‘¡Chucky para presidente!’
A Antonio González D.
Ese es el grito en el monumento del Ángel de la Independencia para rendir pleitesía al verdugo goleador de la Selección Mexicana en su impensada victoria contra la campeona mundial, Alemania.
En el minuto 34, cuando “El Chucky” anotó el gol contra los teutones, el Centro Sismológico de la UNAM reportó un temblor provocado por la euforia de los habitantes de la CDMX (20 minutos.es: 17-06-2018). “Alemania, en el Día del Padre, ¡te dimos en la Madre!”. La gente de toda edad y clase social continúa congregándose en el Ángel de la Independencia, hasta sumar 20 mil mexicanos, contagiados de una efervescencia patriótica que celebra la victoria mexicana. El Ángel expande sus alas para celebrarla; como también las cierra para llorar, cuando esa misma muchedumbre acude a él para denunciar las injusticias del gobierno mexicano. “¿Dónde está la Alemania que nos iba a ganar?” Entre la multitud, cantamos y saltamos mi hija y yo, mientras las palabras del “Chicharito” resuenan en mi mente en una entrevista con un pesimista, David Faitelson: “¡Imaginemos cosas chingonas! ¡Carajo! Imaginemos, porqué no pasar primeros del grupo. ¿Por qué no? Y no tenemos la plataforma de Alemania. Pero, ¿por qué no?” “Osorio, hermano, ya eres mexicano”. Un Faitelson, renacido con la sorpresa, trina en su cuenta de Twitter: “el triunfo de México puede descomponer ‘los planes’ de FIFA. Alemania y Brasil pueden chocar en la siguiente fase del Mundial”.
Nuestros políticos soslayan esas perversidades “fifescas” (tienen las suyas propias) para sacar raja electoral de un triunfo que no les corresponde. Anaya y Meade decretan este mantra en su mágica mente: “si México derrotó a Alemania, puntera de todas las encuestas, ¡lo haré yo también!”. “Ay, ay, ay, canta y no llores…” Mientras el gentío nos inunda, me pregunto: ¿cuándo esa extraordinaria energía colectiva que nos absorbe podrá canalizarse para transformar México? Y me respondo: en una generación, mientras abrazo a mi hija y escucho al “Chícharo” atreverse a soñar. Y grito, por hoy, nada más, ¡“El Chucky” para presidente!