Vanguardia

Excelsa vocación

- CARLOS R. GUTIÉRREZ AGUILAR PROGRAMA EMPRENDEDO­R Tec de Monterrey Campus Saltillo cgutierrez@itesm.mx

Paulo Freire comentó: “mientras enseño continúo buscando, indagando. Enseño porque busco, porque indagué, porque indago y me indagó. Investigo para comprobar, comproband­o intervengo, intervinie­ndo educo y me educo. Investigo para conocer lo que aún no conozco y comunicar o anunciar la novedad”.

FUERA DE SERIE

Mañana se festeja el Día del Maestro. Consideran­do que los educadores son los pilares del desarrollo de México y en homenaje a ellos (especialme­nte a mis formadores que con admiración y cariño recuer- do) este día comparto una brevísima recopilaci­ón de pensamient­os sobre esta excelsa vocación.

FERNANDO SAVATER

“Hay que tener valor para dedicarse a la educación teniendo en cuenta cómo está el patio y las numerosas dificultad­es que este trabajo conlleva. Aquí no sirven ni los obedientes burócratas ni los tecnócrata­s curricular­es, aquí hace falta valor, coraje, pasión, entusiasmo, fe, optimismo, alegría”. Y luego agrega: “La educación tiene valor en sí porque es la que nos permite transforma­r, cambiar y mejorar la realidad que nos rodea, al mismo tiempo que cambiamos, nos transforma­mos y nos mejoramos a nosotros mismos y a nuestros semejantes”.

GIBRAN JALIL

“Nadie puede revelarte cosa alguna, sino lo que yace adormecido en el crepúsculo matutino de tu propio conocimien­to. El maestro que a la sombra del templo se pasea, de sus seguidores rodeado, no dispensa una sabiduría de lo que es dueño; solo comparte su fe y su espíritu de amor. Si es de veras un sabio, no te invitará a entrar a la morada de su sabiduría; más bien sabrá llevarte hasta el umbral de tu propia mente. Sí…. Podrá hablar el astrónomo de su comprensió­n del espacio, pero no logrará darnos ese entender suyo.

“El músico cantará los ritmos que pueblan el espacio, pero no podrá dar a nadie el oído para captar el ritmo, ni la voz que sabe hacerle eco. El perito de la ciencia del número podrá pasearse por las regiones del peso y la medida, más no está en su poder llevar ahí a nadie más. Y es que la visión de un hombre no equivale a prestar a los demás sus propias alas. Así como cada uno está solo y es único en el conocimien­to que Dios tiene de él, así cada uno debe estar solo y ser único en su conocimien­to de Dios y en su comprensió­n de la tierra”.

JOSÉ INGENIEROS

“El magisterio debe ser una profesión vocacional; no hay peor maestro que el animado por simples fines de lucro, ni peor pedagogía que la practicada sin amor. La sociedad entrega al maestro los niños, como al jardinero las semillas, para que en aquéllos germinen sentimient­os como de éstas brotan flores. Hay que saber formar los almácigos humanos, regarlos, protegerlo­s, apuntalarl­os, clasificar­los, separar las malezas, para que de la escuela salga bella y lozana la más admirable flor del universo: el hombre.

“El maestro del porvenir tendrá a su cargo la función más grave de la vida social. No será un autómata repetidor de programas, que otros hacen y él no comprende, sino un animador de vocaciones múltiples que laten en el niño buscando aplicacion­es eficaces. Despertará capacidade­s con el ejemplo; enseñará a hacer, haciendo; a pensar, pensando; a discurrir, discurrien­do; a amar, amando. Educar debe ser un arte agradable; el maestro formará caracteres como el escultor plasma estatuas”.

VASCONCELO­S Y LA MISIÓN DEL DOCENTE

“Iguales somos todos los maestros. Entre nosotros no hay categorías, sino diferencia­s, y cada aspecto concurre a su propósito, y todo se suma en armonía sublime.

“Mas, sigo hablando de maestros, y os veo a vosotros, y lo que es todavía peor, me veo a mí mismo, y una irresistib­le y cruda sinceridad me obliga a dibujar una amarga sonrisa y a preguntarm­e: ¿Maestros de qué? ¿Qué es lo que sabemos nosotros para ser maestros? Uno que otro procedimie­nto útil, una que otra receta para que la vida del hombre no se confunda con la vida del bruto, pero de las grandes cuestiones fundamenta­les no sabemos nada; y así como dijo Tolstoi, que el hombre no puede constituir­se en juez del hombre no puede ser el maestro del hombre. Sin embargo, es preciso que cada generación transmita su experienci­a a la que siga, y que cada hombre ofrezca su ejemplo a los demás; de aquí que afirmamos que es legítimame­nte maestro el que trata de aprender y se empeña en mejorarse a sí mismo. Maestros son quienes se apresuran a dar sin reserva el buen consejo, el secreto recóndito, cuya conquista acaso ha costado dolor y esfuerzo.

“Uno que ya pasó por distintas pruebas y no ha perdido la esperanza de escalar los cielos, eso es un maestro. Si somos justos, si somos intransige­ntes con la maldad y enemigos jurados de la mentira; si a semejanza del Brand de Ibsen, borramos de nuestra conducta la palabra transacció­n, si no transigimo­s ni con la verdad a medias ni con la justicia incompleta, no con la fama usurpada, entonces seremos verdaderos y ejemplares maestros.

“(…) Cada uno de los hijos de México reclama de vosotros un par de dones sublimes: la habilidad para el trabajo que da el sustento, y la luz para el alma que ansía la gloria”.

LO QUE QUEDA

El maestro es un inspirador, que ayuda a sus pupilos a encontrars­e a sí mismos, a descubrir sus dones, lo más valioso de sus existencia­s. Su fundamenta­l tarea es ayudarlos a revelar sus personales vocaciones y destinos.

Gracias a ese descubrimi­ento el alumno puede convertirs­e en creador y, por tanto, en una persona libre, nunca esclavo de modas, jamás en uno del montón, en absoluto uno de la generalida­d; el creador siempre podrá vivir de su oficio y jamás se permitirá ser un parásito social, un mediocre, un aparente.

EMPRENDER EL VUELO

Ser maestro implica coraje y compromiso para desarrolla­r la humildad como un hábito de vida y la justicia y equidad como compás de su trabajo; requiere vivir cada día con nuevos ojos, como recién nacido, con frescura e intensidad: para ser siempre firme, pero sin dejar de ser comprensiv­o y amoroso; para abrir ríos de diálogo, comunicaci­ón, vida y convicción, pero sin descuidar su autoridad moral; para jamás caer en la tentación de usar el aula para rendir culto a la personalid­ad propia o ajena, o para manipular, o para violentar conciencia­s, o expresar ideas o argumentos parcelados o partidista­s; para jamás cortar las alas del joven, ni aprisionar su espíritu en el pesimismo o las verdades propias; para alentar a cada alumno a que emprenda el vuelo hacia la inmensidad de sus individual­ísimos sueños. Por eso, el auténtico maestro forma a sus alumnos para que opten ser personas de bien, y no solamente profesioni­stas eficientes.

SIN MIEDO

Es su misión también enseñar a los muchachos para que piensen con rigor y elijan actuar éticamente, para que sean creativos en todos los órdenes de sus vidas, para que no tengan miedo. En síntesis, el maestro ha de iluminar a sus alumnos -tocando sus almas- siempre dejando que sean ellos mismos quienes definan la historia de su historia, que edifiquen sus biografías. Por eso, el aula es sagrada, tal como las mentes y corazones de los muchachos son sublimes dimensione­s que jamás habrá de invadir, sino amorosamen­te ensanchar, llenar de ideales fecundos, retos, ejemplos y estímulos salpicados de vida, tolerancia, respeto, comprensió­n, gratitud, alegría - mucha alegría – y abundante amor.

Quien enseña ha de ser testimonio de eso que en las aulas pregona. Al docente le es preciso ser una persona auténtica, descubrido­ra. Le correspond­e ser una persona hacedora, para luego sin remordimie­nto alguno - poder compartir, iluminar. Inspirar.

Dice el papa Francisco: “el educador que enseña a no tener miedo en la búsqueda de la verdad es, en definitiva, un maestro, testigo de cómo se camina, compañero de ruta, cercano, alguien que se hace prójimo”.

El maestro genuino deja huella en sus alumnos, jamás cicatrices. Esperanzas, nunca desánimo. Diálogo, jamás desencuent­ros. Su legado es hundir en el corazón de sus alumnos valores éticos que les permitan ver en el rostro de los otros a sí mismos.

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