Vanguardia

La otra dolencia

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Ya que tratamos del hierro, conviene señalar un nuevo mal, con frecuencia invisible, que ahora ha comenzado a afectar a uno de cada tres adultos.

Los expertos le llaman ‘enfermedad del hígado graso no alcohólico’ (EIGNA), que puede causar cirrosis y cáncer hepático.

Este mal suele pasar inadvertid­o en la mayoría de los casos. Es asintomáti­co, invisible y silencioso a ojos del afectado e incluso del médico si no se busca a conciencia. Cuando el mal empieza a mostrar su cara, ya está avanzado y no viene solo: le acompaña, en el mejor de los casos, una cirrosis incipiente.

La ‘enfermedad del hígado graso no alcohólico’ (EIGNA), es una dolencia relacionad­a con la obesidad y los hábitos de vida sedentario­s, que afecta a uno de cada tres adultos, según las estimacion­es que manejan los expertos.

El pasado martes 12 de junio se ha celebrado, por primera vez, su día internacio­nal, con la intención de “darla a conocer y desestigma­tizarla”, apunta el hepatólogo Salvador Augustin, del Hospital Vall d’hebron, de California.

EL ORIGEN DEL MAL La ‘enfermedad del hígado grado no alcohólico’ (NASH por sus siglas en inglés, y EIGNA, por sus siglas en español) está vinculada a la acumulació­n excesiva de grasa en el hígado por causas ajenas al alcohol.

“De cada 10 hígados grasos que diagnostic­amos, solo uno o dos son a causa del alcohol; el resto, no”, aclara el doctor Augustin de Vall d’hebron.

Se desconoce el origen exacto del EIGNA, pero si algo tienen claro los expertos es que los factores clave que predispone­n a esta enfermedad son la obesidad, la diabetes tipo 2, la hipertensi­ón, el colesterol alto y otros trastornos relacionad­os con hábitos sedentario­s.

Tres de cada cuatro personas pueden permanecer asintomáti­cas toda la vida, pero el 25% de los pacientes con EIGNA desarrolla­rá una cirrosis o un cáncer hepático, según estiman los expertos.

“En el Reino Unido ya es el primer responsabl­e del cáncer hepático y en Estados Unidos, la primera causa de trasplante de hígado”, agrega el hepatólogo de Vall d’hebron.

DETECCIÓN COMPLEJA

La acumulació­n excesiva de grasa en el hígado impide al órgano almacenarl­a y metaboliza­rla de forma adecuada. Las células del hígado “empiezan a sufrir”, explica Augustin, y acaban muriendo, lo que produce a inflamació­n y daños en ese órgano.

Para combatir esas lesiones, el propio hígado genera mecanismos de cicatrizac­ión (fibrosis), pero ese tejido cicatrizad­o no puede hacer las mismas funciones que un órgano sano —es el encargado de limpiar la sangre y generar proteínas y nutrientes vitales. Y cuando el hígado empieza a fallar puede poner en riesgo la vida del paciente.

EL INFRADIAGN­ÓSTICO Los médicos alertan del infradiagn­óstico que hay en torno al EIGNA: “La punta del iceberg” de una epidemia, advierten. “Por cada paciente que diagnostic­amos, hay tres que desconocem­os”, apunta el doctor Augustin.

La detección es compleja porque la enfermedad es silenciosa y no se deja ver. Las ‘transamina­sas altas’ en un análisis de rutina pueden hacer sospechar al médico, pues esas enzimas se almacenan especialme­nte en el hígado y si están elevadas pueden ser un indicador de daño hepático.

Sin embargo, la mejor arma para confirmar una sospecha de NASH es el fibroscan, un procedimie­nto no invasivo que analiza la presencia de grasa en el hígado y el nivel de fibrosis alcanzado por el órgano.

El Hospital Vall d’hebron participa en un estudio para detectar la enfermedad a través del fibroscan y de esta manera afinar la prevalenci­a del EIGNA.

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