El que vino primero
Es difícil imaginar nuestra soledad en el universo. Nos rodean miles de millones de galaxias con miles de millones de sistemas solares y sus correspondientes planetas, y todos, hasta los más cercanos, a distancias prácticamentte inalcanzables.
La única nave espacial que ha salido del sistema solar (manteniendo el contacto con la Tierra) es la Voyager 1, y le costó 35 años viajando a 60 mil kilómetros por hora, llegar a las proximidades de la estrella más próxima en su camino.
Este vacío extraordinario que nos rodea da idea de lo sorprendente de la visita que los astrónomos descubrieron el 19 de octubre del año pasado. Ese día, un telescopio robótico de Hawai diseñado para detectar objetos con probabilidades de chocar con nuestro planeta, identificó lo que parecía un cometa desconocido desplazándose entre las órbitas de la Tierra y Marte.
Una observación más detallada del objeto reveló que no tenía una cola como cabría esperar y que en realidad se trataba de un asteroide alargado como un pepino, de 800 metros de largo y 80 de ancho.
La sorpresa llegó cuando se pudo calcular su órbita y su velocidad: su origen estaba, con certeza, fuera del Sistema Solar. O sea qu e el objeto había recibido un empujón gravitatorio que lo había expulsado del entorno de la estrella donde se originó, hace millones de años. Los investigadores le llamaron
Oumuamua, un nombre hawaiano que significa ‘el mensajero que llegó primero’.
La naturaleza de Oumuamua aún requiere de más trabajo para ser bien comprendida, pero un equipo internacional de investigadores acaba de presentar en la revista Nature un reporte en el que plantean que, como se pensó en un principio, el objeto interestelar es en realidad un cometa. (Daniel Mediavilla/ © Ediciones El País, SL. Todos los derechos reservados)