SALTILLO, LOS JARDINES QUE FALTAN Y LA MASA QUE VIENE
No existe un Nabucodonosor que quiera jardines en Saltillo para estructurar una ciudad que aspire no solo al verdor, sino también a la convivencia y a la belleza. Se piensa de nuevo erigir proyectos, que bien requerirían una consulta ciudadana: una torre iluminada y un teleférico.
Saltillo, ciudad que celebró su 441 aniversario recientemente, se distingue por amar y promover las manifestaciones culturales, turísticas y artísticas. Aquí un dato para contrastar: los majestuosos jardines de Babilonia en la antigua Mesopotamia (que ahora refiere territorialmente a Irak y Siria), eran regados con el agua de los ríos Tigris y Éufrates, localizados en la parte baja de las montañas. Esos jardines hacen eco hasta nuestros días. Mesopotamia era una metrópoli que talló la escritura cuneiforme, que recopiló en tablillas de barro lo que ahora serían llamados libros, que nos heredó en la poesía a la epopeya, o las primeras estelas de leyes y las tablillas matemáticas, en fin. Si bien, la comparación es anacrónica ya que Babilonia no existe más, sí ayuda como referencia que permita una reflexión de proyectos públicos desde el conocimiento, el arte y la cultura, y no solo desde la estadística y la ya flaca cultura del “like” en redes sociales.
Aquí en Saltillo tenemos arroyos mucho menos caudalosos; pequeños brazos apenas, pero finalmente flujos de agua que provienen de la Sierra. Aquí hay diversas especies de árboles o arbustos que pudieran ser sembrados en las jardineras y espacios públicos con una perspectiva de ahorro de agua y con la participación seguramente de expertos en el tema.
Sí, Saltillo avanza en su infraestructura, pero sigue siendo una ciudad pensada para el automovilista. La convivencia urbana podría expresarse a través de cada vez más calles peatonales. Activar la convivencia comunitaria y el turismo tiene qué ver con acciones tal vez menos onerosas, como afinar de una vez por todas las banquetas y los señalamientos para minusválidos, los pasos de zebra, y sobre todo, rescatar la ciclovía.
Pareciera que debido a que la ciclovía tiene algunas cuestiones no bien resueltas, se le ha abandonado, pero allí está y urge su rehabilitación ya que es la clase trabajadora en su mayoría, la que usa esta vía para ir y venir. Uno de mis compañeros del museo, del equipo de seguridad, ha usado la bicicleta para trasladarse diariamente, desde hace 20 años, y con la ciclovía sí se benefició en algunos puntos complicados para avanzar; en otros, sigue como muchos ciclistas, pedaleando a su suerte.
El turismo seguirá llegando a Saltillo. Los atractivos son diversos y bien podría seguirse apoyando lo que ya existe y florece. Menos oneroso y más resiliente sería considerar los arroyos que existen, rescatarlos y articular en ellos parques lineales que contribuyan a la convivencia, ayuden a retener el recurso hídrico y eliminen islas de calor, como bien lo ha expresado la experta Cecilia Peletier. Con estos espacios además, se generarían microclimas que absorvenían contaminantes.
La ciudadanía agradeceríamos el uso de nuestros impuestos, en obras que tuvieran un impacto no solo hacia el exterior en el sentido, por ejemplo, del turismo, sino en obras públicas integradoras, incluyentes y en diálogo con la naturaleza que nos contiene y resguarda.