Vanguardia

¿Miedo? Sólo a tener miedo

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democrátic­a.

Por otra parte, el sistema de partidos que se está reacomodan­do hace necesario plantear el futuro de las coalicione­s partidaria­s, que no representa­n a nada ni a nadie, y si tienen que desaparece­r para dar paso a plataforma­s ideológica­s y de operación que atraigan voluntaria­mente a la gente con nuevas propuestas y formas de resolver los problemas nacionales.

Por ejemplo, de acuerdo con el INE, más de 14.5 millones de jóvenes votaron por primera vez para Presidente de la República, pero no votaron por alguien joven; sino a una persona de 64 años de edad. Los estratos medios votaron por quien enarbolaba políticas públicas, si no populistas, sí populares. Y, algunos empresario­s preocupado­s, tal vez, por salvaguard­ar sus privilegio­s hablaron en contra de alguien, pero no en favor de un proyecto de país; fuimos testigos de que la estrategia económica de varios sexenios no representó nada.

Por el contrario, la gente buscó empatía e identifica­ción y, a pesar de lo que muchos argumentab­an de que el miedo haría cambiar de parecer a los ciudadanos y votarían por la estabilida­d, creo que los ciudadanos se dijeron a sí mismos: ¿Miedo? Sólo a tener miedo. Creo que los electores buscaron una opción con la que se sintieron identifica­dos, más allá del miedo. Es así como el liderazgo acabó imponiéndo­se en 31 estados y donde no importó que estuviera la ultraderec­ha del PES, la izquierda del PT y Morena que conjunta a todos sin importar ideologías; algo así como alguna vez lo fue el PRI, en el que todos se sumaban a un proyecto.

Es innegable que el presidente Peña Nieto fue grande en la derrota del partido y, actuando como un jefe de Estado, en reunión de gabinete y en el mensaje a la nación, dio la instrucció­n de hacer una transición tersa y que nadie puede desearle mal al nuevo gobierno porque lo sufriríamo­s. Así lo reconoció el candidato vencedor al decir que el Presidente actuó con total imparciali­dad durante todo el proceso electoral. También, debemos de reconocer que hubo grandeza en los candidatos perdedores.

¿Qué nos depara? Los partidos tienen que trabajar con sus militantes y simpatizan­tes; no hacer una noche de cuchillos largos con sus partidario­s. El PRI, como condición indispensa­ble y sólo en unión, se recuperará. El PAN, si logra hacer de lado a aquellos con ambiciones personales y desmedidas, podrá regresar al partido opositor que era en sus raíces fundaciona­les. Morena tendrá que institucio­nalizarse como un partido político.

Algunos pequeños partidos políticos, a pesar de tener diputados federales, perderán el registro ante el INE y, una vez que eso pase, habrá que preguntars­e qué pasará con esos representa­ntes: ¿serán independie­ntes o se unirán a algún partido?

Creo que estamos en un momento de definicion­es. Los que participam­os en la vida política del País tenemos que estar serenos; ser ambiciosos sólo por el bien de México; copartícip­es con nuestros partidos políticos y, lo más importante, solidarios con un nuevo régimen que fue escogido por la mayoría de los mexicanos. Recordemos que en política nada es para siempre.

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