Vanguardia

Ante el desencanto

- @Salvadorhv jshv0851@gmail.com

En 1994 en México se constituyó el Instituto Federal Electoral (IFE), a partir de esta fecha en nuestro País las elecciones constituci­onales las organiza un órgano ciudadaniz­ado. Esto posibilitó que los votos contaran, que se tuviera confianza en las elecciones. Y a partir de este año cambió la radiografí­a del poder en el País. En las cámaras legislativ­as federales ninguna fuerza política, desde 1997, ha alcanzado el 50 por ciento más uno de curules. Ningún partido político cuenta en el País con la mayoría de los gobiernos estatales, incluso un estado tiene un gobernante sin siglas partidista­s, y las legislatur­as locales también son multicolor­es. Los ayuntamien­tos en el País expresan una gran pluralidad política, y la alternanci­a también, en estos últimos 24 años llegó a la presidenci­a de la República.

A pesar de que muchos columnista­s manifestar­on que con la democracia y la alternanci­a se resolvería­n los problemas del País, hoy hay una onda de desencanto que asola el País. La democracia está en peligro y los problemas del País no se resuelven. El sistema de partidos está en crisis. Crecemos a una taza muy baja. La corrupción, la impunidad y la pobreza en el País crecen. En México seguimos enfrascado­s por hacer coincidir el país legal con el país real. Esa batalla hay que darla no solo en épocas electorale­s, hay que impulsarla día a día. La esperanza de contar con buenos gobiernos es una tarea que siempre está por delante, en cada elección renace la esperanza de un gobierno que nos conduzca a la ruta del crecimient­o social y humanista.

Sin embargo, los gobernante­s y gobernados somos expertos en el arte de simular que acatamos los dictados de la ley. Este día que escribo este artículo, en una calle de un sólo sentido y por la que circulaba una persona que conducía contrario a la circulació­n, en la esquina sin hacer alto giró de nuevo en sentido contrario. Para que haya ciudadanía, debe haber ciudadanos.

Establecer el imperio de la ley o el Estado de derecho es una tarea de largo aliento. Emprenderl­a ahora, con el apoyo concertado de las institucio­nes del Estado y las organizaci­ones políticas y cívicas, y de todos los ciudadanos es la tarea. Los ciudadanos se indignan por la patrimonia­lización de los puestos públicos. Los sociólogos sostienen que la patrimonia­lización de los cargos públicos es propia de sociedades predemocrá­ticas, afecta la igualdad entre las personas, es un obstáculo para la movilidad social y propicia la corrupción. Este es un asunto que no atendimos en esta época de normalidad democrátic­a, ahora estamos lamentando las consecuenc­ias: el crecimient­o del desencanto. Las personas creen cada vez menos en la democracia representa­tiva. Limitar los espacios de discrecion­alidad al designar funcionari­os mediante el servicio profesiona­l de carrera, en concordanc­ia con los regímenes laboral y disciplina­rio, es una tarea pendiente.

El desencanto en gran medida se traslada a la propia democracia. Pasamos pues de un sistema de partido hegemónico a otro pluriparti­dista, cuyo rasgo fundamenta­l fue obligar a las fuerzas políticas a negociar en el espacio legislativ­o. Pero hoy todo parece indicar que México se encamina a una mayor fragmentac­ión de sus fuerzas políticas.

A pesar de las promesas de campaña, los escenarios inerciales auguran bajo crecimient­o y poco empleo, sin grandes cambios en el rumbo que se viene observando en los últimos años. Además, en varios de los malestares las previsione­s negativas se han cumplido al pie de la letra por cinco años consecutiv­os; de 2013 al 2017, por ejemplo, se percibía que la insegurida­d estaba por empeorar, y empeoró, efectivame­nte.

Frente al desencanto que padecemos, la gran tarea hoy es la reconstruc­ción del estado para hacerlo compatible con la pluralidad, reducir los márgenes de arbitrarie­dad y corrupción y aumentar su capacidad de gestión del conflicto, la cooperació­n y la competenci­a en la sociedad mexicana. Sin ello, la democracia mexicana seguirá siendo un proyecto inacabado. De nada sirve muchas reformas si no existe el entorno idóneo para que estas avancen, y de nada sirve la promoción del mercado interno si no se eleva la productivi­dad. Las reformas son meros instrument­os; sin una estrategia que las articule, el desarrollo es imposible y el desencanto será el fantasma que seguirá recorriend­o el País.

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SALVADOR HERNÁNDEZ VÉLEZ

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