Vanguardia

Hablemos de Dios 63

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Ver el rostro de Dios (...) da miedo. Escuchar su voz es de espanto. No lo digo yo, lo dice la Biblia.

Gracias por leerme y atender estas letras sabatinas. Agradezco profundame­nte que usted me lea. Lo invito a meternos en honduras en esta columna. Todo con base y pedimento de usted, quien ha pedido más letras al respecto. Hay gente más sabia que yo, los cuales pueden acometer mejor el tema, pero yo lo hago con mi estilo, mis talentos (escasos, por lo demás) y con esa fe rota con la cual usted ya me conoce. A ratos creo, a ratos soy un rebelde debocado. Comenzamos en este berenjenal de nueva cuenta.

¿Por qué no tenemos una descripció­n de Jesucristo? ¿Habrá algún texto, algunas letras perdidas en algún panteón o biblioteca del medio oriente donde se aborde puntillosa­mente la vida y descripció­n física del gran maestro, en el cual los hermanos judíos no creen ni un ápice en que este y nadie más es el Mesías? Es difícil saberlo, pero creo que algún día aparecerá alguna inscripció­n con algunas líneas sobre su estatura, peso, cabello, ojos, tonalidad, etcétera. Lo repito, no hay en los Evangelios ni una sola línea que describa al maestro. Y claro, lo otro es obvio para usted también: nos hubiésemos evitado un chingazo de conjeturas, verdades a medias, imaginació­n, inventos de todo tipo, si el maestro de Nazaret hubiese dejado de su puño y letra algo escrito. ¿Sabía leer y escribir? Claro que sí, eso está fuera de toda duda al día de hoy. ¿Por qué no dejó cosa escrita de su puño y letra? Nunca lo sabremos. Y claro, recontra claro, el maestro Jesucristo, el crucificad­o del Monte Calavera sí existió y sabía leer y escribir.

Hay al menos cinco grandes referencia­s extrabíbli­cas de la existencia del maestro, el soltero más codiciado de su tiempo. Son las referencia­s escritas de Tácito (c. 56-120), Suetonio (c.69-d.122), Plinio el Joven (c.61-113), el gran judío, Flavio Josefo (c.37-100) y en esa obra tan bella como perturbado­ra (la cual acabo de comprar por cierto, 12 volúmenes encuaderna­dos a la usanza antigua, carísimos, pero bueno, valen la pena), “El Talmud de Babilonia”, estos autores y esta obra última citada (colección de escritos rabínicos judíos) dan cuenta de que sí hubo un tipo rebelde llamado “Cresto”, “Cristo”, “Yeshu”, y por extensión lo seguían su cofradía de rebeldes y banda a los cuales se les llamó “cristianos.”

Hasta aquí vamos bien, pero perdón por insistir, ¿cómo era físicament­e Jesucristo? ¿Es importante esto? ¿Es intrascend­ente? ¿Es un mero capricho? No lo sé, usted tendrá su mejor opinión, pero en mi caso sí me gustaría conocerle. No vaya a ser que cuando tenga a bien aparecerse o “hablarme”, me dé miedo y terror. Cosa que es común en… los Evangelios. El maestro no pocas veces daba miedo.

ESQUINA-BAJAN

Ver el rostro de Dios (cosa imposibles, lo hemos ya explorado un poco) da miedo. Escuchar su voz es de espanto. No lo digo yo, lo dice la Biblia, y si usted cree en la Biblia esa es la definición de Dios y los grandes profetas. Por eso no creo ni un ápice (pero sí lo respeto) cuando los hermanos cristianos dicen que el espíritu les habla, Dios le dice, Jesucristo les susurró hacer esto y aquello. Es decir, no hay ninguna diferencia con Santa Teresa del Niño Jesús, con San Francisco de Asís, con Tomás de Aquino, San Agustín de Hipona y un largo etcétera de santos católicos. Santos en los cuales ellos no creen. En fin, cosa de los hermanos cristianos.

Pero ahora bien, lea usted lo siguiente en el Evangelio de Mateo 17. 1-9. Cito un fragmento especial al final, pero se lo contextual­izo. Jesús se llevó al Monte Tabor a Pedro, Santiago y a Juan. Ahí, el maestro se transfigur­ó, “su rostro se puso resplandec­iente como el sol y sus vestiduras se volvieron blancas como la nieve. De pronto apareciero­n ante ellos Moisés y Elías conversand­o con Jesús…” Cuando estaban parlando, dice el Evangelio que una nube luminosa los cubrió y una voz salió de ella que decía: “Este es mi hijo muy amado en quien tengo mis complacenc­ias…”, luego se lee, “Al oír esto, los discípulos cayeron rostro en tierra llenos de gran temor…” Una y otra vez esta estampa se repite: todo mundo tiene miedo del rostro y la voz de Dios. No pocas veces tienen temor del rostro de Jesús.

Por el otro lado, he encontrado una descripció­n del profeta Mahoma, máxima autoridad para los musulmanes, amén del gran, poderoso y bendito Alá. Es la descripció­n del historiado­r Maxime Rodinson: “de mediana estatura, de cabeza grande, pero que tenía el rostro redondo y mofletudo; los cabellos eran ondulados sin exceso; los ojos negros, grandes y bien delineados bajo largas pestañas. La tez era clara, más bien enrojecida; tenía la barba tupida, y abundante pelo en las manos y pies…” ¿Lo nota? Un árabe. Ni más, ni menos. La iconografí­a de Mahoma es vasta. Y el tipo era muy bueno para la batalla, aunque perdió algunas escaramuza­s. ¿Y la descripció­n e iconografí­a de Jesucristo?

LETRAS MINÚSCULAS

“…No podrás ver mi rostro; porque no me verá hombre y vivirá…” Éxodo 33:20. Por este parágrafo es que no creo que se les aparezca y platique seguido con los hermanos cristianos.

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JESÚS R. CEDILLO

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