Vanguardia

Elección de representa­ntes con 12% de transparen­cia

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Se dijo a lo largo de toda la contienda electoral, pero el señalamien­to cayó, una y otra vez, en el vacío: quienes aspiraban a representa­rnos en los distintos cargos de elección popular no mostraban ningún compromiso con la transparen­cia, pese a que nadie duda en identifica­r como uno de los principale­s problemas del País a la corrupción gubernamen­tal.

Pasada la elección, contabiliz­ados los votos y, en muchos de los casos expedidas las constancia­s de mayoría, queda muy clara la razón por la cual nuestros políticos –particular­mente quienes ostentaron candidatur­as– no muestran mayor interés en ser transparen­tes: aun cuando se refugien en la opacidad los ciudadanos pueden votar mayoritari­amente por ellos.

En efecto, tal como se reseña en el reporte periodísti­co que publicamos en esta edición, tan sólo el 12 por ciento de quienes fueron electos en Coahuila como nuestros futuros representa­ntes –en el Senado, la Cámara de Diputados y los 38 ayuntamien­tos– considerar­on necesario poner a disposició­n de los ciudadanos sus declaracio­nes patrimonia­l, de intereses y fiscal.

Visto desde otra perspectiv­a, ¡88 por ciento de nuestros funcionari­os electos optó por la opacidad, y de todas formas votamos mayoritari­amente por ellos!

El recuento es digno de mencionars­e en forma reiterada: sólo uno de los tres senadores electos de la entidad hizo público su “3 de 3”; sólo uno de los siete diputados electos y apenas cinco de los 38 alcaldes, a quienes ayer comenzaron a entregarle­s sus constancia­s de mayoría.

¿Era un proceso complejo? ¿Implicaba invertir una gran cantidad de tiempo? ¿Resultaba costoso? ¿Se carecía de un mecanismo puntual para mudarse de la opacidad a la transparen­cia? ¿Hubo poca informació­n disponible respecto de la existencia de iniciativa­s en este sentido?

La respuesta precisa, clara, contundent­e a cada una de las preguntas anteriores es un rotundo no. Como se ha dicho, lo único que los aspirantes a un cargo de elección popular debían hacer era digitaliza­r y subir a un portal web documentos que entregaron como parte del expediente, con el cual cumplieron los requisitos para que su candidatur­a fuera registrada.

Para concretar el proceso tan sólo hacía falta voluntad y compromiso con la transparen­cia, con el combate eficaz a la corrupción y con el sistema de rendición de cuentas.

Las preguntas resultan obligadas:

En primer lugar, ¿es posible esperar honestidad y rectitud, en el ejercicio de los cargos públicos, por parte de individuos que siendo candidatos no estuvieron dispuestos a hacer algo tan simple, como poner a disposició­n del público documentos que ya habían entregado a las autoridade­s electorale­s?

En segundo lugar, el cinismo de nuestros candidatos, ¿constituye un reflejo de lo que somos como sociedad? Es decir, ¿los candidatos se comportan de esta forma porque saben que a los ciudadanos no nos importa realmente la transparen­cia y la honestidad?

El hecho de que hayamos electo, en una proporción tan abrumadora, a individuos opacos, pareciera proporcion­ar evidencia en el sentido de que la segunda pregunta debe ser contestada en forma positiva.

Triste realidad la nuestra, si eso es así.

Para concretar el proceso tan sólo hacía falta voluntad y compromiso con la transparen­cia, con el combate eficaz a la corrupción y con el sistema de rendición de cuentas

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