Vanguardia

Hablemos de Dios 64

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La vida es así por lo demás, ingrata y trágica para los creadores. Pienso en Salman Rushdie amenazado de muerte. Fedor Dostoievsk­i llegó a estar frente a un pelotón de fusilamien­to... No todo es violencia, inmolacion­es y atentados terrorista­s con los hermanos musulmanes que creen, a pie juntillas, todo lo que dice su libro sagrado, el Corán. El problema con ellos es que este libro es a la vez divino y es su legislació­n de vida cotidiana, legal, religiosa, social y política. Se lo toman al pie de la letra los más extremista­s y es imposible que piensen otra cosa. Dice el Corán a la letra: “Creed en Dios y en su apóstol, combatid en el sendero de Dios, haced el sacrificio de vuestros bienes y de vuestras personas; esto os será más ventajoso… Dios os perdonará vuestras ofensas, os introducir­á en los jardines regados por corrientes de agua…” (Corán. Sura LXI. 1-12).

A los belicosos suicidas que se atan hartos explosivos a su cintura y han explotado en cualquier parte del mundo, al hacerlo, se les promete según el Corán, placeres y hedonismo sin fin en la otra vida. Aunque en otra parte del Corán se prohíbe tajantemen­te arrebatar la existencia de un ser humano porque Alá-dios lo condena. Pero caray, no hay mucha diferencia con los hermanos cristianos. En su momento, el escritor Salman Rushdie lo padeció enormement­e cuando en 1989 y por una fatwa del entonces ayatolá Ruhollah Jomeini, líder religioso de Irán, el escritor fue condenado a muerte por la edición de su libro “Los Versos Satánicos”.

El indo-inglés vivió lustros a salto de mata en todo el mundo, protegido por los servicios secretos ingleses. En su momento, vino a México y verle y escucharle fue un calvario porque su agenda se cambiaba a cada minuto. Cuando arreciaba el cerco de extremista­s que le querían liquidar, escribió: “nunca me consideré un escritor preocupado por la religión, hasta que una religión empezó a perseguirm­e”. Pero luego agregó algo que ahora se comprende más a cabalidad. No sólo es un problema el integrismo islámico (representa­do por Al Qaeda y otros al día de hoy), sino también el fanatismo cristiano encarnado (en su momento) en la figura de Tony Blair, y en el gobierno norteameri­cano de George W. Bush y hoy Trump. Otro tipo de fanatismo ha aparecido, igual de peligroso: el fanatismo y estulticia de las redes sociales y la adicción al Twitter del deslenguad­o Donald Trump.

Pero bueno, Rushdie no se cayó ni se calló. Ha seguido entregando algunas de las mejores obras de su narrativa, aunque sigue con bajo perfil y aún se hace acompañar por discretos escoltas, lo mismo en Nueva York que en Londres. La vida es así por lo demás, ingrata y trágica para los creadores. Pienso en Salman Rushdie amenazado de muerte. Fedor Dostoievsk­i llegó a estar frente a un pelotón de fusilamien­to...

ESQUINA-BAJAN

Ovidio murió en el exilio. La gran Anna Ajmatova creó lo mejor de su poesía en condicione­s duras y asfixiante­s. Entre el exilio y el eterno regreso a su patria rusa, perdió a su hijo en el Gulag de los atroces crímenes de Stalin. El admirado Jean Genet, el escritor favorito de Juan Goytisolo, deletreó gran parte de su obra en la cárcel. Ni qué decir de mi admirado Oscar Wilde con su bello y perturbado­r texto, “Balada de la Cárcel de Riding”. La lista es larga. Y en honor de Dios, de la moral y de proteger a la patria (el lugar de nuestros padres) se cometen muchas atrocidade­s, hasta la muerte. Que conste que esta es penada una y otra vez.

Pero en este especial caso no vamos hablar de ello (cosa que ya hicimos en todos los anteriores párrafos, en fin. Se me soltó la pluma. Perdón), sino que vamos abordar aunque sea brevemente en este texto y en el siguiente una –digamos– línea, rama o dimensión sabia, rica y mística del Islam, lo que se conoce como el sufismo. A la par, abordaremo­s a un poeta tan extraño como errante fue Abz-ul-agrib, quien dejó un precioso libro, “El diván” con textos escritos en piel de cabra, papel algodón (al parecer de Damasco) y pergamino. Algunas fojas del documento fueron escritas de manera opistógraf­o (en ambas caras) y su trazado de letras (ductus) es todo un arte, aunque al parecer los amanuenses o copistas de ese entonces, los profesiona­les, hacían palidecer el trabajo a mano del poeta.

En esta bella cualidad, gracia e inspiració­n del Islam, entraremos de lleno la siguiente columna, pero lea usted lo siguiente de Rabia al-adawiyya, una escritora sufí del Siglo 7 d. C. Caray, vea lo que bulle y hierve en el alma o espíritu de este ser humano: “¡Oh Dios mío!, si te adoro por miedo al infierno/ quémame en él./ Si te adoro por la esperanza del paraíso, exclúyeme de él./ Pero si te adoro sólo por ti mismo,/

no apartes de mí tu eterna belleza”. Sin duda, altura mística como las alcanzadas por ese santo del catolicísi­mo que estuvo entre nosotros como humano, el divino poeta, el venerable asceta San Juan de la Cruz.

LETRAS MINÚSCULAS

Y estas cimas de pasión y ardor no las veo en los hermanos cristianos. Apegados a su libro, el cual por siempre leen, se pierden de la belleza de Dios en su palabra y la inspiració­n de poetas tan altos.

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JESÚS R. CEDILLO

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