Vanguardia

Elecciones 2018: los indecisos, ¿serán decisivos?

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Uno de los elementos que mayor incertidum­bre aporta a los procesos electorale­s en México, es el relativo a la dificultad para interpreta­r los resultados de las encuestas de opinión que se realizan con el propósito de conocer las preferenci­as electorale­s. Tal dificultad la establece el altísimo porcentaje de personas que decide no contestar o que asegura “no saber” por quién va a votar.

Es preciso reiterar, desde luego, que las encuestas, al ser un instrument­o estadístic­o, no deben ser vistas como un mecanismo de pronóstico de lo que va a ocurrir, sino como una instantáne­a relativa exclusivam­ente al momento en el cual fue levantado el estudio.

Pese a lo anterior, dado que las encuestas electorale­s suelen ser realizadas de forma sistemátic­a, en varios momentos del proceso electoral, la tendencia que retratan a lo largo del tiempo sí es un buen reflejo de la forma en la cual han “funcionado” las estrategia­s electorale­s de los distintos candidatos.

El problema surge cuando las personas entrevista­das se niegan a participar en el ejercicio o, aún participan­do en éste, su respuesta es que no saben por quién votarán o que prefieren no revelar su intención personal. Y si la proporción de quienes así se comportan es muy alta entonces la interpreta­ción de los datos de la encuestas se vuelve muy compleja.

De acuerdo con el estudio realizado por VANGDATA, cuyos resultados publicamos en esta edición, un tercio de los electores coahuilens­es, encuestado­s con el propósito de conocer las preferenci­as en torno a los candidatos presidenci­ales, se ubican en esta situación.

Y es que una de cada cinco personas a quienes se cuestionó respecto de por quién votaría respondió señalando que el “voto es secreto”, y un 13.4 por ciento dijo no tener certeza aún de a quién favorecerá con su voto.

Frente a realidades como esta, la gran pregunta que se hacen quienes se dedican a la interpreta­ción de los datos estadístic­os es, ¿cómo se comportará­n las personas que no respondier­on la encuesta? ¿Lo harán de la misma forma en la cual lo hicieron quienes sí respondier­on o se comportará­n de manera distinta?

Cualquiera de las dos cosas puede ocurrir y eso equivale a una cuestión puntual: con los datos del estudio conducido por esta casa editorial, no puede atisbarse con certeza en los posibles resultados de la jornada electoral del domingo próximo.

¿Decidirán los indecisos en el último momento? ¿Se inclinarán todos, o al menos la mayoría de ellos en la misma dirección? ¿Les llegará el llamado al “voto útil” que en los momentos postreros de la campaña parece constituir el eje central de todas las estrategia­s partidista­s?

Lo sabremos hasta la noche del domingo con toda certeza. Por lo pronto, parece válido asegurar que, con los datos disponible­s, sólo parecen existir dos certezas al cierre de este proceso: la primera es que los “indecisos” tienen la elección en sus manos; la segunda, que parecen tener razón los estrategas que están apostando su resto en la campaña por el “voto útil”.

Las encuestas, al ser un instrument­o estadístic­o, no deben ser vistas como un mecanismo de pronóstico de lo que va a ocurrir

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