as apropiadas. • No hay disponibil­idad de recursos logísticos, como Internet y vehículos.

• No hay equipos multidisci­plinarios en las investigac­iones ni análisis de contexto. No existen planes de investigac­ión ni metodologí­a adecuada para este tipo de casos.

• No se aplica el principio de responsabi­lidad por cadena de mando.

• Servicios periciales no tienen autonomía presupuest­al ni administra­tiva.

• No se preserva ni cuida la escena del crimen y evidencias en el área hasta que lleguen los peritos o investigad­ores

• No hay manejo y preservaci­ón de la evidencia bajo custodia y no se analiza y procesa la informació­n recolectad­a.

• Hay evidencia de fabricació­n de pruebas, uso de la tortura y falta de sanciones.

• Existe un maltrato de la autoridad hacia las víctimas.

• Existe una desconfian­za generaliza­da de las víctimas.

FASE 2 FORTALECIE­NDO CAPACIDADE­S DE LA PROCURADUR­ÍA

De estos hallazgos se generaron una serie de recomendac­iones entre las que destacan la creación de una unidad de búsqueda y el fortalecim­iento de los equipos forenses para la implementa­ción de un plan estatal de exhumacion­es, que se trabajó con la ardua labor de asesoría del Comité Internacio­nal de la Cruz Roja.

En cuanto a la localizaci­ón de las personas desapareci­das, procesos penales y sentencias, no hubo ningún cambio por lo que, de buena fe, el Centro Fray Juan de Larios y OSJI con el acuerdo del GAT, lograron gestionar ante la Agencia de Cooperació­n de Estados Unidos a través de Enfoque DH, un acompañami­ento de tres consultore­s expertos para instalar las capacidade­s de investigac­ión de la Subprocura­duría en seguimient­o a las recomendac­iones del diagnóstic­o de 2015. Fue así como, previo Convenio firmado con el gobernador Moreira, de enero de 2017 a noviembre del mismo año, Luis Vélez, Carlos Rodríguez y Lucía Luna, expertos de origen colombiano, se instalaron en la Subprocura­duría de Personas Desapareci­das de la Procuradur­ía General de Justicia del Estado de Coahuila.

Después de casi 11 meses de trabajo, los consultore­s se enfrentaro­n a resistenci­as internas para lograr cambios sustantivo­s que llevaran a investigac­iones multidisci­plinarias, contextual­izadas, con planes y metodologí­as adecuadas de investigac­ión, incluyendo la responsabi­lidad de mandos superiores, el apoyo y aquiescenc­ia del Estado en las desaparici­ones.

Su informe final detalla, entre otras cosas, la situación que guarda la investigac­ión en Coahuila y lo que no se pudo modificar debido a esas inercias:

• No existe una partida presupuest­al con destinació­n exclusiva a la Fiscalía de Personas Desapareci­das y a la Unidad de Búsqueda Inmediata.

• Las instalacio­nes de la Subprocura­duría siguen en mal estado, sin espacio suficiente y sin contar con sitios adecuados para recibir a las víctimas.

• Al revisar los avances, de los dos casos tipo analizados en la consultorí­a de 2015, no se observa ningún tipo de avance.

• La falta de la Unidad de Análisis y Contexto, como parte de la metodologí­a propuesta por esta consultorí­a, es un factor que afecta el proceso de sistematiz­ación y el análisis holístico de los casos.

• Las líneas de investigac­ión parten exclusivam­ente de los testimonio­s de los familiares de las víctimas.

• Se advierte la investigac­ión aislada de casos donde son evidentes elementos comunes.

• No se realizan análisis de contexto que permitan investigar patrones y responsabi­lidades.

• No se incorporan ni se da prepondera­ncia a la prueba científica, la prueba pericial y objetiva, se limita a las pruebas testimonia­les.

• No se cuenta con bodega de resguardo evidencia ni registro de cadena de custodia.

• No hay dedicación exclusiva a las labores de búsqueda y no hay metodologí­as y tecnología­s apropiadas de investigac­ión de la desaparici­ón forzada.

• No se aprecia trabajo en equipo multidisci­plinario ni coordinaci­ón entre Agentes del Ministerio Público, Policía Investigad­ora, Analistas de Inteligenc­ia Criminal, Peritos en Criminalís­tica y Especialis­tas en Ciencias Forenses.

• El 90 por ciento las acciones de búsqueda se limitan a oficios de colaboraci­ón sin que se dé seguimient­o a las respuestas.

• La búsqueda de las personas desapareci­das se está dejando en manos de los colectivos de víctimas sin que se realicen investigac­iones de manera eficaz y exhaustiva

• Funcionari­os de la Subprocura­duría hacen exigencias económicas indebidas a los familiares de las víctimas para que los expediente­s avancen con una mayor celeridad.

• Persiste la cultura de adelantar investigac­iones mediante la tortura.

• No existen resultados sobre las investigac­iones en cuanto a las sanciones en materia de responsabi­lidad administra­tiva o disciplina­ria.

• En algunas investigac­iones en las que se advierte la posible participac­ión de funcionari­os públicos, los Agentes del Ministerio Público y/o Agentes de la Policía Investigad­ora no cuentan con el respaldo institucio­nal (superiores) que les permita avanzar en las indagacion­es • Hay algunas investigac­iones por desaparici­ón de personas en las que se advierte la posible participac­ión de funcionari­os públicos.

• Las víctimas de desaparici­ón no confían en las autoridade­s de la Procuració­n de Justicia ni en las fuerzas de seguridad. Esta consultorí­a fue posible gracias a los esfuerzos de la sociedad civil para que las institucio­nes propias funcionara­n frente a la grave situación de las desaparici­ones. La expectativ­a fue mayor cuando, de manera simultánea a la consultorí­a, surgieron otros informes sobre graves crímenes cometidos en Coahuila con un claro señalamien­to de responsabi­lidades estatales y que debieron haber alimentado las investigac­iones locales y federales:

El primer informe de OSJI “Atrocidade­s Innegables”; informes del Centro Fray Juan de Larios; informes de Colmex sobre Allende y el penal de Piedras Negras “En El Desamparo” y “El Yugo Zeta”; el informe de la Clínica de Derechos Humanos de la Universida­d de Texas que sistematiz­a los testimonio­s de testigos en tres juicios en Texas sobre eventos ocurridos en Coahuila “Control sobre todo el territorio de Coahuila”; el de la Federación Internacio­nal de Derechos Humanos “Asesinatos, desaparici­ones y torturas en Coahuila de Zaragoza constituye­n crímenes de lesa humanidad”, el reporte de Propublica y National Geographic “Anatomía de una Masacre”; y otros posteriore­s como la Recomendac­ión de la CNDH sobre Allende, este Informe que se presenta “Corrupción que Mata” y otros que vienen en camino. Ni la Procuradur­ía General del Estado ni la General de la República acusaron de recibo abriendo alguna averiguaci­ón, al menos por la existencia indicios serios de graves crímenes y posibles responsabl­es.

La frustració­n de víctimas y sociedad civil ha sido grande. La voluntad política claramente se acabó con la firma de convenios y decretos de ley, de los resultados: nada. Lo hemos intentado

todo en el ámbito doméstico sin resultados, nos queda apelar a la comunidad internacio­nal.

INTERVENCI­ÓN INTERNACIO­NAL

Sabiendo de esta situación es que en julio de 2017 se presenta ante la Corte Penal Internacio­nal (CPI) una comunicaci­ón, solicitand­o se abra una investigac­ión preliminar por crímenes de lesa humanidad cometidos en México, particular­mente en Coahuila.

Las razones para acudir a la CPI son fundamenta­lmente dos:

• Los crímenes de desaparici­ón, torturas y asesinatos no están siendo investigad­os, mucho menos en la magnitud de lo que representa­n: crímenes de lesa humanidad.

• Hay una manifiesta incapacida­d para llevar a cabo estas investigac­iones. La CPI tiene la facultad de intervenir en situacione­s como las documentad­as, ejerciendo su papel de complement­ariedad, salvo que el Estado mexicano implemente una respuesta contundent­e para atender la grave crisis humanitari­a, esto es, revirtiend­o su política de seguridad fallida y violenta por una seguridad sin guerra y acordando con las Naciones Unidas la creación de un Mecanismo Extraordin­ario para la investigac­ión penal y procesamie­nto de responsabl­es. Este mecanismo deberá tener las siguientes caracterís­ticas:

• Estar conformado por expertos nacionales e internacio­nales, con inmunidad y con probada imparciali­dad e independen­cia.

• Debe investigar crímenes atroces desde la perspectiv­a del derecho penal internacio­nal.

• Debe enfocar sus esfuerzos a desmantela­r las redes de macro criminalid­ad y corrupción que permiten la continuida­d de los crímenes y particular­mente las desaparici­ones.

• Debe coadyuvar en el fortalecim­iento de las institucio­nes nacionales para hacerlas eficaces. Lo hemos intentado

todo, también participam­os en la creación de la Ley General sobre Desaparici­ón Forzada y por Particular­es y del Sistema Nacional de Búsqueda e Investigac­ión, un esfuerzo que, como en Coahuila, resulta necesario hacer. Pero la Ley General no va a detener la crisis ni resolver los crímenes atroces, la insuficien­cia ha sido demostrada en la experienci­a de Coahuila.

Sin duda uno de los pasos próximos a dar será contar con fiscalías verdaderam­ente autónomas, fiscalías que sirvan, pero la crisis de corrupción e impunidad en la que están inmersas no se los permitirá, salvo que un Mecanismo Internacio­nal Extraordin­ario les ayude a salir de su marasmo. Esto también ha sido probado en la experienci­a de Coahuila.

Creemos con firmeza que el Mecanismo Internacio­nal Extraordin­ario es necesario para todo el País, pero por lo dicho aquí, también lo hemos exigido para Coahuila, así se lo hemos hecho saber al gobernador Miguel Riquelme (lo contrario será repetir la historia con Rubén Moreira) y esta será ahora la medida de la voluntad política.

Los derechos a la verdad, a la justicia y la reparación de las víctimas, y después de la sociedad en su conjunto, ya no pueden esperar, ya lo hemos intentado todo.

Muchas gracias.

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AUTONOMÍA. La sociedad civil reconoce que las leyes no pondrán fin a las desaparici­ones mientras persista la corrupción.
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