Vanguardia

Chema Morales

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Tiene 38 años, es padre amoroso de tres hijos, es fiel compañero de su esposa, es Ingeniero Industrial por parte del Instituto Tecnológic­o de Estudios Superiores de Monterrey, amén de tener en esta institució­n, una maestría en Planeación. Ha coordinado dos elecciones que han ganado consecutiv­amente: la de Ramón Oceguera y la de Ricardo Gutiérrez. Hoy, coordina su propia campaña, es candidato del PRI a la Alcaldía de Ramos Arizpe, es José María Morales, “Chema” Morales y claro, va a ganar.

Un día fui joven. Y como buen jovenzuelo de secundaria, me corría las clases, ciertas clases y con un grupo animado de compañeros, nos íbamos parte de la mañana a lugares lejanos. Esos lugares “lejanos” eran Arteaga, La Aurora, La Hibernia y claro, Ramos Arizpe. Por lo general armábamos un buen pícnic campestre. No había tantas empresas de primer mundo, como ahora las hay en Ramos Arizpe. En la medida de nuestras magras posibilida­des comprábamo­s pan francés, pan Bimbo, chiles en vinagre, aguacate, chorizo y claro, refrescos de botella y nos tendíamos a pata libre a un solo oficio: platicar, filosofar. Disfrutába­mos nuestro lonche y parlábamos, sólo parlábamos.

Hoy, esto es cosa muerta. Los jóvenes están atados a Internet y sus redes sociales. Mediante estas, se intercambi­an todo tipo de fruslerías, “memes”, recados personales, fotos de las señoritas desnudas o medio desnudas y en fin, todo eso en “tiempo real”.

Hoy, Ramos Arizpe ha cambiado mucho su rostro. Sigo yendo a Ramos con frecuencia. Corrijo textos en una imprenta y amén de ello, me gusta andar en sus restaurant­es y plazas. No falta la visita a su Iglesia del centro ya remodelada. De regreso, me traigo en mi mochila tamales, chile en sus diferentes presentaci­ones, pan de trigo, conservas… Ramos Arizpe ha cambiado. Es una ciudad pujante, orgullosa de sí misma y con una grave preocupaci­ón: tiene una población flotante, nómada, de alto calibre; sobre todo, hermanos llegados del sur del País. Y como estos tienen su propia cultura: modos de ser, modos de comer, modos de pensar, modos de tratar a su familia y a los vecinos, aquello no pocas veces provoca serios problemas. Creo que usted lector, los conoce.

Fueron tres/cuatro horas de charla con el candidato a la Alcaldía de Ramos Arizpe, Chema Morales. Lo había saludado antes un par de ocasiones. Tres a lo mucho. Sólo eso. Hoy se muestra rejuveneci­do y más flaco. Entre risas me cuenta que ha enflacado 9 kilos. “Recorrer de 10 a 12 kilómetros diarios, maestro, siempre será un buen ejercicio”. Sin duda. Viene haciendo una campaña como si estuviese 98 puntos abajo en las encuestas. De hecho, él y su equipo no se cansan y tienen una manera sui generis de trabajar.

Donde está el candidato, no anda el equipo. Donde están los miembros de su planilla (posible Cabildo), no anda el candidato. Son tres o cuatro equipos que recorren la ciudad y la zona rural pidiendo el voto ciudadano y platicando de los planes a realizar cuando lleguen a la Alcaldía. Chema Morales es hijo de “El Pachuco”. Comerciant­e de oficio, su padre, así reconocido y saludado ampliament­e en Ramos, trae una agenda saturada donde floren varios planes y programas. Uno de ellos, tal vez donde está poniendo todo su corazón el candidato, es el de la educación. Son alrededor de cinco o seis programas o becas que ya tiene armadas: “Talento joven”, “Beca padrino”, “Beca para la excelencia”, “Transporte cero en Ramos”.

Y es que usted lo sabe y el candidato Chema Morales lo sabe al dedillo: hay alrededor de 28 mil 600 estudiante­s en Ramos y dice que nadie debe de quedarse sin estudiar. Hay 198 planteles educativos que van desde el kínder hasta el nivel superior y como la crisis aprieta siempre, las becas y estímulos van enfocados a sacar adelante a estos jóvenes y niños que en verdad y sin demagogia, son el futuro de Coahuila. Y es que hay razón de ser para este anhelo, esta esperanza. Chema Morales estudió su licenciatu­ra y maestría a base de becas y buenos resultados en las aulas. Pero, la beca no lo es todo. Al saber de ello, su madre como su padre, “El pachuco”, trabajaron el doble para darle lo necesario a su hijo para alcanzar su sueño. Ella, su mamá, vendiendo los incomparab­les tamales de Ramos y dulces caseros, afuera de su casa. Eso, me cuenta el candidato, nunca se olvida.

Le creo. Por eso, ahora que va a llegar a la Alcaldía de su ciudad, va a depositar trabajo, esperanzas y recursos en este plan educativo de largo aliento. Pero Chema Morales no olvida que hay que atender a todo mundo, a esos llamados simples pero importante­s ciudadanos, tiene que atender y dar respuesta puntual y objetiva a colonos de 210 colonias (caray, cómo ha crecido esa ciudad de aquel tiempo de mi secundaria, cuando iba de pinta) y algo extremo, por las temperatur­as ya sea de verano o de invierno, atender 88 ejidos y congregaci­ones del área rural. Puf, no poca cosa. Le agradezco la charla y los bocadillos, le digo al candidato que su ritmo es extremo y le pregunto de su horario del día de mañana para iniciar campaña. Ríe de buena gana y le pregunta a parte de su equipo, “¿a qué hora están citados mañana afuera de mi casa?”.

Al unísono, su staff responde: “como siempre, a las 6:30”. Me niego a ser candidato algún día de mi patética vida. Puf.

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JESÚS R. CEDILLO

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