El Masiosare USA
te el Himno en los subsecuentes partidos, además de que avivó las tensiones raciales que durante su administración alcanzaron su cresta durante el año pasado.
Los bandos desatados por esta polémica eran los de esperarse:
En adhesión al Presidente, todos los agraviados con las protestas, convencidos que a su lábaro se le debe veneración sumisa: “Cause this is America, motherfucker! Love it or leave it!”.
En la esquina opuesta, quienes opinan que por privilegiada que pueda ser la vida en los Estados Unidos, no a todos les sonríe de la misma manera y que aún hay claras actitudes discriminatorias contra diversas minorías pero, sobre todo, quienes consideran que es legítimo hacer valer su libertad de expresión ante el símbolo que se supone cobija este ideal.
Es decir: En la lógica de algunos, los presentes todos sin excepción deben permanecer de pie y saludar a la bandera ya que “muchos hombres han muerto por ella”.
Sin embargo, quienes han decidido protestar se acogen a la idea de que quienes sacrificaron su vida por dicho estandarte, lo hicieron precisamente para que sean hombres libres de manifestar su disconfor- midad donde, cuando y de la manera en que mejor les parezca.
La polémica siguió latente hasta hace unos días en que la NFL anunció la resolución más babosa de la que tenga yo memoria a mediano plazo (¡y vamos que vivo en el Estado de las respuestas pendejas!). Se supone que en adelante, todos los presentes en el emparrillado deben permanecer de pie y saludar como exige el protocolo a su bandera durante la entonación del Himno Nacional.
Y quienes deseen arrodillarse o manifestarse de alguna manera alternativa en señal de protesta, pueden hacerlo siempre y cuando permanezcan dentro de los vestidores. ¿Es en serio, NFL? ¿Es neta, USA? O sea: “Sí, son libres de manifestarse y lo que quieran, pero allá, por favorcito… donde no los veamos, donde su inconformidad no nos perturbe la algarabía por el juego y el orgullo supremacista y”, en resumen “donde nadie pueda ver que están protestando”.
El sindicato de jugadores de NFL (uno con el cual no me gustaría buscarme jamás ningún problema) ya emitió un comuni- cado diciendo que apelará a esta determinación (y es que la resolución ofende aún más, porque se supone que fue después de echarle una pensada).
A mí lo que me llama la atención como siempre es la postura radical de quienes consideran grave injuria el hincarse durante el Himno o no saludar a la bandera y exigen veto, multas y castigo, siendo que así estarían pisoteando precisamente los derechos que sintetizan estos símbolos.
Es decir, adoran más el pedazo de tela que ondea que todo lo que representa.
Y por alguna razón me recordó la militancia partidista en nuestro País. De todas las siglas y colores, unos y otros aseguran estar defendiendo la democracia, a la justicia y, en su sentido más amplio, a México.
Pero están tan enamorados de su divisa política, de su partido, que harían lo que fuera por verlo triunfar, incluso, traicionar a su Patria.
No sé ya si es patrioterismo, hipocresía o una mezcla de ambas, pero se observa a ambos lados de la frontera. Sólo que hoy día, aquí en México, en plena contienda por la sucesión presidencial, este falso nacionalismo nos agobia sobremanera.
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