Compromiso ineludible
Es la oportunidad de vencer al enemigo: el abstencionismo
He seleccionado un fragmento de un cuento del notable Kahlil Gibran (1883 -1931), llamado “El rey de Sadik”, que hoy nos viene como anillo al dedo:
“Y el pueblo de Sadik estaba asombrado y había alegría en su corazón. Y cierto día los ancianos y jóvenes acudieron a rodear la torre del rey Sadik, clamando por él. Y el rey descendió con la corona en una mano y el cetro en la otra.
Y les habló diciéndoles: –Ahora ¿qué quieren de mí? Vean, les devuelvo lo que querían que yo tuviera. –Pero ellos gritaron: –No, no, tú eres nuestro legítimo rey. Limitaste esta tierra de víboras y aniquilaste a los lobos, y venimos a cantar nuestra acción de gracias. La corona es tuya en majestad y el cetro es tuyo en gloria. Entonces, les dijo el rey: –Yo no, yo no. Ustedes mismos son el rey. Cuando me consideraron débil y mal gobernante, ustedes mismos eran débiles e injustos. Y ahora el país marcha muy bien porque tal es nuestra voluntad. Yo no soy sino un pensamiento en la mente de todos ustedes, y no existo sino en sus acciones. Los gobernantes no existen. Sólo existen los gobernados, para gobernarse a sí mismos.
Y el rey volvió a entrar en su torre con su corona y su cetro. Y los ancianos y jóvenes siguieron cada cual su camino y se quedaron contentos. Y cada uno de ellos se imaginó a si mismo rey, con la corona en una mano y el cetro en la otra”.
NO HAY DEMOCRACIA
Fernando Savater en relación a la democracia es, al mismo tiempo, implacable e irrefutable: “no hay democracia mientras existan la miseria y la ignorancia; ambas excluyen al individuo del ejercicio democrático y deberían considerarse ilegales, al igual que la esclavitud”, y por ignorancia este filósofo la define como eso que “impide expresar nuestras demandas con claridad, escuchar las peticiones de los demás y valerse de la argumentación y la persuasión, y aquella que no posee más información que la que ofrece la página deportiva de los diarios”.
Por su parte, Octavio Paz acertadamente dijo que la publicidad juega un papel central en relación a esta filosofía política: “la democracia está fundada en la pluralidad de opiniones; a su vez, esa pluralidad depende de la pluralidad de valores. La publicidad destruye la pluralidad no sólo porque hace intercambiables a los valores, sino porque les aplica a todos el común denominador del precio. En esta desvalorización universal consiste, esencialmente, el complaciente nihilismo de las sociedades contemporáneas. Banal nihilismo de la publicidad: exactamente lo contrario de lo que temía Dostoievski”.
“Decir –continua el premio nobel– que todo está permitido porque Dios no existe, es una afirmación trágica, desesperada; reducir todos los valores a un signo de compra-venta es una degradación. Los medios tratan a las ideas, a las opiniones y a las personas como noticias y a éstas como productos comerciales”, el riesgo reside en el hecho que el bombardeo publicitario de los medios “estandarice” el razonamiento de los votantes, porque “nada menos democrático y nada más infiel al proyecto original del liberalismo que la ovejuna igualdad de gustos, aficiones, antipatías, ideas y prejuicios de las masas contemporáneas”.
Por estas razones (y otras más, como es el caso del papel que juega el poder del mercado) nuestra democracia, a pesar de los evidentes avances, es aún frágil, imperfecta, violenta y precaria, razón por la cual es obligación de que todos los ciudadanos nos formemos responsablemente en el ámbito cívico y participar, desde nuestras propias trincheras y según nuestras preferencias, en la búsqueda del bien común y la justicia social.
A PESAR…
Bertrand Russell dijo que la democracia fue concebida como un recurso para conciliar al gobierno con la libertad. Yo agregaría que también es el medio mediante el cual cada uno de los ciudadanos podemos “amigar” –gracias a la tolerancia– nuestros comunes puntos de vista y diferencias, con el afán de generar una versión mejorada, del presente y futuro, de nosotros mismos. De ahí que debamos decir sí al voto y no al abstencionismo, que optemos por el sufragio secreto, libre, responsable, respetuoso y, sobre todo, muy bien razonado.
Votar significa comprender que este es un ejercicio al mismo tiempo individual y colectivo, que le brinda a la propia democracia un espacio para perfeccionarse. Al ejercer este derecho estaremos siendo mexicanos responsables, que es una de las maneras de ser custodios de lo que hemos heredado de nuestros antepasados, del esfuerzo, de la sangre y del padecimiento de innumerables luchadores sociales, muchos de ellos hoy anónimos.
Votar es comprender eso que Churchill sentenció: “la democracia es el peor de todos los sistemas políticos, con excepción de todos los sistemas políticos restantes”.
ACTITUD INMORAL
Abstenerse representa una omisión ciudadana y una gravísima irresponsabilidad, significa haberse dejado secuestrar por el hartazgo, la apatía, la indiferencia y la violencia que desgraciadamente predomina en el ambiente.
No votar significa segregarse voluntariamente de un derecho, pero también de una obligación moral y del compromiso de construir la nación que requieren las nuevas generaciones y todos los que padecen injustica social, desigualdad y marginación. Por eso, el abstencionismo voluntario es una actitud inmoral.
Este 1 de julio el reto común será optar por vencer a un enemigo común: a ese abstencionismo que denuncia a una sociedad que ha decidido inclinarse hacia la mediocridad y la hipocresía. El desafío es desterrar a la irresponsabilidad.
En este contexto, al gobierno y a las autoridades electorales el País les exige brindar a los ciudadanos la seguridad para ejercer su voto en libertad. México los responsabiliza de todo el proceso electoral (antes, durante y después), que éste se desarrolle con transparencia, tranquilidad y confianza. Esto implica que ningún ciudadano sienta miedo por ir a votar, o se sienta presionado, o que los partidos intenten manipularlos o comprar su voto, porque estas circunstancias son incompatibles con la democracia.
TIEMPO PARA…
En la democracia los candidatos tienen tiempo para proponer, persuadir y convencer, pero el día de la votación tienen la obligación de respetar otorgando silencio, seguridad y tranquilidad a los votantes para que ejerzan libremente su personal decisión.
Para cerrar el círculo de la democracia, los ganadores deberán responsabilizarse de la confianza otorgada, y los no elegidos tendrán que asimilar su derrota con madurez (que si en verdad son personas demócratas no tendrían ningún problema de asumir la decisión de la mayoría).
Ellos han de entender que la competencia política requiere democracia, consecuentemente habrán de saber perder, pues en esto también consiste que México gane. Los “no ganadores”, desde la oposición, serán los responsables de contribuir a preservar el orden democrático mediante la responsabilidad que la “derrota” les confiere: saber ser oposición crítica y comprometida, prepararse para las próximas elecciones, apoyar y vigilar a los ganadores mediante propuestas honestas y propositivas, siempre salvaguardando el bien común, jamás provocando la violencia o sugerencias mercenarias.
Si nos empeñamos en construir una democracia genuina en estas elecciones, si cada ciudadano nos asumimos como personas demócratas; si en verdad comprendemos el sentido profundo de este concepto, si consideramos el sufragio personal como un compromiso ineludible, el resultado de este uno de julio será una ganancia neta para todo México.