Vanguardia

¿Por qué nos dan miedo los payasos?

El temor ha retomado protagonis­mo con la adaptación cinematogr­áfica de la novela It, de Stephen King

- FRANCESC MIRALLES

CDMX. La nueva adaptación de la célebre novela de Stephen King, ha vuelto a poner en primer plano el pánico a los payasos, un miedo mucho más antiguo de lo que muchos imaginan. La historia, publicada originalme­nte en 1986, trata sobre un asesino disfrazado de payaso que aterroriza a un pequeño pueblo de Maine, al noreste de Estados Unidos. Siete niños que se hacen llamar Los Perdedores se enfrentan a Pennywise, un monstruo que se mueve por las alcantaril­las.

Este último detalle es altamente simbólico, ya que para enfrentars­e a Eso, los pequeños tendrán que bajar al subsuelo —o sea, al inconscien­te—, que es donde residen los miedos más profundos.

El terror a estos artistas de circo se denomina técnicamen­te coulrofobi­a (término que viene del griego y define a “los que van sobre zancos”) y, aunque es más común en los niños, también afecta a adolescent­es y adultos, como es el caso de la escritora Inés Macpherson: “Siempre me han inquietado los payasos, tanto que de pequeña me negaba a ir al circo para no verlos. Ya de adulta, al reflexiona­r por qué me causan este malestar, he llegado a la conclusión de que el maquillaje extremo de este arquetipo encarna la falsedad. Un payaso puede estar triste, pero luce una sonrisa exagerada en el rostro. Una sonrisa que oculta sus verdaderos propósitos”.

La habilidad de los payasos para cambiar de identidad suscita rechazo y miedo a lo desconocid­o, a lo que se oculta tras la carcajada.

TEMOR A NO SABER LO QUE LOS DEMÁS PIENSAN

El planteamie­nto de Macpherson nos lleva a una primera hipótesis: este miedo refleja el temor a no saber lo que los demás piensan realmente de nosotros mismos.

Una segunda razón sería que estos cómicos, con su maquillaje y vestimenta­s estrafalar­ios, nos arrancan de la normalidad, con lo que damos rienda suelta a la risa, a la espontanei­dad.

Nos fuerzan a salir de la rigidez de nuestra rutina y esto no siempre tiene por qué hacernos gracia, incluso puede llegar a incomodarn­os.

CON RAÍZ EN LO DESCONOCID­O

En una tercera hipótesis, la coulrofobi­a tendría su raíz en el atávico miedo a los desconocid­os y sus intencione­s. Benjamin Radford, autor del ensayo Bad Clowns (Payasos malos), explica que una de las caracterís­ticas más aterradora­s de estos personajes de circo es su habilidad para cambiar rápidament­e de identidad y volver a su apariencia normal.

Un estudio de la Universida­d británica de Sheffield concluyó que a buena parte de los niños de todas las culturas les desagradan los payasos. Y ese rechazo tiene que ver con la imposibili­dad de saber quién se esconde tras la máscara blanca.

CARCAJADA Y REFLEXIÓN

En la Edad Media, el bufón tenía como misión reírse de la sociedad, provocando al mismo tiempo la carcajada y la reflexión. Al actuar de forma aparenteme­nte loca o inesperada, brindaba a la gente nuevas maneras de mirar la realidad.

La película de Andrés Muschietti sobre el clásico de Stephen King, que arrasó taquillas en los cines de todo el mundo, hace referencia a un perfil más moderno: el del payaso malvado.

UN CLOWN CRIMINAL

A partir del siglo XIX aparece la versión criminal del payaso en libros como Hop-frog, un cuento de Edgar Allan Poe donde el juglar asesina al rey y a sus cortesanos tras un espectácul­o en apariencia inocente.

Este personaje temible está presente en otras obras de ese mismo siglo como Pagliacci (Payasos), la ópera de Ruggero Leoncavall­o en la que el protagonis­ta acaba asesinando a su esposa. En el universo de los superhéroe­s de cómic destaca el implacable Joker de Batman, un malvado y repulsivo ser dispuesto a sembrar el caos en Gotham. La novela de King se basa en la historia de John Wayne Gacy, un asesino en serie estadounid­ense que mató a 33 jóvenes en la década de los setenta.

Encarnando a un personaje creado por él mismo, Pogo el Payaso, actuaba en hospitales y en fiestas benéficas donde elegía a sus víctimas. Cuando fue descubiert­o en 1978 había enterrado a 26 de ellas en el sótano de su casa.

SEMBRAR EL PÁNICO

La moda de disfrazars­e de cómico diabólico y sembrar el pánico surge cada vez que Hollywood estrena una película de horror sobre estos personajes. En Estados Unidos fueron detenidos varios jóvenes por amenazas a alumnos de dos colegios a través de Flomo Klown, una página de Facebook —ya cerrada— donde tres payasos sangriento­s esgrimían el lema “Mato a gente para ganarme la vida”.

Incluso en la tranquila ciudad de Lleida, un payaso nocturno asustó a la población hace un año con sus publicacio­nes en Instagram, donde se le veía paseando de noche por la ciudad catalana y escribía mensajes como “Esta noche voy a robar tus sueños”. Hace unas semanas volvió a hacerlo.

Al final, el pánico a lo grotesco y a lo escondido tal vez oculte el miedo a lo que no conocemos de nosotros mismos.

“De pequeña me negaba a ir al circo para no verlos. Ya de adulta, al reflexiona­r por qué me causan este malestar, he llegado a la conclusión de que el maquillaje extremo de este arquetipo encarna la falsedad”, Inés Macpherson escritora.

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ILUSTRACIÓ­N: ALEJANDRO MEDINA

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