Café Montaigne 65
Piglia murió a los 75 años, con una enfermedad la cual lo fue secando(...) Es devastador leer en una de sus últimas anotaciones, con titilante y anárquica grafía: ‘No puedo escribir’.
Creación y genialidad en la desdicha e infortunio. ¿Conoce usted algún final feliz en algún texto literario o musical, el cual le haya marcado en su vida? No. No los hay. Los finales felices son para Hollywood y su sociedad gringa en perpetua decadencia. Las grandes pasiones, las cuales terminan no pocas veces en tragedia, el cuerpo sucumbiendo ante una penosa y cruel enfermedad y el natural grito de reclamo, son los señuelos y destino a los cuales estamos atados y es imposible escapar de ello. Al final de cuentas se convierte en materia prima para el creador (pintor, músico, escritor). Antes de morir, Ricardo Piglia (2017), dejó escrito, mejor dicho, dictó en una entrevista: “La enfermedad me ha hecho descubrir la experiencia de la injusticia absoluta…”.
Piglia murió a los 75 años, con una enfermedad la cual lo fue secando: esclerosis lateral múltiple (ELA). Enfermedad la cual es famosa, al tenerla en su cuerpo el científico Stephen Hawking –ya unido a la eternidad también– y otro argentino como Piglia, el humorista gráfico Roberto Fontanarrosa. Al avanzar el padecimiento, se pierde la fuerza de los brazos, manos y piernas, luego llega la incapacidad para mantener el cuello erguido (como Hawking), entonces vendrá la incapacidad para comunicase: la pérdida de la palabra y, en el final, la deglución. A Piglia se le diagnosticó la ELA en septiembre de 2013. Murió en enero de 2017. Dejó para la posteridad en unos diarios/memorias el avance lento y penoso de la enfermedad. Dejó su rabia y aletazos de genialidad y cólera ante lo inevitable: la muerte. Dijo antes de morir: “¿Por qué a mí? Se pregunta uno, y cualquier respuesta es ridícula. La injustica en estado puro nos hace rebelarnos y persistir en la lucha”. ¿Por qué a mí? Pregunta Piglia. ¿Por qué me has abandonado?, con ojos vidriosos y en un madero, espeta antes de morir, Jesucristo, el de Nazaret.
Piglia empezó a escribir sus diarios en 1957. Cuando murió, eran 327 cuadernos de tapas negras invariablemente. Estos cuadernos se han transformado al día de hoy en tres tomos: “Los diarios de Emilio Renzi”. Los libros han sido un éxito de ventas en librerías. A lo cual, con cierta ironía y dolor, el escritor mexicano, el cual ha leído a Ricardo Piglia con morosidad y atención, el defeño Armando Oviedo Romero, me ha dicho con lógica y verdad, con su clásico y puntilloso sentido del humor macabro: “Lo anterior indica de un cierto gusto por el chisme y la vida personal, no la literatura de Piglia”. Parte tiene razón. Es devastador leer en una de sus últimas anotaciones en su cuaderno (la imagen está disponible en Internet, lo cual es agradecible), con titilante y anárquica grafía: “No puedo escribir”.
ESQUINA-BAJAN
¡Condenación eterna para cualquier escritor! ¿Cuál es la ocupación de un escritor? La palabra, ese ligero temblor y brisa entre la lengua y los labios. ¿Cuál es el poder de un escritor? Empuñar pluma o lápiz sobre papel blanco y dejar para la eternidad una frase, la cual nos puede hacer palpitar por siempre. Ya sin voz ni poder (fuerza) para sostener una pluma y escribir, Piglia se empeñó en luchar hasta su final. El último de sus libros (diarios) habla de esta lucha y de este día a día. Un lunes cualquiera pergeña en su cuaderno de notas: “Me he refugiado en la mente, en el lenguaje, en el porvenir. No puedo ya vestirme solo, así que me hecho confeccionar una capa”.
¿Lo notó? Escribió “el porvenir.” Lo dijo un condenado a muerte. Como condenado a muerte estuvo todo el tiempo en su vida un esquizofrénico, un maniaco depresivo como el holandés Vincent Van Gogh (1853-1890). No a pesar de ello, sin con ello, con semejante enfermedad (tenía trastorno bipolar, tenía alucinaciones: voces y visiones, padecía confusión y amnesia…) creó algunas de las obras más perturbadoras y bellas jamás creadas (pintadas) por un ser humano. Van Gogh pintó algunas de sus obras más señeras y conocidas, recluido… en el manicomio de Saint-remy.
La obra de arte se gesta en el dolor y en el sufrimiento. A pesar de tanto dolor y sufrimiento. En el Gulag ruso, Fedor Dostoievski estuvo alguna vez en su vida frente al pelotón de fusilamiento. Ovidio murió sólo y desarrapado en el exilio. Jean Genet desde la cárcel como Oscar Wilde, pergeñó parte de su mejor obra literaria. Séraphine Louis (1864-1942), francesa de nacimiento, comenzó a pintar a los 42 años. Al parecer, sin ningún conocimiento previo de esto. Su obra estaba siendo adquirida por un coleccionista de arte alemán, el mismo el cual había descubierto a Pablo Picasso, Braque y Rousseau. Se vinieron los horrores de la guerra y la gran depresión. En la miseria y en el olvido, Séraphine es internada desde 1932 en un hospital psiquiátrico, la invadió la locura. Allí, 10 años después, murió de hambre… sus pinturas son… véalas usted mismo.
LETRAS MINÚSCULAS
Hay una película sobre ella, “Séraphine” de Martin Provost de 2008… la desdicha forma y moldea al verdadero artista.