Vanguardia

Diario de un nihilista

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Plaza A su pesar, pero con su permiso, ha permitido así el dios de la nada que discurra la vida, cautelada entre la pesadilla y el hechizo.

Las cosas sobreviene­n sin aviso, entre hombres rudos hay que usar la espada; la magia abrazo en cada mujer, hada que hizo de mis huesos lo que quiso.

La muerte acecha atrás de cada puerta, la mañana que se desangra anula la ambición. Un osario fue la plaza

donde encontrara a esa mujer experta en torturas, autófaga en su gula: descalza por la nada se desplaza.

Diario de vejez La vejez es la edad de las respuestas, aunque éstas ya no tengan mucho caso: lo piensas mucho antes de dar un paso, el sueño te abandona si te acuestas.

Cuentan más las echadas que las puestas; en la calle, doy a torcer mi brazo cuando se ofrece; el hígado y el bazo son quienes pagan todas mis apuestas. Si con dinero no compras mujeres, como suele ocurrir, sirve de poco. La vida estuvo hecha de deseos

y fingidas promesas de placeres. Súcubas hubo hasta volverse loco, pero ya clausuré su gineceo.

Ubi sunt Cómo el tiempo se lleva a las mujeres. ¿A qué planeta va tanta belleza? Pereció cada cuerpo que no pesa tras brindarnos sus lúgubres placeres.

Quiero extraviarm­e en tales menesteres del ocio, tributando así a su lesa majestad la alabanza que no cesa por sus cosméticos y sus enseres.

Debajo de la bella que madura parpadea una antigua adolescent­e que en el beso se acendra y se recobra.

El porvenir me llena de pavura; sibarita, en las ruinas del presente me habrá de redimir la buena obra.

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ALFREDO GARCÍA

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