Diario de un nihilista
Cubil La recuerdo como una pesadilla. ¿Fue súcuba o mujer? Sórdida nube que un imán y polea invertida sube a un ocaso de moho y de polilla.
Proteico fue el camastro sin orilla, pues con alcohol y con dinero obtuve cubil para que el íncubo se incube, para el grasiento rijo ardua parrilla.
Como un trasto quemado humea en su infierno, silba su voz como serpiente y brasa, el deseo es rescoldo y es reproche.
En derrengada mesa, el pan hodierno fue servido como cascote y brasa: ya no sopla el demonio de esa noche.
La gramática de la fantasía La gramática de la fantasía recoge percepciones dislocadas, imágenes de brisas biseladas, mármoles que respiran ambrosía.
Si el platónico caos se vacía, sus reglas continúan estructuradas, las posibilidades postergadas encuentran en el séptimo su día. No es caos el azar ni es vacuo el ocio, el sueño da a lo real distintas leyes, el deseo alza los cuerpos más variados.
La realidad es todo su negocio, corona las cabezas de los reyes, que sin la fantasía están destronados.
Ectoplasma No lo causa el deseo, sino el tacto, el animal que acecha los umbrales asalta los sentidos penumbrales, consume al consumarse su contacto.
Infinitesimal es cada acto, descompuesto en momentos integrales: no se consuma nunca en las centrales sensitivas, definitivo, exacto.
No es el mal, tal vez sólo sea el deseo, acaso ni el deseo: el ectoplasma en voluble volumen, monumento
en cuya espuma metamorfoseo los restos de aquel súbito fantasma que buscaba reposo y aposento.