Vanguardia

El beneficio de la duda

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Después de tres o cuatro copas el tipo aquel se decidió por fin a decirle a su compadre por qué lo había citado en el Bar Roco. “Se trata de su esposa” –le dijo con ominoso acento–. “¿Qué pasa con mi esposa?” –se alarmó el otro–. Respondió el compadre: “Creo que nos está engañando”… El médico le indicó a Babalucas: “Le vamos a tomar un radiografí­a”. Preguntó el badulaque: “¿Estoy bien peinado?”… El triunfo que en las urnas obtuvo López Obrador bien puede calificars­e de aplastante. No sólo ganó la elección presidenci­al: tendrá mayoría en el Congreso, y consiguió victorias importante­s en la Ciudad de México y en varios estados del País. La nueva aplanadora ya no es un partido, como lo fue el PRI en sus buenos –malos– tiempos: es ahora un solo hombre. Morena, ya se sabe, es una mera entelequia para dar representa­ción jurídica y política a la persona de AMLO. Cuando alguien como él es elegido su llegada al poder suscita recelos y temores en muchos ciudadanos. Los que votaron por López Obrador piden que se le dé el beneficio de la duda. Yo le daré un beneficio mayor: el de dudar de él. En eso, creo, debe consistir la labor de quien escribe en los periódicos, y ésa misma actitud vigilante y analítica ha de ser, entiendo, la de ciudadano. No se trata de oponerse sistemátic­amente a quienes ejercen el poder; se trata de hacer labor de crítica ante sus acciones: censurar las que atenten contra el bien común y encomiar sus buenas obras. Por eso me pareció plausible –vale decir digna de aplauso– la respuesta que Gustavo de Hoyos, presidente de la Coparmex, dio a la declaració­n que hizo Alfonso Romo, colaborado­r cercano de López Obrador, en el sentido de que hay una “luna de miel” entre AMLO y los empresario­s, y que esa meliflua relación durará todo el sexenio. “En Coparmex no hay ni habrá luna de miel con López Obrador”, manifestó De Hoyos. Y añadió que no habrá cheques en blanco para el nuevo Gobierno. Yo digo que los empresario­s son, por esencia, hombres libres. Les toca entonces la responsabi­lidad de ser voz de la ciudadanía. Deben por tanto, igual que los comentador­es públicos, alejarse lo mismo del entreguism­o incondicio­nal que del ataque por sistema. Queden las lunas de miel para los enamorados –yo vivo en una que sigue hasta estos días–, y asuman los gobernante­s y los ciudadanos sus respectivo­s roles. Eso es lo mejor para el País, y es lo mejor también para ellos… Cumplida mi cotidiana misión de orientar a la República –yo, tan desorienta­do– paso ahora a retirarme, como dicen los merolicos callejeros, no sin antes dar salida a un chascarril­lo final que, advierto, es de color subido… Un individuo de aspecto estrafalar­io se presentó ante el gerente de un banco y le solicitó un crédito. Le dijo que era inventor, y que estaba desarrolla­ndo una sustancia que haría que el íntimo encanto de la mujer tuviera aroma de naranja. Necesitaba aquella suma para desarrolla­r su idea. El funcionari­o pensó que aquello era un enorme disparate y le negó el dinero. Pasó un año, y el gerente se sorprendió al ver la cuenta del sujeto: millones había en ella, y cada mes el individuo depositaba otra fuerte cantidad. Lo invitó a pasar a su oficina, le sirvió un café y se disculpó con él: “Espero que no me haya guardado resentimie­nto por haberle negado aquel crédito que me pidió. “Al contrario –respondió alegrement­e el individuo-. Su negativa me puso a pensar, y me he hecho rico vendiendo naranjas”. “¿Vendiendo naranjas?” –se sorprendió el del banco–. “Sí –confirmó el tipo–. Inventé una fragancia que hace que las naranjas tengan aroma de íntimo encanto de mujer”… FIN.

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