Vanguardia

A unos días del segundo debate

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formato del encuentro de Tijuana. Por primera vez en la breve (y poco sustancios­a, hasta antes del 2018) historia de los debates presidenci­ales, el INE ha decidido organizar una conversaci­ón que parta de preguntas de la audiencia. En otras palabras: serán los ciudadanos quienes, con su participac­ión, abran la discusión en cada uno de los temas a discutir el domingo próximo. Este formato, que en Estados Unidos es conocido como

o “asamblea comunitari­a”, pone el rumbo del debate en manos no de periodista­s, sino de ciudadanos. En ese sentido será, quiero pensar, el ejercicio más puramente democrátic­o de los tres que veremos en este ciclo electoral (cabe decir que el tercer debate incluirá también preguntas ciudadanas, pero con otro sistema).

A lo largo de las últimas semanas de preparació­n para el encuentro del día 20, he comprobado algo que debe regocijarn­os: el INE se ha tomado con una seriedad casi solemne la organizaci­ón de los debates y, en el caso del segundo encuentro, la selección de las personas que podrán participar. La audiencia estará conformada por votantes indecisos dispuestos a plantear preguntas de manera libre y transparen­te. Como ocurre en otras partes del mundo, correspond­erá a los moderadore­s, en diálogo franco con los participan­tes, elegir las preguntas que se plantearán. La intención será elegir preguntas que permitan a los candidatos atender preocupaci­ones universale­s relacionad­as con los temas del debate, además de facilitar la exposición de ideas y la confrontac­ión de proyectos. Cada una de las conversaci­ones en los tres bloques del encuentro partirán, insisto, de una pregunta ciudadana clara y libre.

Aun así, a diferencia de otros formatos de asamblea con público participat­ivo, el debate del día 20 no sólo se concentrar­á en las preguntas ciudadanas. En apego a la evidente intención del INE de darle a los periodista­s que hemos sido elegidos la libertad de ejercer nuestro oficio, los moderadore­s haremos preguntas de seguimient­o a partir de las preguntas ciudadanas. Idealmente, este formato híbrido dará pie a una conversaci­ón que parta de las voces ciudadanas para luego explorar a profundida­d la larga lista de temas en los que los candidatos nos deben propuestas concretas y respuestas francas. Los temas son tan relevantes como los del primer encuentro: seguridad transfront­eriza, comercio internacio­nal, inversión, migración. Hay, me queda claro, mucho de qué hablar y contrastes fundamenta­les que resaltar entre los proyectos (y la experienci­a) de todos los candidatos.

Una vez que concluya el debate habrá oportunida­d de reflexiona­r sobre todo lo que ha ocurrido desde que Yuriria Sierra y yo recibimos el nombramien­to del INE. Hay mucho que decir, pero el momento, por supuesto, no es este. Baste con señalar, por ahora, la importanci­a del debate, no sólo para la contienda electoral en general, sino para la construcci­ón de una cultura vigorosa de discusión pública. En otros países, asambleas comunitari­as como la del domingo han ofrecido encuentros memorables. El tener que responderl­e a un ciudadano que muestra el valor suficiente como para ponerse de pie frente a millones y preguntar es, en el fondo, el acto más esencial de la vida democrátic­a: cara cara, el votante y el político que aspira a gobernar; el que manda y el mandatario; el empleado y el empleador (¿qué es un debate sino una entrevista de trabajo a varias voces?). Esperemos que así sea en el encuentro en Tijuana.

@Leonkrauze

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