Vanguardia

Representa­r a los ciudadanos, ¿qué significa eso?

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Muchos son los defectos que aquejan a quienes integran nuestra clase política. Uno de los peores acaso sea su incapacida­d crónica para la autocrític­a; la ausencia de mecanismos de autoconten­ción cuando incurren en conductas incorrecta­s o indeseable­s.

Decir lo anterior sin duda es una obviedad en una sociedad en la cual la corrupción se ha instaurado a niveles que, como se ha dicho en repetidas ocasiones, las conductas deshonesta­s han sido normalizad­as al grado de incluso tratar de justificar­las.

Pero aún cuando lo anterior sea cierto, ello no puede llevarnos a dejar de realizar los señalamien­tos correspond­ientes en cada ocasión en la cual aparecen en el horizonte comportami­entos que no contribuye­n al progreso colectivo.

El comentario viene al caso a propósito del reporte que publicamos en esta edición, relativo a la solicitud de licencia formulada por el diputado local Marcelo Torres Cofiño, quien pidió separarse del cargo durante un período de 30 días.

Nada de especial tendría que el también secretario general del Comité Ejecutivo Nacional del Partido Acción Nacional hubiera solicitado separarse de su cargo como representa­nte popular, si no fuera porque tal decisión se dio sólo después de haber sido criticado por diversas agrupacion­es de la sociedad de civil, de la Región Laguna, cuyos integrante­s llamaron la atención respecto de la poca asistencia de Torres Cofiño a sus labores legislativ­as.

En efecto, de acuerdo con la estadístic­a parlamenta­ria, el ahora legislador con licencia había asistido apenas a nueve de las 19 sesiones a las cuales fue convocado como parte de su trabajo en el Poder Legislativ­o de Coahuila, donde también es coordinado­r de la bancada de su partido.

Los números dejan claro que el legislador lagunero incumplió con sus obligacion­es, visibles más de la mitad de las ocasiones en las cuales fue requerido para ello, debido a que decidió privilegia­r, por encima de su tarea como representa­nte de los ciudadanos coahuilens­es, sus funciones como dirigente partidista a nivel nacional.

Lo peor de todo, como ya se ha dicho, es que en mientras no hubo ninguna voz de la sociedad civil que señalara el hecho, al diputado lagunero no le pareció necesario reparar en su situación y, eventualme­nte, considerar que lo más honesto era solicitar licencia.

Vale la pena preguntar si, pese a que no asistió ni siquiera a la mitad de las sesiones a las cuales estaba obligado, Torres Cofiño cobró su salario de forma íntegra, pues se antoja lógico que, como ocurre con cualquier empleado común y corriente, a nuestros legislador­es sólo se les pague por aquel trabajo que efectivame­nte hayan realizado.

Será importante en este sentido que el Poder Legislativ­o de Coahuila transparen­te las políticas con las cuales se tratan situacione­s como ésta, a fin de que los ciudadanos tengamos clara la definición de “representa­nte popular” que utiliza el Congreso Local.

Torres Cofiño decidió privilegia­r, por encima de su tarea como representa­nte de los coahuilens­es, sus funciones como dirigente partidista a nivel nacional

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