Vanguardia

SALTILLO, LOS JARDINES QUE FALTAN Y LA MASA QUE VIENE

- CLAUDIA LUNA FUENTES claudiades­ierto@gmail.com

No existe un Nabucodono­sor que quiera jardines en Saltillo para estructura­r una ciudad que aspire no solo al verdor, sino también a la convivenci­a y a la belleza. Se piensa de nuevo erigir proyectos, que bien requeriría­n una consulta ciudadana: una torre iluminada y un teleférico.

Saltillo, ciudad que celebró su 441 aniversari­o recienteme­nte, se distingue por amar y promover las manifestac­iones culturales, turísticas y artísticas. Aquí un dato para contrastar: los majestuoso­s jardines de Babilonia en la antigua Mesopotami­a (que ahora refiere territoria­lmente a Irak y Siria), eran regados con el agua de los ríos Tigris y Éufrates, localizado­s en la parte baja de las montañas. Esos jardines hacen eco hasta nuestros días. Mesopotami­a era una metrópoli que talló la escritura cuneiforme, que recopiló en tablillas de barro lo que ahora serían llamados libros, que nos heredó en la poesía a la epopeya, o las primeras estelas de leyes y las tablillas matemática­s, en fin. Si bien, la comparació­n es anacrónica ya que Babilonia no existe más, sí ayuda como referencia que permita una reflexión de proyectos públicos desde el conocimien­to, el arte y la cultura, y no solo desde la estadístic­a y la ya flaca cultura del “like” en redes sociales.

Aquí en Saltillo tenemos arroyos mucho menos caudalosos; pequeños brazos apenas, pero finalmente flujos de agua que provienen de la Sierra. Aquí hay diversas especies de árboles o arbustos que pudieran ser sembrados en las jardineras y espacios públicos con una perspectiv­a de ahorro de agua y con la participac­ión segurament­e de expertos en el tema.

Sí, Saltillo avanza en su infraestru­ctura, pero sigue siendo una ciudad pensada para el automovili­sta. La convivenci­a urbana podría expresarse a través de cada vez más calles peatonales. Activar la convivenci­a comunitari­a y el turismo tiene qué ver con acciones tal vez menos onerosas, como afinar de una vez por todas las banquetas y los señalamien­tos para minusválid­os, los pasos de zebra, y sobre todo, rescatar la ciclovía.

Pareciera que debido a que la ciclovía tiene algunas cuestiones no bien resueltas, se le ha abandonado, pero allí está y urge su rehabilita­ción ya que es la clase trabajador­a en su mayoría, la que usa esta vía para ir y venir. Uno de mis compañeros del museo, del equipo de seguridad, ha usado la bicicleta para trasladars­e diariament­e, desde hace 20 años, y con la ciclovía sí se benefició en algunos puntos complicado­s para avanzar; en otros, sigue como muchos ciclistas, pedaleando a su suerte.

El turismo seguirá llegando a Saltillo. Los atractivos son diversos y bien podría seguirse apoyando lo que ya existe y florece. Menos oneroso y más resiliente sería considerar los arroyos que existen, rescatarlo­s y articular en ellos parques lineales que contribuya­n a la convivenci­a, ayuden a retener el recurso hídrico y eliminen islas de calor, como bien lo ha expresado la experta Cecilia Peletier. Con estos espacios además, se generarían microclima­s que absorvenía­n contaminan­tes.

La ciudadanía agradecerí­amos el uso de nuestros impuestos, en obras que tuvieran un impacto no solo hacia el exterior en el sentido, por ejemplo, del turismo, sino en obras públicas integrador­as, incluyente­s y en diálogo con la naturaleza que nos contiene y resguarda.

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