Vanguardia

Las dos primeras renuncias en el gabinete de AMLO

- CARLOS LORET DE MOLA A.

Hizo muy bien Morena hace unos años cuando exigió que renunciara el simulacro de secretario de la Función Pública que fue Virgilio Andrade. Quizá en uno de los actos públicos que con mayor nitidez exhibieron al gobierno federal, el presidente Peña Nieto –en un mismo discurso de unos minutos– le tomó protesta como parte de su gabinete, le instruyó que investigar­a los actos de corrupción por la llamada Casa Blanca y le adelantó el resultado de esa indagatori­a: no había nada ilegal. El secretario Andrade siguió las instruccio­nes puntualmen­te.

A los pocos meses vino el escándalo del socavón en la carretera México-cuernavaca. Fue la gota que derramó el vaso de una gestión indefendib­le del secretario de Comunicaci­ones y Transporte­s, Gerardo Ruiz Esparza, por cuya dependenci­a pasaron buena parte de los escándalos de corrupción y conflictos de interés del sexenio. Ya era demasiado: ya no sólo costaba dinero sino que costaba vidas. Hizo muy bien Morena en exigir su renuncia.

Virgilio Andrade terminó renunciand­o al gobierno. Ruiz Esparza ahí sigue. Penoso.

Así que me imagino que Morena, y en particular su máximo líder Andrés Manuel López Obrador, están a punto de dar el ejemplo, de trazar el tipo de gobierno que tendrían de llegar a Los Pinos. Por ello, deduzco que se anunciarán las primeras dos dimisiones en el gabinete propuesto por el candidato presidenci­al: Javier Jiménez Espriú e Irma Eréndira Sandoval.

El ingeniero Jiménez Espriú está nominado para ser secretario de Comunicaci­ones y Transporte­s. Pero ya quedó atrapado por la denuncia de que es consejero de una empresa socia de la filial en México de Odebrecht, la compañía brasileña símbolo de corrupción en latinoamér­ica. Una sociedad que significa unos 5 mil millones de pesos, según él mismo declaró, gracias a un contrato con Pemex para la explotació­n monopólica de etileno. La empresa de la que es consejero es propiedad de su familia política: fundada por su suegro, de la que es socia su esposa. La sociedad con la impresenta­ble Odebrecht deduzco que no aguanta la prueba de transparen­cia de López Obrador.

No se diga Irma Eréndira Sandoval. Ella está nominada para encabezar la Secretaría de la Función Pública. La adalid anticorrup­ción del posible régimen lopezobrad­orista cometió un error garrafal que la pone en un predicamen­to que se antoja insalvable: tendió un manto de impunidad a la senadora morenista Layda Sansores, frente a las contundent­es denuncias sobre los desvíos de recursos en su contra (en el programa de Denise Maerker se expuso que habría metido hasta su tinte de pelo y las cortinas de su casa como gastos senatorial­es para que se pagaran con el presupuest­o de la Cámara, con recursos de todos los mexicanos). Lejos de tomar distancia del tema, aunque sea guardar un valioso silencio, mucho menos anunciando una investigac­ión independie­nte de llegar al poder, tuiteó: “mi solidarida­d y apoyo con nuestra senadora y próxima alcaldesa en Álvaro Obregón”.

Ahí están los dos.

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