El último bastión tricolor
Quedó demostrado también que el hartazgo, aunque indubitablemente conmina a la acción, no es la emoción más racional que nos puede regir en un momento dado. Ello explica que de la mano del candidato a la Presidencia, hayan triunfado también postulaciones (“pustulaciones”, si me permite agregarlo al Diccionario Abasolo) como la de Cuauhtémoc Blanco, quien pese a su ignorancia supina y a que sus dotes políticas le residen en las de chutar, es hoy gobernador electo de una de las 32 entidades federativas de esta bendita República en vías de transformación.
La victoria del Movimiento de Regeneración Nacional fue tan avasalladora que ganó incluso donde ni siquiera tenía un candidato contendiente. Tal fue el caso de Cuernavaca, donde a los electores poco les importó que no existiese un candidato por Morena para darle su voto y el triunfo a esta divisa que tras el primero de diciembre será la mejor consolidada y la fuerza hegemónica política del País.
Cuernavaca pues, ya eligió como su alcalde primero a un exfutbolista, luego votó por el éter. En la siguiente elección quizás se decante por un personaje de ficción (como Rick Sánchez o El Zorro) y luego por algún elemento de la tabla periódica, como el Lantano. ¡Muy bien, Cuernavaca!
El tsunami lopezobradorista sólo encontró resistencia en dos baluartes. Uno en Guanajuato, único Estado que le negó al ungido macuspano el voto presidencial y que si bien, para nada lo anda necesitando ya, hubiera sido un sueño húmedo y tropical para el morenismo ver el mapa de la República teñido por completo de su color (pantone 180 por si estaba con la duda).
El Estado cuyas momias derrotara el Enmascarado de Plata se reservó la gubernatura para el panismo, refrendándose como el territorio más conservador y mocho del País (y mire que ya es mucho el que lo diga un nacido en Saltillo como yo).
La otra piedra inamovible para la ola amloista fue precisamente mi terruño natal, nuestro querido Saltillo, única ciudad del mundo que ha cerrado sucursales de Starbucks, Sears, Carrefour y Grupo Reforma.
La de Saltillo fue la única Alcaldía retenida por el priismo en las pasadas elecciones, cosa que lejos de hablar bien del PRI local, habla pestes de nosotros como electores.
El voto priista es eminentemente clientelar, se conforma en un 60 por ciento del sufragio cautivo de las lideresas y sus acarreados, 30 por ciento de los gremios, sindicatos, cámaras y confederaciones, 15 por ciento de godinaje burocrático que teme rebelarse o está muy conforme con el estado de las cosas y un 25 por ciento de mapaches, carruseles, urnas embarazadas y otros chanchullos del día de la elección, por eso es que el total suma 130 por ciento.
Aunque Coahuila y los saltillenses le dimos el voto mayoritario al hoy Presidente electo, el PRI no logró mejor votación en todo México que en la saraperópolis.
Incluso logró aquí una senaduría y dos diputaciones, una de éstas para Fernando de las Fuentes, quien en su momento fuera evaluado como el peor legislador de México, el más faltista, el menos productivo (¡maldito zángano con cuernos!) Sin embargo, pese a sí mismo y pese a los apestados colores de su divisa, “El Diablito” ganó en su distrito.
¿Es en serio, Coahuila? ¡Saltillo, qué carajos! Pareciera que a los oriundos de esta tierra no sólo nos gusta que el señor Grey nos dé con todos los dildos y juguetes de su colección, sino que además estaríamos dispuestos a por ello.
Aunque la candidatura de José Antonio Meade nació muerta, era obvio que el secretario de organización del PRI nacional, Rubén Moreira, necesitaba lograr una votación típicamente tricolor en su comarca para al menos mostrar algo de control y disciplina en casa. No en balde, el abanderado de la coalición de los “Tres Doritos” cerró campaña en esta rondallera ciudad.
Saltillo quedó erigido como la Fortaleza de la Soledad donde el Partido de Roedores Ignominiosos (PRI por sus siglas) habrá de replegarse para quizás volverse a reconstruir.
¿Es una vergüenza ser públicamente identificados como el último bastión del PRI? Pues ciertamente, como la gonorrea, no es nada como para andarlo presumiendo y menos tomando en cuenta lo que el régimen del Revolucionario nos representa en este Estado: corrupción, crimen y un desarrollo comprometido para dentro de medio siglo gracias a una deuda pública no esclarecida por miles y miles y miles de millones de pesos.
Me gustaría pensar que es el principio del fin para el Revolucionario, más pareciera que los vicios del tricolor de alguna nos definen y por ello, tras el paso del huracán AMLO, el único jacal del Revolucionario que sigue en pie se localiza en Saltillo y ello no puede ser ninguna coincidencia.
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