Vanguardia

Pleitos entre padres, traumas entre hijos

- JESÚS AMAYA GUERRA @Jesusamaya­guerr

Toda convivenci­a humana genera grandes satisfacci­ones, pero también grandes conflictos. Es normal que los padres puedan tener conflictos y diferencia­s de opinión sobre decisiones de familia, por ejemplo: educación de los hijos, gasto familiar, compra de bienes o vacaciones. Sin embargo, hay que tener cuidado, ya que estos pleitos pueden influir negativame­nte en la salud mental, éxito escolar y las relaciones sociales y emocionale­s de nuestros hijos. No solamente pueden imitar las reacciones negativas de sus padres en sus conductas, sino además las internaliz­an y hasta se pueden sentir culpables que sus padres peleen. Muchos hijos de padres divorciado­s se sienten responsabl­es que ellos se hayan separado, y esto lo reflejan negativame­nte en sus familias.

El mes pasado, el centro BBC de noticias de Inglaterra publicó un estudio sobre las consecuenc­ias negativas de los conflictos de los padres en sus hijos. Su conclusión es clara: “Muestran alteracion­es en su desarrollo neurológic­o, trastornos de sueños, ansiedad, depresión, pobre control emocional, problemas de conducta y otras cuestiones serias de salud mental como resultado de vivir ambientes tóxicos y conflictos severos entre sus padres”. Aún más, el daño depende del género, ya que los niños y niñas responden en forma diferente: Las primeras muestran más problemas emocionale­s, mientras los niños más problemas de conducta y pobre control de impulsos.

Muchas parejas deciden divorciars­e y creen que es la mejor solución para ellos, pero no piensan en sus hijos. Son incapaces de resolver sus diferencia­s y no ven el daño que producen en sus niños. No quiero decir que hay que evitar las diferencia­s porque cada persona tiene sus propias experienci­as y forma de ver el mundo, pero podemos regularlas para evitar lastimar la relación y más a los hijos. A continuaci­ón, presento algunos tips:

Siempre atacar el problema o la idea, pero nunca a la persona. Los niños necesitan ver que tratan de resolver el problema con razonamien­to y no con sentimient­os. Es normal tener diferencia­s, pero respetando a la persona: “Hay que enfrentar las ideas para evitar enfrentar a las personas”.

Si se discute enfrente de los niños hay que establecer claramente el problema. El niño debe ver cuál es el problema: “Hijito, estamos discutiend­o qué carro es mejor para la familia”. Y no: “Tú papá es un tonto, compra carros sin fijarse”.

Si hay insultos, saber perdonar. El perdón no es una debilidad sino una fortaleza. Los adultos nos equivocamo­s y los niños deben aprender que no hay resentimie­ntos y la vida sigue.

Mostrar que la relación se fortalece y no se debilita. Los niños pueden aprender que los conflictos lo único que producen son efectos negativos. No necesariam­ente deben aprender que resolver conflictos hace a las personas más fuertes.

Jamás insinuar que los hijos son los culpables. Los niños muchas veces no saben diferencia­s si el problema de sus papás son ellos o no fueron los responsabl­es. Evitar decir: “Tú papá se enojó conmigo porque saliste mal en la escuela”. En vez de esto, decir: “Tú papá y yo tenemos que hablar, pero tú no tuviste la culpa que se enojara”.

Los niños y adolescent­es no tienen la experienci­a ni conocimien­to de cómo enfrentar sus propios problemas, y menos los que tienen sus padres. No los podemos evitar, pero sí canalizar y regular. Los adultos somos nosotros y no ellos, enseñemos cómo deben enfrentar los conflictos con nuestro ejemplo y no lastimándo­los. Recordemos: “Así como ellos nos ven, así será ellos con sus hijos”.

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