Paternalismo y clientelismo 1/2
Los mexicanos de todo hacemos mofa, broma, chacota. De tomarnos en serio la vida, estaríamos muertos. Tal vez todo el País ya se hubiese suicidado; sí, como la triste decisión que toman los jóvenes y niños en Coahuila al no ver alternativas de un futuro para ellos halagador. Los suicidios en Coahuila son una pandemia. ¿Fui el primero hace lustros al señalar de este flagelo y tocar una y otra vez la campana de alerta al respecto? Es intrascendente eso, pero la peste de la ictericia llegó para quedarse desde hace años y lo advertí con suficiente tiempo. Mucho tiempo atrás. Lo abordaré en próximo texto. Pero, si nos tomásemos en serio la política, insisto, México sería el país más amargado de la tierra. Por eso queda como único y sano recurso, la burla, el chascarrillo, la irreverencia ante el poder y los políticos.
Es el caso del “Diccionario irreverente de política mexicana” de Luis Fernando Roldán, con ilustraciones del genial Helguera, para editorial Grijalbo. Hacía buen tiempo que no lo hojeaba, hace poco lo retomé y leí algunas de sus definiciones. Al concretar el “Paternalismo”, lo definen como: “Forma tradicional del ejercicio del poder político, que consiste en tratar a los ciudadanos como menores de edad. O como si fuesen sus hijos.” Sin duda alguna. En la voz “Clientelismo”, así lo definen: “Forma de ejercicio del control político de los gobiernos sobre las organizaciones sociales a partir de la atención y resolución de sus demandas, conformando su base social de apoyo. El clientelismo se puede sintetizar como el intercambio de recursos públicos por votos de los beneficiarios.”
No es divertido ni irreverente, sino trágico lo anterior. Ambas definiciones son el caldo de cultivo en el ejercicio de siempre del Partido Revolucionario Institucional, en el devenir de su historia al tener el poder gubernamental en su mano. Una vez más hay elecciones en México y en Coahuila. “Históricas” les nombran. O las más “importantes” o en fin, esa serie de bautizos o definiciones patéticas. Lo bien cierto es que el PRI y en menor medida el PRD, Morena y al final el PAN, basan su apuesta y votos el día de la elección para ganar, en este paternalismo y clientelismo del cual de una u otra manera, todos formamos parte. Andrés Manuel López Obrador sembró su semilla con su amplia base de “viejecitos” y su apoyo en metálico en la ciudad de México, situación que han seguido “aceitando” hasta el día de hoy en la megalópolis sus diferentes jefes de gobierno hasta llegar a Miguel Ángel Mancera. Aunque, esta hegemonía de “izquierda” la empezaron a perder al serles arrebatadas algunas delegaciones a manos del PAN y del PRI, donde los ciudadanos buscan una alternativa a esta forma de gobernar tan sesgada.
En el PRI son magos para poner en práctica lo anterior. Ellos y nadie más son los padres del paternalismo y clientelismo. Sólo para abrir bocado, en el pasado año 2017, el PRI recibió del INE mil 004 millones de pesos para “actividades ordinarias y específicas”, sin contar el dinero destinado a las elecciones harto cuestionadas de Nayarit, Edomex y Coahuila. Con semejante presupuesto, ¿usted cree que van a perder tan fácil la Presidencia? Por esto y no otra cosa, se están dedicando a “aceitar” bien la elección. ¿Nadie quiere al PRI? Mmh... eso dicen los ciberadictos y sus memes, pero en la realidad, Enrique Peña Nieto ha sido el priista que más votos ha recibido en una elección con más de 19 millones. ¿Entonces de qué hablamos?
¿En qué basa el PRI su triunfo y fortaleza? Pues en eso: paternalismo y clientelismo. Su teatro lo tienen bien armado, logrado y montado a nivel nacional desde hace lustros, desde su nacimiento como agrupación política.
Avanzamos: el sector popular está representado por la Confederación Nacional de Organizaciones Populares (CNOP) desde 1943 y agrupa a diversos organismos sindicales, vecinales, de ciudadanos, sociales y claro, de servidores públicos. El mítico sector obrero del PRI es la Confederación de Trabajadores de México (CTM), fundada en 1936. Hay muchos otros institutos y agrupaciones dentro del PRI, como el Organismo Nacional de Mujeres Priistas, al frente hoy la coahuilense y senadora, Hilda Flores Escalera, fundado en 1996.
Acabemos esta triste charada: en todo el territorio nacional, el dinero sirve para comprar votos, y el paternalismo y clientelismo se da bajo diferentes nombres y programas: los viejecitos del PRD, Morena (AMLO), etcétera. La tarjeta rosa de Coahuila (Miguel Ángel Riquelme y sus dádivas, para esto, tiene el presupuesto de Coahuila este año, poco más de 44 mil millones de pesos); el salario rosa en Edomex; los programas federales de “abasto social”, el programa “paisano”, bla, bla, bla... Este y no otro es México y así va a seguir. Sea del color y pelaje quien quede como Presidente.
¿Por qué la gente vota por el PRI? Porque ve un apoyo tangible en un bulto de cemento, una medicina a medio precio, pintura para su mezquina fachada de casa… es decir, el mundo real. www. vanguardia. com.mx/ diario/opinion
ANTONIO ROSAS-LANDA MÉNDEZ
> El candidato “Roban Hood” > Los pecados (ocultos) de Enrique Ochoa
JORGE ISLAS
> ¿Lucha de clases? En el Potrero se recuerda con afecto a doña Tasia.
Anastasia se llamaba. Tenía dos años de casada cuando su esposo se fue de bracero “al otro lado”.
En un principio el hombre le escribía y le mandaba dólares. Poco tiempo después dejó de saber de él.
Pasaron algunos años. Varios pretendientes se le acercaron a Anastasia. Era guapa, y su huerta contaba entre las mejores de la sierra. A todos los despachó con viento fresco, más fresco aún que el de la sierra en el invierno. Cuando le decían que de seguro su esposo ya había muerto respondía: “¿Cómo sabes?”.
Pasaron muchos años. Doña Tasia era ya anciana. Un día apareció en el rancho un hombre con traza de indigente. Le faltaba un brazo y caminaba penosamente con ayuda de un bastón. Llamó a la puerta de Anastasia. Abrió ella, vio al hombre y le preguntó: “¿Cómo te fue?”.
Días después él trató de explicarle su ausencia. Doña Tasia no lo quiso oír: “Si me dices la verdad será muy triste, y si me dices una mentira será más triste aún”.
A poco murió el hombre. Doña Tasia no lo lloró. Dijo: “Ya estaba muerto”.
¡Hasta mañana!...