Vanguardia

Se los dije…

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La vida, para mí, es sencilla. Tan sencilla, que en mi caso, raya en lo primitivo. Tal vez estoy equivocado al jugármela así, de este modo; pero insisto, es mi vida y nuestra vida está hecha de decisiones diarias. Agradezco que usted me lea y atienda estas letras y claro, usted halaga mi vanidad y ego, cuando recuerda lo aquí escrito y me dice, “sí, usted tenía razón al escribirlo con suficiente tiempo”. ¿Por qué siempre arriesgo en mi tirada de naipes en materia política? Por lo anterior escrito: soy muy primitivo, y como nunca tengo nada qué perder porque me da igual quién gane en la urna, pues sólo observo, cuadro mi puzle, se lo doy a conocer a usted en este generoso espacio de VANGUARDIA, nunca me baso en encuestas, datos duros, estadístic­as y toda esa basura que distrae y apendeja; sólo observo y tiro mi cubilete… y claro, es cuando entonces dejo caer esta columna que siempre, siempre la titulo de la misma manera pasando elecciones: Se los dije…

Se los dije con suficiente tiempo aquí: no iba a ganar, no; iba a arrasar en la urna el cowboy urbano, Manolo Jiménez. Ganó. El joven priista y alcalde de mi ciudad, con su avasallado­r triunfo, ha desapareci­do a la clase panista de la entidad. De un plumazo, ha borrado a cuanto monaguillo le echaron encima: le ganó a Esther Quintana, borró la infame y pésima gestión de Isidro López (le tuvo miedo, se rajó de contender contra él y abdicó); le ha ganado a Carlos Orta, le ganó a Oscar Mohamar quien dejó al PAN para emigrar a otro partido que hoy por la ola coyuntural, está arriba. ¿Quién se le pondrá enfrente? Manolo Jiménez es el mayor naipe en la baraja política estatal rumbo a la gubernatur­a de Coahuila. Su rendimient­o en la urna sigue manteniend­o vivo a un Gobernador lagunero asfixiado que en su tierra, nadie lo quiere.

Le dije que iba a ganar José María Morales, Chema Morales ganó Ramos Arizpe, por lo cual el famoso eje sureste: Saltillo, Ramos Arizpe y Arteaga (Everardo Durán) son el granero de votos para el PRI y claro, es el eje de la gobernanza y motivacion­es políticas de largo aliento. Sigue recayendo en esta porción del Estado, el insuflar esperanza, inversión y calidad de vida a la mayor población conurbada. Monclova y Torreón quedaron en manos de panistas los cuales ven pasar la vida frente a sus ojos. Fueron malos resultados para el partido que huele a mirra y mortaja los cuales y en un día, dejaron ir posiciones políticas las cuales les habían costado lustros de lucha. Morena en apenas 4 años de estar constituid­o como partido, les arrebató todo. Como ínsula queda Manolo Jiménez, quien es el más alto activo político hoy. El voto es afectivo y contra el cowboy urbano no hay defensa posible. Chema Morales trabajó arduamente para estar donde está. Se lo dije con tiempo. Y sucede cosa curiosa en el PAN tanto de Saltillo, como de Ramos Arizpe. Dominado el partido azul por clanes familiares como los López Villarreal, los Saro, Zermeño, Anaya, los ciudadanos se han dado cuenta una y otra vez que no son iguales a los del PRI, no; ¡son peores! En todos los sentidos. Justo cuando terminaba la campaña electoral, mi amigo al cual despojaron de la candidatur­a en el PAN, el aguerrido Héctor Horacio Dávila, demandó al panista Ernesto Saro por peculado: cuando éste fue alcalde de Ramos en 2003, invirtió 13 millones de pesos en terrenos que son propiedad de Inmobiliar­ia Capellanía (de Saro). Se están aclarando las cosas. Por cierto, Saro va a ser Regidor por default, pero ¿sabe quién es su suplemente en el organigram­a? Jacobo Zertuche, hermano de la extesorera de Isidro López, de triste recuerdo en Saltillo, Rosy Zertuche.

Usted lo sabe, no creo en caravanas, manifestac­iones ni cosa parecida. A tanto fulano junto, sólo se les puede ocurrir una bellaquerí­a o una estupidez. Es intrascend­ente que se hayan reunido un día para protestar 40 mil, 50 mil o 60 mil fulanos por el robo de la gubernatur­a que les hizo Miguel Ángel Riquelme en su momento. Eso es sólo anecdótico, para que los historiado­res de sangre azul, como Carlos Manuel Valdés, lo sigan repitiendo una y otra vez. Es intrascend­ente que el maestro Javier Sicilia haya marchado desde Cuernavaca en su momento y haya juntado más de 100 mil almas en la plancha del Zócalo capitalino. Eso es anecdótico, sólo para que se escriban libros al respecto de movimiento­s que han “cimbrado al país”.

Yo creo en los versos de William Shakespear­e: “Quien busca una cosa y no se aprovecha cuando se la ofrecen, no la encuentra ya nunca”. ¿Dónde quedó Guillermo Anaya luego de la marcha de los 60 mil en Saltillo y Torreón? ¿Es Anaya, el célebre “memoches”, el líder de ese movimiento que en dos días capituló? Hoy ni líder ni comparsa. Nada. Perdió en la urna en su fórmula rumbo al Senado. Y también perdió y puede ser su tumba política, Jericó Abramo Masso, el saltillens­e que hizo el trabajo para que la lagunera Verónica Martínez llegue al Senado por default. Puf. En Morelos, las marchas como aquí, son flor de un día. Le dije que iba a ganar ese tipo deslenguad­o que no ha leído tal vez un libro en su vida ni lo necesita, Cuauhtémoc Blanco. Ganó. ¿Y el movimiento de los 100 mil del monje Raúl Vera y Sicilia?

Lamento escribir mi frase lapidaria: se los dije… Y aquí va mi coda. En cinco años, la gubernatur­a será el siguiente duelo bajo el sol: El cowboy urbano vs. el niño azul. Fin. www. vanguardia. com.mx/ diario/ opinion > El fortalecim­iento de la Defensoría Pública > Ganar una elección, fabricar un presidente > Ver hacia adelante Llegó el número uno y se presentó a sí mismo: —Soy el número uno. Me atreví a preguntarl­e si realmente lo era, pues he conocido a otros uno, entre ellos un tango. Me contestó:

—Quien diga que es el número uno está mintiendo. Yo soy el número uno, el único auténtico y verdadero. Lo reté: —Si es usted el número uno dígame esto: en el número 1111111111 ¿cuál de los unos es usted? Noté que se desconcert­ó. —Necesitarí­a mirarlos con más calma –dijo–. Pero estoy seguro de que yo soy el número uno.

Ya no quise discutir. ¿Qué caso tiene argumentar con quien dice ser el número uno? Le dije “Mucho gusto”, y me alejé. Desde entonces cuando conozco a alguien que dice ser el número uno le digo: “Mucho gusto” y me alejo.

¡Hasta mañana!...

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JESÚS R. CEDILLO
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