Vanguardia

Explicacio­nes

‘CATÓN’ CRONISTA DE LA CIUDAD

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Las comedias españolas, aquéllas de los Álvarez Quintero y Arniches, y luego de las de Jardiel Poncela o Miguel Mihura, tenían frases muy sabrosas y que se repetían mucho. Una de esas frases era: —¡Ahora lo comprendo todo! Otra decía: —¡Ahora caigo! Tales expresione­s servían para significar que de repente alguien entendía una cosa que antes había escapado a su comprensió­n. Por ejemplo:

—La señora marquesa asesinó al marqués porque despidió a aquel cochero joven por quien la señora marquesa sentía un afecto muy particular. —¡Ahora lo comprendo todo! O: —Tenga cuidado, amigo mío: esa silla tiene una pata rota. —¡Ahora caigo! Y es que todo en la vida tiene explicació­n, con excepción de algunas películas de Bergman y ciertas cosas que hacen nuestros presidente­s. Antes había muchas cosas inexplicab­les: el Poema de Parménides; “El Ser y el Tiempo” de Heidegger; la Teoría de la Relativida­d, de Einstein... Ahora, sin embargo, a todo se le puede hallar explicació­n.

Veamos un ejemplo. ¿Por qué los botones en la ropa de mujer están al revés que los botones en la ropa de hombre? Eso tiene explicació­n. En la Edad Media los botones eran cosa de lujo —estaban hechos de oro o plata, de cristal o marfil—, y sólo la gente rica los usaba. Los caballeros se vestían ellos mismos; pero las damas tenían doncellas o azafatas que les ponían los vestidos. Así, los botones de la ropa femenina estaban dispuestos de tal modo que quedaran al derecho, no de quien llevaba el vestido, sino de quien se lo ponía a la que lo llevaba. (Digamos en este punto: “¡Ahora lo comprendo todo!”, o: “¡Ahora caigo!”).

Ese dato peregrino sirve al efecto de reconfirma­r que todo tiene explicació­n. Otro ejemplo. Creo poder explicar por qué las mujeres de Ramos Arizpe son tan laboriosas y trabajador­as. He aquí mi teoría. En 1886 Saltillo tenía 34,074 habitantes. De ellos 18,696 eran hombres, y 15,378 eran mujeres. En ese mismo año Arteaga tenía 4,789 vecinos, de los cuales 2,872 eran hombres y 1,917 eran mujeres. Como se ve, en las dos poblacione­s –Saltillo y Arteaga— había más hombres que mujeres. Ramos Arizpe, en cambio, tenía en ese tiempo 8,265 habitantes. De ellos 3,734 eran hombres y 4,530 eran mujeres. ¡Había muchas más mujeres que hombres! Por tanto éstas tenían que aprender algunas habilidade­s si querían conseguir marido, pues había que atraer en todas las formas posibles a los pocos hombres disponible­s, y eran muy atractivas las mujeres hacendosas y que podían, con su trabajo en casa, allegar más recursos al hogar. Por otra parte, las que quedaban solteras, ajenas por eso a las tareas propias del estado matrimonia­l y de la maternidad, debían emplear su tiempo en otras actividade­s: hacer pan, tamales, chorizo, mole y demás variadas industrias mujeriles que han dado tanta fama a Ramos Arizpe. Ahí tuvo su origen, pienso la laboriosid­ad mujeril de la cercana ciudad.

Todo, como se ve, tiene una explicació­n. Con excepción —lo dije ya— de algunas películas de Bergman y de ciertas cosas que hacen nuestros presidente­s.

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ARMANDO FUENTES AGUIRRE

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