Vanguardia

HIJOS DE LA CÁRCEL

La organizaci­ón social Reinserta busca alejarlos del ambiente carcelario creando áreas especiales para los menores

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El hecho de que los niños vivan en prisión ha generado muchas controvers­ias. Por un lado son considerad­os víctimas, pero también se piensa, es un derecho de los niños vivir con sus madres en prisión”. Sofía Cobo, investigad­ora del Instituto Nacional de Ciencias Penales.

CDMX.- El regalo que recibió Esveidi el Día del Niño fue conocer la calle por primera vez. Hace un mes la sacaron del Reclusorio Femenil Tepozanes y le mostraron un pedacito de realidad. La pequeña, con casi dos años, no conocía perros, gatos ni árboles. Mucho menos sabía que afuera de la fortaleza donde vivía había tantas mujeres y hombres.

Su destino se decidió dos años atrás, cuando la policía capturó a su mamá. Carolina había robado algunos autos y debía pagar. Un par de días después supo de su embarazo y tomó la decisión de inmediato: “Quise quedarme con Esveidi porque no quería estar sola”.

La niña apenas balbucea unas cuantas palabras, pero durante su visita al exterior no dejaba de pronunciar: “Pa, pa, pa”. ¿Habría posibilida­d de que alguno fuera su padre?

SALIR DEL ENCIERRO

Los miembros de la organizaci­ón social Reinserta fueron quienes sacaron a Esveidi y a otros seis pequeños de su encierro. Los llevaron al Papalote Museo del Niño, pero después los regresaron a sus celdas. Con el fin de alejarlos del ambiente carcelario, la sicóloga y directora de la fundación, Saskia Niño de Rivera, intervino la prisión de Tepozanes creando un área materno-infantil, una guardería, una sala de juegos y celdas especiales para los menores.

Las autoridade­s de esta cárcel contactaro­n a Reinserta cuando el edificio estaba en obra negra. Querían cumplir con la Ley Nacional de Ejecución Penal, la cual obliga a las prisiones del País a modificar sus instalacio­nes si hay niños viviendo allí, para fomentar el desarrollo de los pequeños en sus primeros años.

En noviembre próximo es la fecha límite para acatar lo dictado por la ley, pero especialis­tas aseguran que son pocas las cárceles que cumplieron el mandato, aunque el Instituto Nacional de Estadístic­a y Geografía (Inegi) contabiliz­ó a 542 menores de seis años viviendo con sus madres reclusas hasta 2016. Esos menores de edad residen en 214 prisiones, es decir, en más de 50% de las cárceles de México, según la Comisión Nacional de los Derechos Humanos.

RECORREN CENTROS DE RECLUSIÓN EN EL PAÍS

Reinserta ha recorrido distintos centros de reclusión en la República, pero Saskia Niño de Rivera asegura sólo haber encontrado voluntad de crear espacios infantiles en la CDMX, Estado de México,

Guerrero y Sinaloa.

Sofía Cobo, investigad­ora del Instituto Nacional de Ciencias Penales, añade que “se deben formar grupos de trabajo entre las institucio­nes correspons­ables, sociedad civil e institucio­nes privadas para hacer cumplir la ley.

“El hecho de que los niños vivan en prisión ha generado muchas controvers­ias. Por un lado son considerad­os víctimas, pero también se piensa, es un derecho de los niños vivir con sus madres en prisión”, explica.

Carolina así lo pensó y decidió tener a su hija en el penal: “Antes yo estaba en las drogas, pero cuando te conviertes en madre te vuelves más responsabl­e”.

Vivir en la cárcel con un hijo es una simulación de la realidad. Carolina cuenta que despierta todos los días, baña a Esveidi y le dice: “Vente, vámonos, ya es hora de ir a la escuela”.

CON DERECHO A LA CUSTODIA

Las reclusas tienen derecho a la custodia de sus hijos hasta cierta edad, la CDMX permite a las madres tener a sus pequeños hasta los seis años, pero desde noviembre abandonará­n las cárceles a sus 36 meses. Sólo quienes padezcan una discapacid­ad podrán permanecer más tiempo. El resto, cuando el tiempo expire, deberá irse con un familiar, a una casa hogar o al DIF.

Carolina ahora piensa que el exterior es un mejor mundo para su niña: “A mí sí me gusta la idea de que a los tres años los niños deben salir. Ellos son inocentes, no deberían estar aquí”.

Ella dice estar lista para el momento en el que su hija deba salir: “Cuando pase eso quiero enseñarle a mi hija que estudie, que sea alguien en la vida. Trabajaré duro para darle lo que me pida. Tal vez mi hija no será la gran cosa en el futuro,

pero quiero sacarla de aquí”. TRES AÑOS, LA MEJOR EDAD Es casi mediodía en el Reclusorio Femenil Tepozanes. Los menores de edad en este centro penitencia­rio están en el taller de desarrollo con sus madres, quienes colorean. Están en un cuarto colorido que podría ser de cualquier guardería, pero las rejas y el personal de seguridad están ahí para recordar que la libertad está lejos.

En ese salón se encuentra Tábata, quien cumplirá tres años y por ley abandonará la prisión. Se irá con algún familiar a seguir su vida en libertad.

Saskia Niño de Rivera, experta en derechos de los niños en reclusión, explica que los tres años es la edad indicada para sacarlos de los centros penitencia­rios. “La cárcel se vuelve limitada en las necesidade­s del menor de edad. “Los niños que viven en penales necesitan talleres. También debe hacerse entender a la madre que dejará ir a su hijo y no podrá incidir en la educación del menor”, explica Niño de Rivera.

La planeación de las áreas infantiles en el Reclusorio Femenil de Tepozanes tomó semanas. “Las áreas lúdicas, la bebeteca, las celdas, todo tiene su razón de ser”, dice Saskia.

CREAR ESPACIOS LEJOS DE RECLUSOS

La experta resalta la importanci­a de crear estos espacios, puesto que ha encontrado niños caminando entre reclusos drogados e incluso están expuestos a escenas sexuales, lo cual genera estímulos prematuros con daños sicológico­s.

“Tuvimos un problema con un niño que salió para cursar la primaria. Estaba en su primer año e inventó una historia donde él iba a prostituir a sus compañeras. Ese discurso no es propio de alguien de su edad”, relata.

Sofía Cobo, doctora en Derecho, añade que “nuestro sistema penitencia­rio es violento. Si reconocemo­s a los niños y niñas como sujetos de derecho, debemos darles la garantía plena de sus derechos de salud, alimentari­os y educativos”.

La investigad­ora del Inacipe aseguró que los espacios educativos y lúdicos no son suficiente­s si no hay personal para atender a los niños: “La ley no resuelve problemas. Para que se respeten los derechos de esos niños debe haber un esfuerzo para generar políticas públicas y programas que impulsen las normas”.

También la Comisión Nacional de los Derechos Humanos se ha pronunciad­o. Después de dar seguimient­o a las 214 cárceles habitadas por niños, concluyó: “Hay condicione­s que dificultan una vida digna y segura, así como situacione­s que vulneran sus derechos humanos”, haciendo énfasis en la escasez alimentari­a, educativa y en la falta de zonas recreativa­s para su desarrollo.

RIESGO EN CENTROS PENITENCIA­RIOS

El hacinamien­to y el autogobier­no de las cárceles mexicanas son un riesgo para los niños que viven con sus madres, aseguran expertos. Por ese motivo piden la creación de espacios y celdas especiales para separar a los niños y sus mamás del resto de la población penitencia­ria.

“Antes de meter a un niño a la cárcel con su madre se debe valorar si existen condicione­s para que tenga un desarrollo libre de violencia, como si viviera en el exterior. Si tienes un penal donde no hay área de maternidad, los pequeños enfrentará­n problemas fuertísimo­s como consumo de drogas, motines y un ambiente tenso”, señala Niño de Rivera.

Reinserta nombró “niños invisibles” a los menores que habitan las cárceles. La organizaci­ón social argumenta que no se les ha prestado la suficiente atención, ni siquiera para contarlos. Si bien el Inegi detectó alrededor de 500 casos en esta situación, la organizaci­ón de Saskia tiene conocimien­to de 700. Y la CNDH, por su parte, asegura que hasta hace tres años había 618 niños en 30 estados de la República.

Tábata, la niña que recienteme­nte abandonó el Reclusorio Femenil de Tepozanes, sólo salió en dos ocasiones al exterior mientras estuvo en prisión. Primero a sus nueve meses, cuando fue el cumpleaños de su abuelito. Y después la sacaron al Papalote Museo del Niño con Esveidi y sus compañeros.

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 ??  ?? Familia. Las madres reclusas y sus hijos conviven en los centros penitencia­rios, e incluso los llevan a la escuela, pero los menores nunca salen.
Familia. Las madres reclusas y sus hijos conviven en los centros penitencia­rios, e incluso los llevan a la escuela, pero los menores nunca salen.

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