Entrevista a una maestra
La maestra Inger Enkvist lleva más de cuatro décadas impartiendo lecciones en el aula, tanto en el ámbito universitario como a nivel escolar. Una experiencia que le ha servido de espoleta para sus investigaciones sobre el arte de enseñar.
Esta catedrática sueca, aborrece la llamada ‘nueva pedagogía’, que defiende una enseñanza donde la tarea principal de la escuela parece estar dirigida, según ella, a formarle a los niños una base social más que una base intelectual.
Mientras la mayoría de los expertos educativos cuestionan la utilidad de memorizar datos en la era de Google, y abogan por dar más libertad a los alumnos, Enkvist (Värmland, Suecia, 1947) defiende la necesidad de volver a una escuela donde primen la disciplina, el esfuerzo y la autoridad del maestro.
Su punto de vista cuestiona la escuela como una fábrica de alumnos en serie, que debe centrar sus esfuerzos en competir con otros centros educativos para ascender en las clasificaciones mundiales.
Sentada en la sala de su casa, Enkvist responde en español a las preguntas de la entrevistadora, sobre cómo deberían ser las escuelas, mientras le da pequeños sorbos a un jugo de fruta servido de una jarrita.
¿Cómo recuerda su escuela?
Era pública y tradicional. No tengo malos recuerdos. Quizás había algunas clases aburridas, pero así es a veces la vida. Los alumnos llegaban a su hora y no había conflictos con los profesores.
¿Cuál debe ser la finalidad de la enseñanza infantil?
Hoy en día tenemos una vida más fácil y queremos que nuestros hijos también la tengan. Pero la escuela tiene que ser consciente de que su tarea principal sigue siendo formar intelectualmente a los jóvenes. La escuela no puede ser una guardería, ni el profesor un psicólogo ni un trabajador social.
Un profesor puede ser muchas cosas a la vez, pero su tarea principal es darle una base intelectual a sus alumnos. Darle conocimientos a los jóvenes, prepararlos para el mercado laboral y proporcionarles una idea clara del orden social, porque la escuela es la primera institución con la que se encuentran los niños, por eso es importante que los niños vean que en las escuelas hay reglas, que el maestro es la autoridad y que hay que respetarlo tanto a él como a los compañeros.
¿La tecnología hace más complicada la vida escolar de la actualidad?
En la actualidad es más difícil controlar a los niños hiperestimulados por la tecnología. Siempre ha habido dificultades en el aprendizaje. Pero en el mundo de hoy existe una enorme cantidad de estímulos. El nuevo desafío es controlar el acceso al móvil y a la computadora para que los niños se concentren en las tareas escolares.
Las escuelas que prohíben el móvil hacen bien. Y en casa, los padres deben vigilar el tiempo de uso de la tecnología. Pero prohibir es muy complicado porque las prohibiciones suelen crear conflictos.
¿La escuela debería ser un lugar donde pasarlo bien?
La satisfacción de ir a la escuela debe estar vinculada al contenido de las clases: estar en una clase y que te cuenten algo que no sabías, es estimulante. Pero para entender algo nuevo es fundamental que el maestro nos enseñe también cómo comportarnos. Es imposible aprender bien si no hay orden en el aula. Esa es la base principal del entendimiento y del conocimiento.
¿Qué opina de la idea de aulas más cómodas, incluso de poner cojines para que los alumnos se sientan más a gusto?
Eso es engañar a los jóvenes. Para aprender a escribir, un niño tiene que sentarse bien, mirar hacia delante, tener papel y lápiz, y concentrarse… Aprender puede ser un placer sin necesidad de cojines, pero, insisto, requiere un esfuerzo y un trabajo. Hay que decírselo a los niños.
Algunos dicen que ya no hace falta memorizar porque todo está en Google...
Esa es otra falsedad. Google es un instrumento genial. Es de gran ayuda para los adultos, porque sabemos lo que buscamos. Pero para quien no sabe nada, Google no sirve de mucho.
Hay intelectuales que andan por ahí diciendo que estudiar geografía no les fue útil. Creo que se han olvidado de cómo y cuánto aprendieron en la escuela. Afirmar tales cosas es una falta de honradez para con los jóvenes. Y lleva a minusvalorar la importancia de la vida intelectual del alumno.
¿En qué consiste la nueva pedagogía que critica usted?
La nueva pedagogía le da mucha importancia a la socialización de los alumnos. En general, parece que se va a la escuela a hacer actividades sociales, no a trabajar ni a estudiar.
¿Se le da más énfasis a lo social que a lo intelectual.
Sí, y creo que es un error. Por una parte, los alumnos con más capacidades no desarrollan todo su potencial y, por otra parte, los que tienen una menor curiosidad natural por aprender no avanzan.
Además, muchos gustos son adquiridos, como la historia, la lectura o la música clásica. Al principio pueden resultar aburridos, pero, si alguien insiste para que tengamos una primera toma de contacto, es posible que acaben gustándonos. No obstante, muchos jóvenes eligen sin haber conocido y, claro, eligen lo fácil.
España es uno de los países que más horas dedican a los deberes escolares. La pregunta es, ¿sirven de algo? Cuando la jornada es muy
larga, no tiene sentido darle más deberes a los alumnos. Si un estudiante está cansado, ponerle más deberes no mejora su rendimiento.
De niña era usted una gran lectora. ¿Cómo despertar ese placer si un niño no está interesado?
Era una lectora compulsiva. Nadie tuvo que insistir para que cogiera un libro. Pero hay niños que lo necesitan. Quizás al principio hay que forzarles un poco, animarles para que se conviertan en lectores en sus momentos de ocio.
¿Cómo se hace eso desde la escuela?
Comprar buenos libros para la biblioteca y recomendar uno cada viernes. Un alumno puede contar lo que ha leído esa semana. Hacer pequeñas competiciones para ver quién ha leído más. Medir cómo aumenta su vocabulario.
Y explicar que la lectura les permitirá, cuando sean adultos, desenvolverse mejor. Si los alumnos empiezan a leer, casi todos van a descubrir que es un placer. Pero necesitan horas de lectura. Se calcula que en la mayoría de los países se dedican 400 horas en primaria al aprendizaje obtenido de la lectura. Pero para ser un buen lector hay que leer más. Y es imposible encontrar todo ese tiempo en clase. Tienen que hacerlo en casa. Lo que pueden y deben hacer los padres es leer con sus hijos: apoyar la lectura y servir ellos mismos de modelo.
¿Qué opina de la fobia a los exámenes?
En Finlandia no hay exámenes en la educación obligatoria ni los había antes de esa reforma que usted menciona. Hay que repensar sobre la fobia que muchos alumnos le tienen a los exámenes.
Un buen profesor enseña cosas a los alumnos, repasa con ellos y les pone algunas pruebas para saber hasta donde han avanzado en lo que se ha tratado de enseñarles. Es decir, no pone un examen sobre algo sin importancia. Los exámenes ayudan a tener una visión global sobre como validar lo aprendido por los alumnos.
En Finlandia no se compara tanto a los colegios, algo habitual en España. ¿Es así?
En Finlandia siguen con la tradición de confiar en sus profesores. Cuando hay un control estatal del rendimiento y se hacen comparaciones entre las escuelas, el ambiente se enrarece. Para los profesores, generan estrés y rencor hacia quien te controla.
¿Cómo debe ser un buen profesor?
Responsable y bien formado. Debe creer en el poder del conocimiento. Uno no es buen profesor solo por lo que sabe de la materia, ni solo porque sabe ganarse a los alumnos.
Hay que combinar ambos elementos: atraer a los alumnos a la materia para enseñarla adecuadamente. Hay que reclutar a profesores excelentes en los que puedan confiar alumnos, padres y autoridades.
¿Cómo ha sido su experiencia en el salón de clases?
El alumno tiene que respetar las indicaciones del profesor, hacer las tareas y, por ejemplo, no mentir. Antes, mentir era muy grave. Ahora parece que no pasa nada. He visto a jóvenes que se inventan motivos para justificar por qué no han hecho un trabajo, que escriben de forma poco legible para generar dudas o discuten todo el rato con los profesores. Sé lo desagradable que resulta que un alumno intente mentirte. Lo he visto en la escuela, en el instituto y en la universidad. Cuando un profesor siente que no se le respeta, que intentan engañarle, se rompe toda relación con la enseñanza.
¿Qué hacer con los niños que molestan y no dejan trabajar a los demás?
Eso es un tabú. Se considera poco democrático. Se dice que hay que dar una oportunidad a todos. Pero ¿qué pasa cuando un niño conflictivo no deja trabajar a los demás, cuando se ha hablado con él y con los padres pero no rectifica? Hay que ponerlo en un grupo aparte para a ver si así se da cuenta y cambia.
¿Y repetir curso?
Hacer repetir a un niño a veces sirve y a veces no, porque cada uno es diferente. A mí me gusta el sistema de Singapur, donde el lema es que cada niño pueda llegar a su nivel óptimo. Para ello hay diferentes formas de conseguirlo: una vía digamos normal y otra vía exprés. La segunda incluye más contenidos en menos tiempo. Algunos dicen que es menos democrático, pero yo creo, al revés, que es más democrático porque conviene al niño, a la familia y al Estado. Y hay menos abandono escolar, un problema mucho más grave.
¿No se aprende también por imitación? Es decir, ¿los adelantados pueden tirar de los que se quedan atrás?
Funciona cuando el grupo tiene de media un buen nivel y un buen profesor. Y si los que se tienen que integrar son pocos y quieren hacerlo. Si no, lo que suele pasar es que los que no quieren trabajar arrastran a los demás.
El bilingüismo que combina el inglés y el español prolifera en los colegios españoles. ¿Habría llevado a sus hijos a una de esas escuelas?
Primero, analizaría otras opciones. Aprender inglés está bien, pero hay que preguntarse qué dejamos de aprender de otras materias. Tengo dudas. Creo que se puede aprender bien inglés con algunas horas de clase sin sacrificar otros conocimientos, como por ejemplo las ciencias. En Suecia no se empieza con el inglés hasta los 9 o 10 años.
‘La escuela no puede ser vista como una guardería ni como un centro social, tiene que ser consciente de que su tarea principal es formar intelectualmente a los jóvenes’ Inger Enkvist