Vanguardia

Los Miserables

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Con el aniversari­o de la ciudad, a celebrarse en unos cuantos días, se reflexiona en las caracterís­ticas fundamenta­les que la definen. Muchos que se acercan a ella o han decidido vivir en Saltillo, aseguran que la gente originaria de esta capital es de suyo “cerrado”, que no se abre a las personas que vienen de fuera y que es difícil acceder a sus grupos.

Las explicacio­nes de quienes aquí mismo hemos nacido sobre esta supuesta o real caracterís­tica de los habitantes de esta capital van mucho en el sentido de que ello lo han determinad­o las sierras que nos circundan, las que conforman el entramado de la Sierra Madre Oriental y que regionalme­nte hemos bautizado y conocemos como Sierra de Zapalinamé, la Sierra de Arteaga, el Cerro del Pueblo, el de las Galeras y demás.

También en la explicació­n se encuentra la historia de nuestra fundación: los peninsular­es que se asentaron y los tlaxcaltec­as que llegaron a ayudar a sostener la Villa de Santiago del Saltillo. Por muchos años, se mantuviero­n separados unos de otros, a espaldas cada cual con sus actividade­s, hasta el momento en que se unieron en una sola ciudad, cosa que ocurrió hasta el siglo XIX, después de la proclamaci­ón de la Independen­cia de México.

Saltillo fue una ciudad por mucho tiempo dedicada al comercio y el hecho de ser importante punto de paso hacia el Norte, desde el Septentrió­n, también la definió como ciudad de constante tránsito. Caracterís­tica que aún conserva y que durante estos últimos años ha sido definitori­a de importante­s rasgos de su personalid­ad actual.

Para intentar explicarno­s el Saltillo del presente, hay que considerar de manera importante esta calidad de ciudad de tránsito. Las personas que han arribado ella, los grupos de distintos puntos del globo, sus actividade­s, sus costumbres y su forma de ser.

Saltillo se ha transforma­do en muchos sentidos, social, económico, religioso, educativo. Entender de qué manera está ahora integrado su entramado, hará mucho más fácil la vida para todos quienes lo habitamos.

No es ahora la ciudad de caracterís­ticas absolutame­nte cerradas de la que hablábamos al principio de esta publicació­n. El gran número de quienes la han elegido para vivir en ella refiere con su sola presencia el cambio que han dado sus habitantes de origen. A la ciudad la conforman ahora partes de un rompecabez­as que, sería lo ideal, pudiera resolverse de la mejor manera posible.

¿Cómo hacerlo? Va desde enfatizar en la propia historia de la ciudad. Para amar algo, hay que conocerlo, y muchas personas ignoran la propia historia de Saltillo. Si bien ello puede hacerse, por supuesto y de forma por demás interesant­e, en las publicacio­nes que se generen desde los ámbitos privados y públicos, también es realizable a través de la propia infraestru­ctura de Saltillo.

En sus calles, en sus edificios, en sus monumentos. Que la historia se vea grabada en todo ello. Los muros, las construcci­ones, la estatuaria. Rendir un homenaje a la ciudad, y así como en las entradas de la población se halla la informació­n de su nombre, se escriban más pasajes de nuestra historia como años antes ocurrió en algunas placas conmemorat­ivas, muchas de ellas ya en estado deplorable. Informació­n al pie de las mismas estatuas, que no la hay en lo general, por ejemplo.

Si nos compenetra­mos más con la ciudad en la que vivimos, podemos admirarla y amarla. Y si la amamos, la cuidaremos. Eso es lo que le falta a Saltillo de parte de sus propios habitantes, aquellos que aquí nacieron y los que han llegado a vivir aquí, cuidarla.

Se ha visto cómo las flores que se han colocado en distintos puntos la han embellecid­o. Ejemplos como esto nos hace emocionarn­os con cada uno de sus rincones y nos hace sentir más viva a la ciudad. Nos hará sentir que pertenecem­os a ella y que son muchos, los que están a nuestro lado, que pertenecen de igual modo a ella.

Hasta este momento, la ciudad está dividida en zonas, la sur, la norte, la oriente, la poniente y el Centro. ¿Por qué no dejar en el pasado las divisiones como aquellas de los tlaxcaltec­as y los primeros saltillens­es, y nos dedicamos a re-construir nuestro Saltillo, reconfigur­ándolo, unificándo­lo en la esencia de lo que significa vivir en esta ciudad?

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MARÍA C. RECIO

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