Vanguardia

Hablemos de Dios 66

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Cuentan los escritores de la Biblia que, en tiempos pasados, cuando usted oraba con fervor y pasión y sin dudar ni un ápice, Dios les contestaba inmediatam­ente sus oraciones y sí, le mandaba un ángel Le dije que era un tema escabroso, una discusión llamada precisamen­te bizantina. Esto de los ángeles es tema de nunca acabar y nunca estaremos de acuerdo en algo sencillo: ¿existen o no? Es como hablar del espíritu o de eso que llamamos alma. Eso que nos anima, el alma. Ese soplo, ese espíritu que nos insuflaron al nacer. ¿Lo insufló, los sopló Dios en cada uno de nosotros? Pues, si así lo hizo, entonces por qué no habríamos de tener nuestro propio Ángel de la guarda? De existir, claro.

El punto es el siguiente: dice la Biblia (si usted cree en ella, sea cristiano o católico, es lo mismo, es la misma Biblia) que Jesucristo, el Arcángel mayor, capitanea miríadas y miríadas de ángeles (1ª de Tesalonice­nses 4:16 y Apocalipsi­s 12:7), es decir, miles de millones de estos seres. Vaya, si hay tantos, ¿por qué no hemos visto uno o hemos capturado uno para nuestro solaz conocimien­to? Pues no, no es tan fácil hablar de este tipo de cosas armados solamente con la fe (en nombre de la fe, mire usted el desmadre que traen los hermanos musulmanes, no todos, en eso llamado Estado Islámico y sus ataques brutales, asesinando a todo mundo); amén de la fe, necesitamo­s que nos “gire la piedra”, como dice el chef Juan Ramón Cárdenas, necesitamo­s que la sesera nos funcione correctame­nte para discurrir acertadame­nte en nuestro mundo, donde los ángeles no nos van a rescatar de un puñado de leones hambriento­s, quienes al grito de ¡Alá es grande” cometen verdaderas masacres de inocentes.

Ahora bien, al parecer siempre ha habido millones y millones de ángeles, todos ellos “perfectos”, según leemos en Daniel 7:9 y 10. Cuentan los escritores de la Biblia que, en tiempos pasados, cuando usted oraba con fervor y pasión y sin dudar ni un ápice, Dios les contestaba inmediatam­ente sus oraciones y sí, le mandaba un ángel. Fue el caso del profeta Daniel (Daniel 9: 20-21) y, claro, fue varias veces el caso del maestro Jesucristo. Una de esas ocasiones lo cuenta Lucas 22:43, quien dice que Jehová envió a un ángel a fortalecer a Jesucristo en uno de varios episodios que éste tenía que salvar. Pero vaya, caray, era el mismísimo maestro de Nazaret, no cualquier tipo común y corriente como uno, pues éste tenía que cumplir con su alta encomienda de enseñar que la vida triunfa sobre la muerte, pero ¿y nosotros tristes mortales? El ángel, dice la Biblia, lo fortaleció tanto en el desierto como en el huerto de Getsemaní. No sé porque antes los ángeles eran de uso común y diario y hoy, ante las atrocidade­s en el mundo (no se diga México), todos estos no se presentan…

ESQUINA-BAJAN

Es intrascend­ente si yo creo o no creo en los ángeles. Lo que importa es su opinión, señor lector, pero entonces y de acuerdo con los anteriores ejemplos, los ángeles son intermedia­rios entre Dios y los hombres. Entre Dios mismo y Jesucristo. Entonces, ¿por qué los hermanos cristianos no aceptan que ciertos santos católicos pueden cumplir precisamen­te con esa función? Estos son: mensajeros, ayudadores, guardianes, conductore­s, ejecutores, protectore­s… y claro, están en el trono, junto a Dios. Lea usted

lo siguiente en Salmos 18: “Luego inclina los cielos y desciende, / las nubes debajo de sus pies./ Un querubín toma por carro y vuela, / elevado en las alas de los vientos”.

¡Ah!, sin duda, bello poema, como todos los salmos. Pero entonces ¿qué haremos si vemos un ángel, un querubín, un arcángel, un serafín…? ¿Cómo lo vamos a reconocer si éste es incorpóreo, es hálito, humo, energía, nada? Ahora bien, si Moisés, Daniel, Jesucristo vieron ángeles, pues entonces es creíble que también vio uno o varios… don Miguel de Cervantes Saavedra, quien lo dejó escrito en su inconmensu­rable “Don Quijote de la Mancha”. Lea el siguiente fragmento de la parte I del capítulo 31: “… que hay sabio destos que coge a un caballero andante durmiendo en su cama, y, sin saber cómo o en que manera, amanece otro día más de mil leguas de donde anocheció… “(Paleando en las sierras de Armenia de repente, llega en auxilio de un caballero en apuros y) asoma por acullá, encima de una nube o sobre un carro de fuego, otro caballero amigo suyo…”

Pues sí, lo más probable es que el caballero amigo suyo es un ángel, un arcángel que llega montado en un carro de fuego (nube) y combate del lado bueno de la existencia. ¿Lo leyó bien? No hay diferencia alguna entre Cervantes y los evangelist­as. De hecho, “Don Quijote de la Mancha” es otra Biblia para muchos lectores. O mejor, es nuestra segunda Biblia. O igual. Yo la verdad espero ver algún alado (¿tienen alas?) alguna vez en mi pálida existencia. ¿No lo veré? Pues seré como el 99.9 por ciento de la humanidad que nunca ha visto ni verá un ángel en su vida. Por cierto, ángeles, seres alados hay en todas las religiones. ¿Entonces sí existen?

LETRAS MINÚSCULAS

Tema de nunca acabar y reflexiona­r. Gracias por leerme.

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JESÚS R. CEDILLO

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