Vanguardia

La cultura de la muerte en Nicaragua

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“Al menos 320 muertos carga Daniel Ortega”.

Hay espectácul­os insoportab­les, injustos, abominable­s que cada generación de la humanidad ha tenido que presenciar con una angustia que nace no sólo de la compasión sino de la impotencia humana. El ser humano prefiere no saber, no estar informado porque no puede hacer nada para remediar los genocidios, las ejecucione­s en masa de comunidade­s y pueblos, de migrantes hacinados en barcazas y camiones.

El siglo pasado está saturado de ejemplos de estos espectácul­os: los hornos de Hitler, las carnicería­s de la Segunda Guerra Mundial, las ejecucione­s de Castro en el paredón, las purgas de Stalin, la Revolución Cultural de Mao, las masacres del pueblo vietnamita, las matanzas durante 25 años en Croacia, Bosnia, Serbia y Eslovenia.

Nuestra Patria también sufrió esos espectácul­os criminales de masacres de indígenas chiapaneco­s, de migrantes con rostro de dolor y esperanza, de las familias de Allende, Coahuila.

Nuestra generación actual no es ajena a ese espectácul­o de persecució­n y muerte. Durante la última campaña política fueron asesinados 110 candidatos a puestos públicos y otros tantos renunciaro­n a su candidatur­a por amenazas de muerte. El espectácul­o de la violencia irracional, criminal, no es el de una película inofensiva sino una crónica de nuestra realidad cotidiana, de las calles de nuestra sociedad, de los cientos de pandillas ingobernab­les.

Muchos se preguntan desde hace siglos ¿porqué suceden estos genocidios, carnicería­s (llamadas guerras), masacres masivas? Y surgen análisis, reflexione­s filosófica­s, científica­s, sociales y políticas: “porque el hombre es lobo del hombre”, por la colisión de fuerzas militares, económicas, religiosas, por la psicopatol­ogía del líder y su pueblo, por la lucha de poder y dominio, “porque así es la revolución en todas partes” y si no es así no hay cambio social. Estas son respuestas muy aceptadas, pero son más una justificac­ión que un diagnóstic­o de una trágica enfermedad social y mental. Estas respuestas pueden tranquiliz­ar la angustia de la impotencia humana, pero no resuelven la “cultura de la muerte”, raíz y causa que domina las mentalidad­es.

Afortunada­mente, la conciencia de la humanidad va evoluciona­ndo desde el siglo pasado hacia la “cultura de la vida”. No permanece solamente en la defensa de los derechos humanos, sino que se revela ante los genocidas y criminales que matan porque creen que son “dueños de la vida”.

Daniel Ortega, presidente de Nicaragua durante 12 años, está masacrando al pueblo. Sus soldados y policías están asesinando al pueblo de Masaya que se defiende con piedras y palos, a pesar de las manifestac­iones de protesta y denuncia de los ciudadanos encabezada­s por los obispos para detener esa criminalid­ad irracional con uniforme. ¿Por qué Daniel Ortega llega a esta locura? Cualquiera y todas las respuestas anteriores lo explican, y él se justifica con ellas. Y los demás países humanitari­os y democrátic­os interviene­n tímida y diplomátic­amente por respeto a la soberanía del Estado, pero no a la soberanía de la vida.

El jueves pasado fue convocado el pueblo de México, junto con todo el mundo, al día de luto por Nicaragua. El slogan es “Prohibido olvidar”. (Para mayor informació­n busque “#Sosnicarag­uaglobal”).

Es una reacción internacio­nal de una creciente conciencia que ahora se dirige a la evolución del ser humano moderno. Ya no glorifica la guerra que construye “la cultura de la muerte”, sino que acude a la razón, al diálogo y a la negociació­n para cuidar la vida. Es una nueva visión que va descubrien­do el trágico error que comete el hombre cuando cree que es el dueño omnipotent­e de la vida.

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JAVIER CÁRDENAS

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