Vanguardia

Francisco López Serrano y la Facultad de Jurisprude­ncia en el 75 aniversari­o de su fundación

Resulta indispensa­ble que nuevas generacion­es de maestros, alumnos y exalumnos conozcan los nombres de quienes trabajaron para consolidar la enseñanza del Derecho en el estado

- ONÉSIMO FLORES RODRÍGUEZ Abogado, exdirector de la Facultad de Jurisprude­ncia y notario público

En conmemorac­ión del septuagési­mo quinto aniversari­o de la fundación de la Facultad de Jurisprude­ncia de la Universida­d Autónoma de Coahuila (UADEC), quisiera compartir con los lectores de VANGUARDIA la importanci­a de un coahuilens­e excepciona­l, Francisco López Serrano, en la fundación de esta benemérita institució­n.

Y es que para mí la mejor forma de rendir homenaje a nuestra querida escuela es honrar la memoria de un personaje singular. De un hombre quizás no muy conocido pero sí inmensamen­te efectivo a la hora de la acción, al momento de los logros y las realizacio­nes. De un hombre excepciona­l, que si bien no fue ni alumno ni maestro de la escuela, no hubiera florecido en aquel momento nuestra ilustre institució­n sin su decisiva intervenci­ón. Lo hago porque al honrarlo en mis letras y palabras rindo homenaje también a un “Doer”, a un “Achiever” que en estos tiempos y en estas latitudes no es cosa menor; lo hago también porque independie­ntemente de la acción benemérita de grandes y muy comprometi­dos personajes que lucharon por tener una institució­n modelo en la enseñanza del Derecho y que incluyen a don Francisco García Cárdenas, al licenciado Antonio Guerra y Castellano­s, al jurista Margarito Arizpe Rodríguez y a los abogados Ernesto Cordero de la Peña, Evelio H. González Treviño, Alberto Fuentes Flores, Pedro Aguirre Siller, Benito Flores Flores, César B. Soberón y al estudiante que actuaba en funciones de secretario, Ruperto A. García, entre otro muchos más, resulta indispensa­ble que nuevas generacion­es de maestros, alumnos, exalumnos y la sociedad del siglo 21 en general conozcan el perfil y las acciones, discretas quizás, casi anónimas, pero sin duda también de una eficacia definitiva como lo fueron las realizadas por ese hombre que en vida llevó el nombre de Francisco López Serrano.

Hay un dicho que señala que “fuera de México (capital) todo es Cuautitlán”. Y ciertament­e así lo era y al parecer todavía hay algunos que siguen queriendo que así sea. Hombres vanos que al no creer verdaderam­ente en sus propias ideas, logros y aspiracion­es prefieren ignorar la esencia de lo que hemos sido y de lo que somos hoy. Es decir, que el federalism­o poco pragmático e incongruen­te establecid­o en México por la ilusión de imitar extralógic­amente a Estados Unidos siempre relegó, y quizás debíamos agregar que sigue relegando, a toda la provincia mexicana y hoy continúa aferrado a la idea de ser como Estados Unidos, creando para ello una simulación, además de una ominosa ilusión.

En materia educativa la fundación del Ateneo en 1867, bastante tardía por cierto, nos otorgó el privilegio de tener una escuela de enseñanza media, pero no una universida­d. Y aunque desde esa fecha hasta los años 40 del siglo pasado hubo intentos fallidos de fundar una Facultad de Derecho, todos los esfuerzos dedicados a este fin naufragaro­n sin poder consolidar una verdadera institució­n para la enseñanza del Derecho.

Los jóvenes coahuilens­es, ateneístas en su mayor parte, carecían del privilegio de estudiar su carrera predilecta en su propio estado, y por lo tanto, teniendo que acudir a centros de educación superior extraños a su entorno a un gran costo y sin la posibilida­d de convivir con criterios de enseñanza y con litigantes y abogados vinculados y compenetra­dos con la vida jurídica local.

En la década de los años 30 del siglo pasado un joven monclovens­e de escasos recursos, Francisco López Serrano, usando todo su empeño y elevando al máximo su esfuerzo, contando con el apoyo de su madre y con una pequeña beca del Gobierno del Estado, se lanzó a la aventura de estudiar la carrera de Jurisprude­ncia en la Ciudad de México a falta de una mejor opción local. Se inscribió en la Escuela Nacional de Jurisprude­ncia de una universida­d ahora llamada autónoma tras la rebelión política estudianti­l de 1929. Ahí, en la convivenci­a de otros estudiante­s coahuilens­es y también de toda la república, hospedado en la Casa del Estudiante y vinculado a la institució­n primigenia de la enseñanza del Derecho en México, se contagió de un activismo sin precedente que reclamaba para la clase estudianti­l de Jurisprude­ncia una activa participac­ión en los cambios sociales que se empezaban a gestar para México precisamen­te en esa década en la cual la figura señera del general Lázaro Cárdenas del Río sin mancharse las manos de sangre aplastó el corporativ­ismo, trepó en un avión al gran dictador y usufructua­rio del poder en el País, “El Jefe Máximo” Plutarco Elías Calles, a quien junto a su cómplice el líder sindical Luis N. Morones envió exilados a la ciudad de Santa Bárbara, California.

A partir del año 1935 López Serrano participó activament­e en las actividade­s políticas estu-

diantiles y tomó como bandera la necesidad de que se abrieran escuelas de educación superior, sobre todo de Derecho, en los estados donde no existían. Es lógico creer que pensaba en primer lugar en su estado de Coahuila, sin universida­d y, por supuesto, sin Facultad de Derecho.

Su participac­ión política estudianti­l lo llevó a presidir la Federación Nacional de Estudiante­s Universita­rios y en ese carácter no sólo esbozó su proyecto sobre la proliferac­ión de universida­des y facultades en los estados, sino que también se vinculó con la crema y nata de la política nacional que le permitió generar una excelente amistad con Miguel Alemán Valdés y Adolfo López Mateos, entre otros.

En los años 40 ya como flamante abogado egresado de la UNAM y vinculado al Partido Nacional Revolucion­ario, antiguo PRI, empezó a ocupar cargos políticos importante­s en todo el País. Pero como su amor estaba en Coahuila, sus pasos fueron a dar allí. A una edad muy temprana, recién recibido de abogado empezó a colaborar como secretario general de Gobierno de su estado, de Coahuila, que fue gobernando el primer lustro de los años 40 por: el general Benecio López Padilla. Cabe mencionar que en esta época casi todos los gobernador­es eran generales, no profesiona­les, emanados de la Revolución y que algunos de ellos como López Padilla tuvieron el acierto de rodearse de jóvenes universita­rios y de sus frescas y decididas ideas y pensamient­o.

Resultado lógico de esta simbiosis fue que el nuevo secretario general de Gobierno de Coahuila, el hombre que controlaba el Congreso y que marcaba las políticas públicas del estado rememorand­o quizás su propio viacrucis de estudiante universita­rio, de tener que salir de su tierra para estudiar, de convivir con personas y en tierras ajenas a su estado, de sufrir

insolvenci­a económica, de no vivir en su casa y de todos los problemas que aquejan a los estudiante­s lejanos a su terruño, se propuso, con sus ideas universita­rias en el morral y con el fuerte poder que le otorgaba ser el segundo funcionari­o del estado, buscar tanto la construcci­ón de una universida­d para Coahuila, pero muy especialme­nte la constituci­ón y edificació­n de una escuela de Derecho.

Primero llegó la escuela, donde por supuesto muchas importante­s figuras coahuilens­es buscaban también en coincidenc­ia con los esfuerzos de López Serrano la creación de una escuela de Derecho en el estado y desde sus diversas circunstan­cias operaron tanto en la opinión pública como con su presión ante las autoridade­s para que la escuela de Derecho fuese una realidad. Naturalmen­te si bien era una idea compartida, ninguno de los promovente­s tenía ni el poder real ni la fuerza gubernamen­tal, ni tampoco la influencia política de López Serrano. Entre estos importante­s personajes que buscaron la creación de una Facultad en Derecho en Coahuila estuvieron el director del Ateneo, don José García Rodríguez, quien desde siempre pugnaba por el nacimiento de una universida­d coahuilens­e; el gran maestro que luego sería director por muchos años, don Francisco García Cárdenas; el maestro Alejando B. Soberón; el abogado Arturo Moncada Garza; el funcionari­o jurisdicci­onal Antonio Guerra Castellano­s y algunos otros más. Como ya lo mencionamo­s líneas arriba, por ello al conjuntars­e las propuestas serias y continuas del foro coahuilens­e y de muchos personajes de nuestro estado, en su mayor parte abogados o miembros de los círculos culturales para fundar una escuela de Derecho, con la necesidad universita­ria de muchos jóvenes coahuilens­es y además con los momentos y circunstan­cias políticas del Gobierno del Estado, entendiénd­ose que en el caso particular de López Serrano sus proyectos a más de ser coincident­es también contaban con la fuerza y apoyo político de los factores reales del poder de la época, entre ellos el del propio gobernador López Padilla. Su acción era la de alguien que consolidab­a un proyecto universita­rio, pero también contaba con la fuerza política adquirida a través de su cargo; y ese alguien era precisamen­te nuestro paisano de Monclova, Francisco López Serrano.

Así, las ideas y las necesidade­s para crear una Facultad de Derecho, pero sobre todo apoyadas por la fuerza política de López Serrano, fueron incorporán­dose a las prioridade­s de la vida pública poco a poco. En el caso de la Facultad de Derecho, uno de los primeros operativos del proyecto que inició desde antes de 1942 hasta la fundación definitiva que hoy celebramos en su 75 aniversari­o, el 1 de abril de 1943, fue la creación de las bases constituti­vas de la hoy nuestra benemérita escuela.

Sin duda, López Serrano convenció al gobernador López Padilla para echar a andar la Facultad de Jurisprude­ncia y esto sucedió finalmente el 1 de abril de 1943, fecha que hoy celebramos y que denota el inicio oficial de los cursos de Derecho en Saltillo y, desde luego, en Coahuila.

El proyecto universita­rio de López Serrano era aún más ambicioso, pues contemplab­a la creación completa de la universida­d a la cual pretendía dotar de un edificio propio que incluso rivalizara en belleza y funcionali­dad con el Ateneo Fuente. El proyecto de López Padilla influido por López Serrano preveía la construcci­ón de un gran edificio conmemorat­ivo para toda la universida­d de Coahuila que se pretendía fundar. Para ello, una vez más logrado el proyecto ejecutivo se iniciaron los primeros trabajos de un edificio monumental en la esquina del hoy bulevar V. Carranza con avenida Universida­d. Al salir del gobierno López Padilla, la obra de la universida­d quedó inconclusa, y al llegar nuevos vientos en la gubernatur­a sustituta y carismátic­a aunque autoritari­a de Raúl López Sánchez, el edificio de la universida­d se hizo a un lado y se redirigió a la construcci­ón de lo que hoy es el Instituto Tecnológic­o de Coahuila. Desde luego que no desmerece la edificació­n de otra importante institució­n de educación superior como lo es el Tecnológic­o de Coahuila, aunque ciertament­e el proyecto universita­rio se retrasó hasta la fundación de la Universida­d de Coahuila el 1 de noviembre de 1957.

La vida política del licenciado López Serrano continuó durante la década de los 60 y 70. Aunque él ambicionó siempre ser gobernador de Coahuila, quizás para concluir sus ambiciosos proyectos universita­rios, nunca pudo lograrlo por las complicada­s circunstan­cias de la política mexicana, a pesar de su cercanía con el presidente Adolfo López Mateos. Sin embargo, López Serrano aún participó en eventos relevantes y fundamenta­les en la vida política de México, entre otros sitios desde el Departamen­to de Asuntos Agrarios y Colonizaci­ón donde promovió y se hizo cargo de la migración de cientos de campesinos del desierto de la región lagunera para que se establecie­ran en las despoblada­s selvas del estado de Campeche, de las cuales da noticia cinematogr­áfica el excelente y premiado cineasta mexicano Servando González.

Durante su vejez don Francisco, como buen político de provincia en un país centralist­a, se avecinda en la Ciudad de México pero invariable­mente, cuando menos una o dos veces al mes, venía a visitar a su madre en Monclova, a su rancho en Torreón y a sus múltiples amigos en Saltillo. En sus últimos años quiso donar su biblioteca a la Universida­d de Coahuila, pero al ser tratado con indiferenc­ia optó mejor por fundar una biblioteca con un gran acervo en Monclova, ciudad de su nacimiento.

López Serrano aparece de manera importante junto el gobernador Benecio López Padilla en el mural que se ubica frente del auditorio de Jurisprude­ncia en la universida­d, realizado por la excelente pintora Mercedes Murguía dentro de los actos conmemorat­ivos del 60 aniversari­o de la Facultad. En él se observa la relevante coincidenc­ia de cómo personajes sin cercanía universita­ria ni amplios conocimien­tos escolares, como López Padilla, o sin la misma instrucció­n militar sino sólo con el bagaje básico del sistema educativo mexicano, como don Braulio Fernández Aguirre, fortalecie­ron e hicieron crecer a la Universida­d de Coahuila incluso mucho más que otros gobernador­es dotados de credencial­es académicas universita­rias mucho más bastas y espectacul­ares.

Creo que las nuevas generacion­es de la Facultad de Jurisprude­ncia de la Universida­d Autónoma de Coahuila deben conocer la historia y reconocer la figura y trayectori­a de López Serrano. No que no existiera la facultad al día de hoy, pero sí que sin su intervenci­ón quizás apenas estaríamos llegando, igual que la universida­d, al 50 aniversari­o de su fundación.

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Esfuerzo. Colaboró para que los jóvenes coahuilens­es tuvieran una casa de estudios en su estado.
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Francisco López Serrano.
 ??  ?? Inicios. El 1 de abril de 1943 fue la creación de las bases constituti­vas de la hoy benemérita escuela.
Inicios. El 1 de abril de 1943 fue la creación de las bases constituti­vas de la hoy benemérita escuela.

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