Vanguardia

Historia vulgar

- ARMANDO FUENTES AGUIRRE

—Estoy embarazada.

Así me dijo. Yo era estudiante entonces. Cursaba el cuarto semestre. Ella estaba un semestre más abajo. Teníamos de novios desde la preparator­ia aunque, la verdad, yo a veces me aburría y salía con otras, y la dejaba de ver por algún tiempo. Pero siempre volvía con ella.

Una noche fuimos a una fiesta. Cuando la llevé a su casa me dijo: —No está mi mamá. Si quieres pasa. Yo me había tomado unas cubas, así que se me hizo fácil. Entramos, nos sentamos en el sillón de la sala, con la luz apagada, y ahí empezó la cosa. Ya andábamos bien entrados cuando sonó el teléfono. Era su mamá. Le dijo que estaba en la casa de otra hija que tiene, casada, y que se iba a quedar con ella porque ya se iba a aliviar, y le daba pendiente dejarla sola. Que ya no la esperara, que se fuera a acostar. Y se fue a acostar. Conmigo. Pasaron unas semanas, y entonces fue cuando me dijo: —Estoy embarazada. Fue nomás una vez, pero con eso hubo. Qué puntería ¿verdad? Y no estoy presumiend­o; lo que pasa es que así sucede: hay parejas de casados que se pasan años queriendo tener un hijo y nada, y acá su servidor con una sola vez ya estuvo. Parece cosa adrede, pero así pasa. Los que quieran tener hijos deberían coger antes de casarse. Así no falla.

—¿Y ahora qué? —me dijo muy enojada la mamá-. ¿Le vas a cumplir a mi hija o no?

Yo le dije que sí, que me iba a casar. Y me casé. Y no me arrepiento. Dejé los estudios, claro. Mi suegra me consiguió este carro y me metí a taxista. Y viera que no me ha ido mal: tres, cuatrocien­tos pesos cada día. ¿Dónde más saca uno eso? Empiezo a las 6 de la mañana y pa’ las 3 de la tarde ya acabé. Como si fuera estudiante; es lo mismo. La tarde me la paso con m’hijo. En mi casa lo adoran porque es el vivo retrato de mi apá. Lo único que tiene de mí son las manotas, grandes. Manos de hombre. Dice mi apá que las mujeres deben tener las manos chiquitas, pa’ que todo lo que agarren de su marido se les haga grande. Como el dinero, no sea usté mal pensado. Bueno, señor, ya llegamos. Son 100 pesos.

- - - - Breve es el trayecto entre el Hotel La Noria y el aeropuerto Jesús Terán, de Aguascalie­ntes. Tan breve que en él cabe una vida. O varias. De muchas vidas se entera uno en la legua. Cuando la gente sabe que no te volverá a ver nunca te cuenta muchas cosas. A los que volverás a ver no les cuentas algunas.

En el avión voy recordando la historia que me contó el muchacho. Es una historia común, lo cual quiere decir que es una historia maravillos­a. Es pan de cada día, y el pan de cada día es prodigioso. Con historias como ésta no se pueden hacer telenovela­s; pero de historias así está hecho el mundo. En todos los tiempos y en todos los países hay chicos y chicas que fueron a una fiesta y luego...

Lo que me falta es nombre para la narración. Después de considerar el hilo de los acontecimi­entos -la casa sola, la invitación a pasar- he pensado ponerle a esta historia el mismo nombre que lleva una canción de Sinatra. Esa canción se llama “The tender trap”. La tierna trampa.

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