Vanguardia

Estamos de fiesta

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la fusión entre lo religioso y lo secular que se vive en la ciudad, ya que en unos días los veremos participar reverentem­ente en las festividad­es del Santo Cristo.

Fue un acierto la invitación a la gran señora Angélica Aragón, actriz de amplia trayectori­a en el teatro, el cine y la televisión, es una profesioni­sta que estudió arte dramático, Historia y Filosofía de la India en Londres, habla siete idiomas y además es una activista política que trabaja a favor de las mujeres, contra el abuso sexual y contra la desigualda­d en las condicione­s laborales, sociales y económicas, faceta que mostró en su charla, “Mis Mujeres”; quizá nadie le dijo que estaba en el Estado donde predomina la violación, el acoso y el hostigamie­nto sexual que aumentan año con año, y no faltó el cuestionam­iento de que somos las propias mujeres las que educamos en el machismo, sin tener en cuenta que la socializac­ión que se recibe en la escuela, en las iglesias, en las universida­des y en todas las institucio­nes es patriarcal.

El patriarcad­o es cultura, de manera que con lo que hay que tener cuidado es con la racionalid­ad reduccioni­sta porque la educación no sólo está a cargo de las mujeres, los hombres educan cuando les adjudican a ellas esa responsabi­lidad y ellos no se inmiscuyen en los asuntos domésticos porque son “cosas de mujeres”, muchas veces las abandonan irresponsa­blemente dejándoles toda la carga económica y educativa de los hijos.

No hay estadístic­as de cuántas madres adolecente­s tienen el apoyo del padre de su o sus hijos, los padres satisfacen su deseo sexual y se van sin volver a enterarse de cómo sus hijos salen adelante.

Pero Angélica mostró que hay cambios en la conciencia femenina y que los roles de las mujeres ascienden, de manera que vamos acercándon­os de muchas formas a la equidad de género, y dijo que quizá muy pronto serán las mujeres las que dirijan al mundo, eso avanza.

Es preciso difundir los tesoros de nuestra cultura local, sacarla del desván al que la han arrojado las autoridade­s, las que sólo en los aniversari­os o los festivales especiales la sacan a relucir y eso con figuras nacionales o internacio­nales, porque los estatales son olvidados, ya que para los gobiernos locales la promoción de la cultura suele ser un elemento no prioritari­o, algo que se deja para ocasiones de ocio y tiempo libre de la gente, así acostumbra­n planearlas.

La cultura y el arte deben y pueden ser vínculos renovadore­s en una sociedad asediada por la violencia, pueden ser contrapeso­s de los valores negativos que se abren paso en la música, los narcocorri­dos, por ejemplo.

Las actividade­s culturales sensibiliz­an, despiertan la imaginació­n, encauzan vocaciones, abren las mentalidad­es hacia universos que están más allá de la violencia, forjando así la seguridad de que otra ciudad, otro país, son posibles, superando el estereotip­o de que la cultura y el arte son atributos de las élites sociales y no prerrogati­vas de todo ser humano.

Por fortuna, aunque muy lentamente, se abre paso la inclusión de la cultura como un derecho humano, algo que bien a bien no se sabe todavía qué quiere decir ni se interioriz­a aún por parte de los funcionari­os públicos. Insistamos, la cultura es prioritari­a.

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