¿CUÁL ES EL TEMOR?
La modificación del genoma humano ya es posible. Y se trata de una técnica tan simple como lo muestra el inserto en la imagen que acompaña a este artículo. La pregunta es ¿por qué no ha comenzado a utilizarse?
La vida lleva 4 mil millones de años despuntando, medrando y bregando para resistir la catástrofe; venciendo los lastres del pasado e imaginando los avances del futuro, aventurándose y sobreviviendo.
Pero en toda la historia del planeta nunca había ocurrido esto: que una criatura de la evolución tomara las riendas de su propio destino biológico.
Parece increíble, pero los científicos creen que ya hemos alcanzado ese punto, y que por tanto no tenemos más remedio que ponernos a pensar —con toda la profundidad que esté a nuestro humilde alcance— en el abismo conceptual que se abre ante nosotros. Podemos considerarnos afortunados, al menos como testigos de la historia a escala cósmica.
La gran novedad de lo que viene no puede tener una denominación más decepcionante: le llaman
crispr, que en realidad son unas siglas —las entenderemos más abajo— que designan una nueva técnica para modificar los genomas, una técnica tan simple, barata y eficaz que pone por primera vez a nuestro alcance la posibilidad de reescribir el código genético humano. No sólo en las células enfermas del cuerpo, sino también en los óvulos y espermatozoides que es donde se define el destino genético de nuestros hijos, de los hijos de nuestros hijos y de todo el linaje que emergerá de ellos. Un pasaporte al futuro.
Los científicos más directamente implicados en este avance se reunieron el 24 de enero de este año 2018) en un Foro de Bioética, en Napa, California, organizado por la Innovative Genomics Initiative (IGI) de la Universidad de California (en sus sedes de Berkeley y San Francisco).
Su objetivo no era confirmar las inmensas posibilidades de la modificación genómica —todos ellos las tenían ya muy claras— sino examinar con espíritu autocrítico los riesgos de usar esa nueva tecnología en los seres humanos.
LA DEFINICIÓN
La promesa de la llamada ‘edición genética’ viene impulsada por una sencilla y poderosa tecnología llamada crispr…
Crispr son las siglas de clustered regularly interspaced short palindromic repeats, cuya traducción no ayuda mucho: ‘repeticiones palindrómicas cortas agrupadas y espaciadas regularmente’.
Se trata de una secuencia de ADN de tramos cortos que se repiten a intervalos regulares y que se leen igual aunque tengan la orientación invertida (es decir, son palíndromos, como las palabras reconocer y sometemos (que se leen igual al derecho y al revés), pero en el lenguaje del ADN).
Esas secuencias se comportan en la Naturaleza como verdaderos nanoingenieros genéticos: son capaces de incorporar genes extraños, como los de un virus, y de someterles luego a una variedad de servidumbres, como activarlos, reprimirlos o introducirlos en otro lugar del genoma.
Las bacterias utilizan el crispr como un sistema de defensa contra los virus: integran sus genes y los utilizan contra el propio agente invasor. Pero los genetistas han aprendido a usar el crispr como un vehículo para sustituir, corregir o modificar el genoma de cualquier animal.
El método crisp ha sido probado con éxito en ratones y monos, y los científicos creen que ha llegado la hora de estudiar si tiene utilidad médica para los humanos (de momento es ilegal en todos los países manipular los genes de los embriones humanos).
LO QUE DICE UN NOBEL
David Baltimore, Premio Nobel de Medicina (1975 ) cree que ha llegado el momento de debatir los aspectos éticos de la ‘edición genética’, ya sea para promover las reformas legales pertinentes o para no hacerlo, si se decide que los riesgos no compensan los beneficios.
David Baltimore y los expertos que están de acuerdo con él son explícitos en sus recomendaciones: asegurar que los experimentos no se intenten en algún país con regulaciones demasiado superficiales.
Pero sí discutir en foros científicos, bioéticos y gubernamentales las implicaciones sociales, éticas y ambientales; en otras palabras promover la transparencia del debate y, sobre todo, crear u grupo internacional de expertos que defina los riestos y la bioética de la nueva tecnología.
LO QUE DICE UNA GENETISTA
La genetista Susana Balcells Comas, responde a la pregunta de ‘por qué no se ha comenzado a usa la edición genética para eliminar las enfermedades del ser humano’.
“No usamos la edición genética para eliminar enfermedades en humanos porque, aunque la técnica es sencilla, todavía no conocemos todas las implicaciones de esta tecnología.
“Lo que no quiere decir que no haya interés científico en comenzar a trabajar en ello. De hecho, no sólo se está trabajando en las enfermedades existentes, sino también en la línea germinal de los embriones (‘línea germinal’, en genética, es aquella que se pasa a los hijos, nietos y a toda la progenie).
“En general, es China dónde se están haciendo más cosas en este campo. La razón es que sus leyes son más permisivas porque sus preocupaciones éticas con respecto a estas cuestiones son menores que las de Occidente. Así que todo indica que sería en China donde se harian las primeras modificaciones.
“Pero también en Occidente se investiga. Por ejemplo, en Estados Unidos, cuyas leyes impiden realizar investigaciones para la modificación genética de la línea germinal con fondos públicos, hay una fuerte contestación desde el mundo científico para acabar con esa prohibición”, señala la gentista Susana Balcells.
LA TÉCNICA CRISPR
La técnica crispr o ‘técnica de corta y pega’, como le llaman algunos, es un método que permite manipular el ADN, que es donde está almacenada toda la información biológica hereditaria. El crispr permite agregar, modificar o interrumpir secuencias genéticas con enorme precisión y de una manera muy sencilla. Comenzó a utilizarse en el año 2013 y desde entonces ha sido el protagonista de una auténtica revolución. Pero su utilización todavía no es perfecta.
Lo lógico es que las primeras enfermedades que consigan eliminarse mediante edición genética sean trastornos muy graves, que suelen ser enfermedades raras como la hemofilia y los cánceres hereditarios.
Pero hay una cuestión relacionada con la ‘edición genética’ que separa completamente la realidad de los deseos de la gente…
Cuando se hacen encuestas públicas sobre si se debe usar para erradicar enfermedades o para mejorar la especie humana, hay una gran parte de la población que no tiene ningún problema en que se use para esto último, es decir, para hacernos más altos, más delgados o con mejores músculos.
Y también hay que tener en cuenta otra cuestión: por mucho que avance la ‘edición genética’, para los biólogos es inimaginable un mundo totalmente libre de enfermedades.
Si algo nos ha enseñado la genética es que la biología es mutación y las mutaciones se están produciendo continuamente. Esos cambios genéticos pueden resultar beneficiosos pero también perjudiciales.
LOS RIESGOS
El crispr o ‘edición genética’, es una técnica que fue desarrollada originalmente por el Instituto Wellcome Sanger, del Reino Unido, y dada a conocer por primera vez en 2013
Como resultado de un estudio reciente el Instituto Wellcome Sanger dio a conocer que las células editadas con el crispr tienden a realizar “reorganizaciones” con “borrados” e “inserciones” no deseados en la secuencia de ADN, lo que, según los expertos, podría provocar que algunos genes clave se “activen” o “desactiven” de manera inesperada.
En otras palabras, el crispr puede desencadenar modificaciones distintas a las deseadas, incorporando “ruido genético y alteraciones” indeseables, señaló el biólogo Michael Kosicki.
Pero el investigador explicó que existen por lo menos dos grandes grupos de terapias que se pueden desarrollar para tratar de evitar que el crispr genere genes con una secuencia no deseada.
“Todos tenemos familiares y amigos, todos conocemos personas afectadas con algunas de las miles de enfermedades raras de base genética, y sí que nos encantaría disponer de terapias que fueran de uso inmediato”, dice Kosicki. Pero, por lo antes dicho, todavía no es posible que el hombre decida su destino biológico. (© Ediciones El País, SL. Todos los derechos reservados)