La ciudad de los ahorcados
¿Qué tenía en común Juan Manuel de 44 años de edad residente de la colonia Fundadores, con Jesús B. de 36 años que vivía en Portal de los Agaves y Arnoldo R. de la colonia Morelos? Que todos ellos en Saltillo vivieron y murieron en Saltillo; que todos se suicidaron ahorcándose. A ellos se unió apenas ayer por la mañana un joven de 23 años que se quitó la vida del mismo modo en la colonia Nuevo Progreso. Fue la víctima número 45 de la ciudad y la 51 en la Región sureste, la mayoría ahorcados.
Somos la ciudad de los ahorcados, la urbe en donde decenas de víctimas de la depresión, creyendo haberlo perdido todo y sin esperanza alguna, sintieron que la vida para ellos se había convertido en una calamidad e imaginaron la muerte como un deber. Una compleja interacción de factores como enfermedades mentales y físicas, abuso de sustancias, conflictos familiares, pérdidas amorosas, falta de empleo y dificultades económicas, los llevaron a la última y más difícil de las decisiones que un ser humano puede tomar: acabar con su propia vida. Sobre esto, Albert Camus en su libro “El Mito de Sísifo”, dice que el único problema filosófico verdaderamente serio, es el suicidio, y que juzgar si la vida es o no digna de vivir es la respuesta fundamental a la suma de todas las preguntas filosóficas.
Pero este problema filosófico se ha convertido ya en uno de salud pública. Información de la Organización Mundial de la Salud (OMS) considera el suicidio como un problema grave de salud, pues cada año, en el mundo, 800 mil personas se quitan la vida. En México, durante el año 2015 (la estadística disponible) se quitaron la vida 6 mil 285 personas.
Pero detrás de estas cifras, está el dolor y la oscuridad para quienes decidieron acabar con su vida y el impacto brutal sobre las familias en términos del estigma y sufrimiento psicológico, aún más graves que el propio suicidio. Pero muchas de las personas que se suicidaron, también tenían una cosa en común: Lanzaron gritos de auxilio y no recibieron atención. La respuesta de siempre es organizar foros con “especialistas” en donde los mismos asistentes de siempre y reportar que existe una línea de ayuda marcando al a un número 01-800, al cual dudo que hayan marcado los suicidas ya sea por desconocimiento o porque no les importó.
Pero vuelvo a los foros, reuniones en donde se discute eternamente el problema con estadísticas que proyectan sobre una pantalla y mientras alguien explica las cifras, los demás se entretienen en el Whatsapp o Facebook. Por supuesto que la mesa con galletas y refrescos, la foto grupal y el boletín de prensa respectivo no fallan para que se sepa que se está haciendo algo.
Parecería que estamos frente a un problema de nula rentabilidad política y que los suicidios seguirán sin freno. En todo esto no pueden faltar los opinologos, personas doctas en el tema que usted elija. A ellos los he escuchado decir que el suicidio es un signo de debilidad, porque indudablemente es más fácil morir que soportar sin tregua una vida llena de amarguras. Que se trata pues de un hecho inevitable, así pues, que se mate el que quiera hacerlo… y lo hacen. 51 suicidios en Saltillo, Ramos Arizpe y Arteaga en el 2018, pero si sumamos Acuña, Nueva Rosita, Piedras Negras, Torreón y San Pedro, quizás estemos rozando los 100 suicidios. El año pasado la Fiscalía General del Estado reportó que en el 2017 sé registrado 178 muertes por suicidios, contra 162 por asesinatos. Pero aún no acaba junio, así que el pronóstico es que vamos a superar sin problemas los 200 suicidios en el año.
En lo personal creo que en las causas del suicidio, esta también la respuesta a como intentar disminuir su incidencia, que todos deberíamos poder hacer algo porque en estos momentos ¿Qué es un suicida? Su propio verdugo o la víctima los abusos de un sistema y una sociedad que los ha llenado de dificultades económicas, soledad y sufrimiento. Dejemos de perpetuar ese suicidio cotidiano que es la resignación y acaban son sus vidas en un acto quizás no tan personal pero si aterrador que el pensador alemán Immanuel Kant decía acerca de ello: “El suicidio no es abominable porque Dios lo prohíba: Dios lo prohíbe porque es abominable”.
Somos la ciudad de los ahorcados, la urbe en donde decenas de víctimas de la depresión, creyendo haberlo perdido todo y sin esperanza alguna, imaginaron la muerte como un deber