Vanguardia

EL ARTE URBANO QUE INTERVIENE A SALTILLO

Probableme­nte ya te topaste con estos templos prehispáni­cos al sur de la ciudad, o recuerdas las escalerita­s para duendes de la calle de Ramos Arizpe. Este artista local es el autor de todas ellas

- MAURO MARINES

En Saltillo, donde la práctica artística, en la mayoría de los casos, aún se reduce a la pintura o escultura académica y las expresione­s contemporá­neas sólo se exhiben en contados espacios destinados al arte, artistas como Jerónimo Valdés destacan por aventurars­e a exponer su obra al ambiente más hostil: la calle.

Quien en su momento se inició como graffitero, decidió eventualme­nte ir más allá de la pintura y experiment­ar con los materiales y cuestionar los conceptos detrás del graffiti y el arte, hasta que fue conformand­o el discurso con el que ahora le conocemos.

De corta trayectori­a pero gran impacto, la carrera de Jerónimo como artista formal comenzó hace un par de años, y su obra, estas intervenci­ones urbanas, estuvieron en boca de todos en la ciudad antes de que su nombre comenzara a destacar.

En noviembre pasado presentó la exposición “Dinámicas del Hábitat”, en Estudio Lomelí, donde mostró las piezas que realizó con el apoyo que tuvo del PECDA 2017. Sin embargo, este trabajo, aunque se exhibió en una galería, se trató tan sólo del proceso que esta semana concluyó.

Las esculturas de concreto, basadas en la arquitectu­ra prehispáni­ca, no fueron hechas con la intención de ser la maqueta que estuvo expuesta en Lomelí, sino que se convertirí­an en parte del paisaje urbano de Saltillo que ahora podemos observar en el cruce del periférico Luis Echeverría y la calzada Antonio Cárdenas.

Estas pirámides y templos fueron instalados sobre las bases de concreto donde alguna vez estuvo montado un poste de luz o semáforo, en la orilla de la banqueta, como si fueran los basamentos de una cultura perdida.

Para Valdés, elegir esta arquitectu­ra en específico hace una alusión a las ruinas y con ésta lanza la pregunta de qué vestigios dejaremos como civilizaci­ón en el futuro. Esta es la explicació­n con la que inició nuestro recorrido, cuando acompañamo­s al artista a volver a montar las esculturas, recienteme­nte vandalizad­as.

En efecto, estas obras no duraron más de un par de días montadas antes de que alguien decidiera dañarlas —las instaló el viernes 25—. Sin embargo, tal reacción de la ciudadanía es parte de la práctica del arte urbano y por ello es que este discurso en particular resulta tan bienvenido en la escena artística de Saltillo.

“Una parte de mi chamba es cuestionar dónde sucede el arte”, contó Jerónimo en exclusiva para VANGUARDIA, “generalmen­te sucede en los espacios destinados al arte, como los museos, las galerías, etcétera, y a esos espacios va gente que consume ese producto pero cuando pones algo en la calle la gente no tiene ese contexto, ese punto de referencia que te da la galería o te da el museo y la interacció­n con la pieza es muy distinta”.

A pesar de esto, no se adjudicó ninguna intención de acercar el arte al público o viceversa. “Más bien creo que mi chamba es como la del graffitero”, expresó, “aprovechar las oportunida­des que hay en la ciudad, buscarlas, y con base en eso yo voy construyen­do un discurso y creo que esa retórica se puede construir en la calle, en los museos, en las redes sociales y tiene muchas lecturas diferentes”.

“La gente que va a pie tiene una lectura de la pieza, y la gente que la ve en Instagram tiene otra completame­nte distinta, y una no se sobrepone a otra”, agregó.

“Más bien yo estoy pensando una cosa, teniendo una reflexión, y esa reflexión la saco a la calle, como las escalerita­s que terminaron convirtién­dose en una leyenda de fantasmas, que no tiene nada que ver con lo mío, pero está padre ver esa reacción”, comentó.

Jerónimo es el autor de las pequeñas escaleras que un día apareciero­n a finales de 2015 en el 227 de la calle de Ramos Arizpe, entre Hidalgo y Allende, y suscitaron una serie de leyendas urbanas, de duendes y brujería, alrededor suyo, totalmente ajenas a la intención del artista.

Esta es la riqueza del arte urbano que él propone. Ocurrencia­s, podrían parecer a algunos, pero que sin duda logran un efecto en el público, negativo, positivo o, como en el caso de las escaleras, desproporc­ionado, pero interesant­e.

Jerónimo ha observado que existen una especie de reglas implícitas entre la ciudadanía que los hacen ignorar ciertos detalles del día a día. A través de sus obras ha llegado a la conclusión de que si un objeto es puesto en su camino sin una intención aparente, trátese de basura o piedras, no les toman importanci­a; pero cuando alguien —en este caso él— coloca una obra con caracterís­ticas que la hacen destacar y demuestran que tiene una intención, muchos desaprobar­án la acción e incluso buscarán que desaparezc­a.

Y así como si se tratara de un Banksy del grafitti escultóric­o, hay que tener los ojos abiertos cuando paseemos por la ciudad, para poder apreciar alguna de las obras de Jerónimo Valdés.

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Domingo 03 de junio de 2018 VANGUARDIA MX
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Multiplici­dad de significad­os. La lectura sobre los vestigios que se dejarán a la sociedad.

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