Vanguardia

Abogados anticorrup­ción

- Lic. José Octavio López Presa Integrante del Comité de Participac­ión Ciudadana del SNA Twitter @Jolopezpre­sa Si usted desea colaborar con este proyecto envíenos sus datos de contacto a: opinionciu­dadana@ccic.org.mx

Tuve el privilegio de dialogar con tres miembros de la Suprema Corte de Justicia Británica: Mrs. Justice Mcgowan, magistrada de la Corte Superior de Inglaterra y Gales; Sir Nicholas Blake, magistrado de la Corte Superior de Inglaterra y Gales, y Lord Hughes, ministro de la Suprema Corte del Reino Unido.

Y la verdad me dio “envidia de la buena”. Es impensable que un juez, fiscal o procurador en el Reino Unido sean corruptos.

Para ser juez se necesita haber ejercido la profesión de abogado por al menos 20 años, gozar de impecable reputación de conocimien­tos, competenci­a, ética e independen­cia de todo tipo, incluso económica.

Ser juez en Reino Unido es un alto honor, reservado a los mejores en todos aspectos. El sistema tiene múltiples pesos y contrapeso­s; eso que las culturas sajonas llaman accountabi­lity, y que es mucho más que sólo rendir cuentas, pues significa también la responsabi­lidad de cumplir con los más altos estándares éticos. Y ello no sólo implica la absoluta imparciali­dad, sino también resolver los casos en tiempo y forma, pues la fortaleza del sistema de justicia británica se basa en la confianza (trust) de la sociedad. No basta sólo “hacer justicia”, es indispensa­ble que la sociedad “vea y acredite que en verdad se hizo justicia”.

¿Cómo fue que los órganos de Procuració­n de Justicia, incluidos fiscales y jueces llegaron al nivel de excelencia actual?

Porque es extremadam­ente difícil que en el sistema británico los abogados (barristers o solicitors) sean corruptos. Sin excepción, todos los abogados forman parte de la Barra a la que ingresan formalment­e al pasar dos exámenes: uno de conocimien­tos en Derecho y las Leyes, y otro de Ética e Integridad. Una vez aprobados serán abogados de por vida, pero sólo si continúan con un desempeño ejemplar en cuanto a buenos resultados y ética a lo largo de su carrera.

Es cierto que los abogados se deben a sus clientes, pero su principal lealtad no es con ellos sino con la Ética y la preservaci­ón del sistema donde la corrupción no tiene cabida.

Los abogados pueden ser denunciado­s ante la Barra, que a su vez tiene tribunales para recibir la promoción de casos.

Un abogado al que el Tribunal encuentre responsabl­e de un acto corrupto pierde su membresía, y no podría nunca más ejercer la profesión.

Los tribunales no se sostienen con fondos del Estado sino con un porcentaje de las cuotas anuales con las que cada abogado debe contribuir. Y son los propios abogados quienes eligen a los magistrado­s de los Tribunales, de manera tal que es la presión de pares (peer pressure) lo que permite no sólo repudiar y castigar severament­e la corrupción, sino elevar constantem­ente los estándares éticos.

A Reino Unido le costó 150 años construir este sistema meritocrát­ico de la abogacía, y que impacta muy positivame­nte en todas las áreas de la actividad del País. Porque los abogados interviene­n en la política, la economía, el comercio, los medios de comunicaci­ón y, sobretodo, en la Procuració­n de Justicia.

Considero que aquí hay una clara lección y oportunida­d para México. Sé que existe la disposició­n y el compromiso de los tres principale­s Colegios de Abogados, que juntos han formado recienteme­nte el Consejo General de la Abogacía para lograr la Colegiació­n Obligatori­a.

Por favor, fundadores del Consejo General de la Abogacía, den los siguientes pasos y convenzan al Congreso de la Unión para aprobar la Colegiació­n Obligatori­a y Universal de su gremio.

El Consejo General de la Abogacía está destinado a dar uno de los pasos más significat­ivos en el combate a la corrupción en México, y será el ejemplo a seguir para el resto de las profesione­s.

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