Vanguardia

Grano de sal

- @Salvadorhv jshv0851@gmail.com SALVADOR HERNÁNDEZ VÉLEZ

Hace dos semanas asistí a la presentaci­ón del libro “Grano de sal y otros cristales”, del escritor, poeta, ensayista, crítico literario y miembro académico de número de la Academia Mexicana de la Lengua, Adolfo Castañón. Este autor sobre todo es un apasionado de la gastronomí­a mexicana, lo que le ha valido el título de “gastrónomo autodidact­a”, mismo que exhibió en sus comentario­s.

Los presentado­res fueron Gilberto Prado Galán y Juan Ramón Cárdenas, dueño del restaurant­e Don Artemio, de Saltillo, Coahuila, donde se llevó a cabo la promoción del libro. Gilberto además de ser un gran amigo, de muchos años, es escritor, polígrafo y palindromi­sta mexicano. Es miembro del Club Palindromi­sta Internacio­nal, con sede en Barcelona, España. Nació en Torreón, Coahuila. El otro comentaris­ta, Juan Ramón Cárdenas, quien es chef y autor del libro “La senda del cabrito”. Comentó que la cocina del cabrito la heredó de su papá don Braulio, quien a su vez la obtuvo de su padre; sin duda toda una tradición.

Prado Galán resaltó las cualidades literarias y gastronómi­cas del libro y nos presentó a Castañón como todo un hombre de letras, pero también como un hombre de condimento­s, de sabores, de ingredient­es y sobre todo de viandas, un autor que sabe oír sus conversaci­ones ante la estufa, o ante los menjurjes que tiene en su despensa.

En su turno, Castañón se mostró como todo un alquimista de la cocina, lo que le permite convertir sus guisos en páginas sabrosas que invitan a cocinar sus recetas para compartirl­as con los amigos, y así disfrutar una rica comida y una agradable charla en torno a las cazuelas. Como en cierta forma lo dice el mismo Castañón, escribir es como cocinar. O mejor: cocinar es como escribir. Sólo un gastrónomo autodidact­a lo sabe hacer.

Después de la presentaci­ón, en compañía de Juan Ramón y de su esposa, disfrutamo­s de los sabrosos comentario­s, y de ello concluyó que conversar con Adolfo también es como cocinar y a la vez degustar diferentes platillos. Dicho de otra manera, a su conversaci­ón, en torno a la mesa, le pone una sazón que la hace más digerible.

Juan Ramón, con su visión y la experienci­a que le da ser uno de los mejores chef de carnes en el norte de México, y también el haber escrito el libro “La senda del cabrito”, le permitió recetarnos una excelente presentaci­ón, siempre guiada por la tradición culinaria de su familia y por los olores que desde niño disfrutó de los diferentes platillos de cabrito en el restaurant familiar, así como de los platillos de cabrito que ha degustado en las diferentes regiones de nuestro País, donde el cabrito es el ingredient­e principal: la birria de Guadalajar­a, los platillo mixtecos, el mole, la barbacoa e incluso en los dulces de leche donde los de cabra son de los mejores, así como los quesos de cabra.

En octubre pasado, su libro fue ganador del premio Mejor Libro de Gastronomí­a 2017, otorgado por la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana, quienes promoviero­n su candidatur­a a participar en la competenci­a de los Gourmand World Cookbook Awards, fundados en 1995 por Édouard Cointreau como una especie de Juegos Olímpicos de los libros gastronómi­cos a nivel mundial. Su participac­ión se logró gracias a que el volumen de Cárdenas quedó como el mejor libro de cocina en la categoría de carnes.

En la presentaci­ón de su libro “Grano de sal y otros cristales”, Castañón nos compartió extraordin­arias reflexione­s sobre la cocina mexicana y sus relaciones y analogías con la francesa. También nos habló de un recetario del siglo 19, herencia de sus bisabuelos maternos, y de un puñado de refranes con los que sazonó la presentaci­ón de su libro.

Por otra parte, apuntó que “Grano de sal…” apareció originalme­nte en una serie de artículos que merecieron de inmediato el homenaje de una edición manuscrita, iluminada e ilustrada por Andrea Fuentes. Y más adelante en otra edición, limitada, integró el recetario formulado por el bisabuelo materno del autor, Juan E. Morán (1883), para sazonar las lecturas culinarias que son como alimentos del alma.

De la presentaci­ón deduzco que la edición fue agasajada y saboreada por los lectores, dado que en pocos meses no había ejemplar disponible de este “Grano de sal”, según lo expresó el autor. Y ahora enriquecid­o por otros cristales, Bonilla Artigas Editores y la Universida­d del Claustro de Sor Juana (2017) nos entregan esta nueva edición.

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