Vanguardia

¿POLÍTICO ESTÁIS?

- JAVIER TREVIÑO CASTRO

Cyr.- Deberías escribir sobre política. Es muy interesant­e.

Hil.- ¿La política? Eh… No, no… Me interesa la política, pero sólo como ciudadano, no como escribidor, aunque parezca contradict­orio. No es un tema acerca del cual pueda redactar nada. Y menos si se trata de la política que se hace en este país.

Cyr.- Pero es un tema muy importante, no puedes soslayarlo. La política es como el amor: permea todo lo que hacemos.

Hil.- Tal vez, pero cuando se la ve a ras de tierra carece de atractivo para mí. Sólo me interesa cuando se ha convertido en historia.

Cyr.- O sea, cuando ya está muerta…

Hil.- Pues, sí. Si así quieres verlo, sí. Quizá, si viviéramos en una sociedad menos corrupta, menos podrida…

Cyr.- Pero eso es lo que la hace más interesant­e. ¿Tú crees que en los periodos turbulento­s de la historia las cosas eran diferentes?

Hil.- Las cosas siempre han sido diferentes y las mismas. Las diferencia­s son circunstan­ciales, pero la esencia es idéntica desde hace milenios: la lucha desigual entre unos cuantos poderosos y una inmensa mayoría oprimida.

Cyr.- ¿Marx trabajó en vano? ¿Su labor consistió en el descubrimi­ento de una obviedad?

Hil.- Que conste que yo no dije eso. Pero es bueno que lo menciones porque Marx es un gran ejemplo del filósofo que quiso ser científico social, lo mismo que Freud pretendió ser más científico que los físicos nucleares. ¿No te parece sintomátic­o? Cyr.- ¿De qué? Hil.- De su época. Ellos y su obra nos dicen tanto de su momento como la “Genealogía de la Moral” de Nietzsche, y, sin embargo, ésta es una obra que no goza de la fama de aquéllos, ni siquiera de la de “Zaratustra”…

Cyr.- No sé a qué vienen los nombres de Freud y de Nietzsche cuando se supone que hablamos de periodismo político.

Hil.- Creo haber dicho que no me interesa ejercer eso que llamas periodismo político. Hoy, en México, todo el mundo es analista político o comentaris­ta deportivo. Ah, y gracias al teléfono celular, todos se sienten artistas de la fotografía.

Cyr.- ¿De veras no te interesa, Hil?

Hil.- Ni me interesa ni sirvo para eso. Mis opiniones son demasiado simples e ingenuas. Soy un ignorante en los ámbitos de la política… y en muchos más, como sabes. Además, no creo en la clase política mexicana.

Cyr.- Pero estás en México…

Hil.- Ah, por favor, Cyr… Lo dices como si viviésemos en la Atenas de Platón, por Dios. Sí, estamos en México, soy mexicano y hablo un español cuya única ventura son sus letras… ¿Vas a quemarme en la plaza de armas porque la clase política mexicana me resulta ominosa? ¿Tú crees que a esa clase política le ha interesado de verdad el pueblo de México durante los últimos 90 años?

Cyr.- De esa indiferenc­ia se alimenta la insaciable voracidad de nuestra clase política…

Hil.- Sí, es verdad. Lo sé. Es deplorable que hablemos tanto de política cuando el país se nos cae a pedazos, se desangra…

Cyr.- Bueno, pero hubo una transición hacia la democracia… No puedes negarlo.

Hil.- (Risas estruendos­as) Espera… ¿Una qué? ¿Hacia qué? Cyril, hablas como un periodista de Televisa leyendo su prompter. ¿A qué transición te refieres? ¿Y a cuál democracia? Por favor, no hables de democracia en México porque retiro mi invitación para asistir al teatro… Por principio de cuentas, los llamados “políticos” han enajenado el idioma, ¿no te das cuenta? “Las niñas y los niños” -pero qué falso feminismo-, “la transición a la democracia” –cuánta cínica demagogia-, “todos por México” –qué pasión maniática por el eslogan-… Y qué némesis la nuestra, ¿eh?

Cyr.- ¿Lo ves? Tienes opiniones acerca de lo que pasa en México. ¿Por qué no escribir sobre eso?

Hil.- Son opiniones, Cyril, sólo opiniones. Cualquiera puede tenerlas y no por ello es un experto en la peste de las ideologías y sus funestas consecuenc­ias.

Cyr.- ¿La peste de las ideologías? ¿De qué hablas, Hil? Eso suena bastante fascista.

Hil.- ¿Fascista? ¿Fascista dices? ¡Ja! ¡Me río de Janeiro! “Ahora resulta que yo lo maté…”. Cyr.- ¿Cómo dices? Hil.- No me hagas caso. Se trata de un chiste entre un amigo y yo sobre un cuento de Rulfo. Ya te hablaré de eso… Pero no, Cyr, no soy un fascista. Si de etiquetas se trata, más bien soy un nihilista o un simple escéptico… O bien, un monárquico parlamenta­rio de izquierda.

Cyr.- ¿Qué? ¿Un autárquico parasitari­o de inversa? ¡Ja!

Hil.- Escucha. Invento unas etimología­s: “política”: la piedra de po. ¿Qué te parece?

Cyr.- Y según esas “etimología­s”, ¿qué significa “po”?

Hil.- Hombre, querido, no tengo la más ponche idea… Yo no escribí el “Cratilo”. Acaso haya alguna alusión a cierto río. ¿O a algún partido político?

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