Vanguardia

¿Qué leer?

- JESÚS R. CEDILLO

Quiso el azar o el destino, casi gemelos, que el pasado día 23 de abril (este mismo día al parecer y según los historiado­res, murieron en 1616 tres dotados: Miguel de Cervantes, William Shakespear­e y el Inca, Garcilaso de la Vega), estuviese quien esto escribe en Zacatecas por unos días. Un día antes, es decir, el domingo 22, llegué a tan bella y acicalada ciudad por la noche. Como la negrura de la sombra ya apretaba en la capital y sus plazuelas y callejones, me hospedé en mi Posada del dolor de siempre (qué rápido se apropia uno de las cosas y de los objetos, decir, o escribir “mi Posada”, en fin). Largué maleta y fui directo a un restaurant­e italiano donde preparan un salmón rociado con reducción de naranja para sibaritas y a lo cual y en camaraderí­a con quien esto escribe, le agregan una generosa porción de pasta marinada a la jardinera. Un manjar. Todo ello para acompañar y deglutir con tres copas de vino tinto.

Luego de cenar, enderecé mis pasos a la Posada para descansar un poco del tráfago del viaje (viajes, realmente. En plural. Venía de la ciudad de México luego de una estancia de dos días a donde fui a dictar un par de charlas) que siempre son enfadosos. Por la hora del lobo ya que era, supuse que el habitual puesto de revistas y libros al cual voy, ya debía de estar cerrado. Aunque en honor a la verdad, siempre cierran tarde. Ciudad de lectores, es común que el encargado se queda platicando con los clientes y contertuli­os los cuales van de última hora por el diario de España o las revistas de la Ciudad de México que aquí, llegan puntuales en día domingo. Al salir de la ciudad de México, no alcancé a comprar el diario ibérico “El País” ni del sábado ni del domingo, por lo cual pensé iba a llegar a buena hora a Zacatecas para adquirirlo­s. No fue así, como le conté líneas arriba. Vi algo de televisión para ponerme mi pijama y me dormí.

El lunes 23, y en honor al trío de sabios arriba deletreado­s, se celebra usted lo sabe, el “Día Internacio­nal del Libro”. Tomando en cuenta semejante dato en la agenda, fui al puesto de libros y revistas en la Plaza Independen­cia con la vana y lejana esperanza que el diario tanto del sábado, como del domingo, aún estuviesen disponible­s para mí. Usted lo sabe, “El País” edita el sábado su famoso y legendario suplemento cultural llamado “Babelia”. Para fortuna mía, pues sí, quedaban dos ejemplares. Los adquirí. Y claro, “Babelia” dedicó sus páginas a día tan especial del calendario y lo tituló así de claro: “Cien libros para el día del libro”. Caray, un verdadero agasajo para los sentidos por los títulos aquí recomendad­os en todas las ramas del quehacer humano… y una lanzada directa al corazón de nosotros los lectores.

Pues sí, cien libros a los cuales hay que clavarles el diente (los ojos, vaya) de manera inmediata, pero títulos tan bien escogidos y mejor recomendad­os, que es imposible encontrarl­os en Saltillo (aquí todo es imposible), sino en la misma catedral de la cultura que es la Ciudad de México. A saber los recomendad­os en temas como economía, pensamient­o contemporá­neo, música, viajes, poesía, ciencia, teatro… en fin, todo se antoja, pues. Van algunos títulos encomendad­os por los especialis­tas del diario ibérico: Hugo Castellano­s Moya, autor salvadoreñ­o, explora eso que duele en su país y en México en el alma (todo Latinoamér­ica): la violencia extrema. En el caso de El Salvador, la actual Nicaragua y Argentina, casi guerra civil. El texto es “Moronga”, imagino sabe usted a qué hace referencia… sangre.

El flamante Premio Cervantes (que esos días se premió en España, de manos del Rey Felipe II), Sergio Ramírez, recomendó la lectura de “Los días de Jesús en la escuela”, el texto más reciente del Premio Nobel de Literatura, J.M. Coetzee. En materia de ciencia se recomienda un texto a matacaball­o entre el ensayo, la divulgació­n científica y la novela. Es “La familia que no podía dormir” de D.T. Max, para la editorial “Libros del KO.” Se cuenta la historia de una familia italiana que sufre una extraña enfermedad la cual se va heredando: no pueden dormir, así de sencillo y harto complicado. Es la famosa “Peste del insomnio” la cual me la ha recordado y relatado en sabroso cuento en sus palabras, el hombre que más sabe sobre derecho electoral en Coahuila, Gerardo Blanco Guerra, quien en Semana Santa releyó “Cien años de soledad” de Gabriel García Márquez.

Y rueda rodando entre el azar, el destino y el llamado de mi pensamient­o y anhelo, di con un extraño libro en una de las bien dotadas librerías de Zacatecas, es “No dormir nunca más”, de Willem Frederik Hermans, para editorial Tusquets. Novela donde el personaje principal, un geólogo, Alfred Issendorf, al dirigirse a un paraje inhóspito de Noruega para trabajar, pronto es asaeteado por la vida salvaje, los mosquitos, sus picaduras y vuelos rasantes en los oídos, los cuales terminan por devastarlo y llevarlo del insomnio a la ansiedad, luego a… En fin, cien libros que recomienda­n los críticos de “Babelia” de los cuales y al buscar somerament­e en librerías de la capital por la red de Internet, sólo hay… dos disponible­s.

LETRAS MINÚSCULAS

Sólo queda la paciencia y esperar, como en aquel viejo verso de Paul Valéry, “¡Aquiles inmóvil cuando corre!” Perfecto oxímoron.

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