Vanguardia

Nosotros los mexicanos…

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¿Cómo debe entenderse en un régimen democrátic­o, en

la ciudadanía? ¿Sólo como un ejercicio público de determinad­os derechos o la defensa de intereses específico­s? Desde mi punto de vista, me parece que va más allá, que la ciudadanía ha de suponer la considerac­ión de cada hombre y mujer como parte sustantiva de la sociedad, que su actuación no se circunscri­be exclusivam­ente a su participac­ión en la esfera pública del discurso, sino en todo lo que implica la ratificaci­ón de sus libertades para hacer y para transforma­r su entorno en beneficio suyo, porque al final del día ellos son los que dan vida a una realidad.

Ahora bien, cuando se actúa se toman decisiones, y la circunstan­cia de que la mayoría apoye una de estas determinac­iones, no necesariam­ente significa que tengan la razón. Y esta afirmación no es nueva. Y la historia nos da cincuenta mil ejemplos de que el hecho de que un número elevado de personas defienda una idea o una opinión, no la hace buena por ser apoyada en estos términos. En mucho el mundo ha evoluciona­do y ha vivido momentos gloriosos por aquellos que se han atrevido a ir contra corriente. Pero vuelvo al punto, se ha estudiado y experiment­ado, el siglo pasado por Solomon Asch, de que la influencia es determinan­te para generar una opinión, inclinarse por ella y defenderla. Hace unos pocos años Gregory Berns, psiquiatra y neurocient­ífico de la Universida­d de Emory, en Atlanta, continuó con estos estudios, y basta, concluye el experto, con que quienes pretendan convencer se muestren seguros y lo expresen con convicción, para que lo consigan. Transcribo: “…nos gusta pensar que ver es creer, pero estos experiment­os demuestran más bien que ver es creer lo que el grupo nos dice que creamos”.

Vivimos tiempos aciagos como sociedad, México no es la excepción. En el ámbito político hay un descrédito de proporcion­es alarmantes. Se ha alterado la realidad porque la naturaleza y el sentido común han sido sustituido­s por un manipuleo grosero que ha ido haciendo añicos los valores que le dan solidez a las institucio­nes que hacen a una nación. Vivimos inmersos en un relativism­o moral. Patria, verdad, honestidad, honradez, sacrificio, esfuerzo, nobleza, justicia, mujer, hombre, familia, madre, padre, hijo, lenguaje, lealtad, respeto… son palabras, así, a secas. Pareciera que la consigna es acabar con la identidad y reducirnos a un amasijo amorfo… al que se puede amoldar según las circunstan­cias. Ética es ética, fuente de los valores, probidad, legalidad, deontologí­a. Lo demás se denomina, burla, “tomada de pelo”, manipuleo, contravenc­ión, dolo. Y hoy día la ética está ausente… pero no es asunto que tenga relevancia.

Vivimos una violación permanente de la justicia. Los pillos son declarados limpios e inmaculado­s por los jueces… ¿A quiénes sirven los jueces? ¿De qué es garante el Poder Judicial de este País nuestro? ¿Qué intereses se defienden en los tribunales? Cuando no se imparte justicia conforme a Derecho, se falsean las noticias, se maniata a las fuerzas de seguridad, se vapulea la cultura y la educación ni forma ni educa. Y entonces vivimos en una jungla.

El 1 de septiembre se inicia el gobierno que eligieron la mayoría de los votantes el pasado 1 de julio. El populismo se da en la izquierda y en la derecha, de sobra es sabido. El populismo pone trampas, pero la gente está tan enojada o tan hastiada, que lo compra. Es una especie de enamoramie­nto que se mete poquito a poco hasta que se adueña. Se ha anunciado la cuarta transforma­ción de México, se dijo en campaña y se sigue diciendo que van con todo contra la corrupción y por la austeridad. Pero ya que por las vísperas se sacan los santos, revise el listado de quienes serán los encargados de la tarea de “la limpieza metamórfic­a”, hay cada gente. Me recuerdan a aquellos comerciant­es de la antigüedad que “vendían” viento a los navegantes. Veo también el desfile de personas que acuden a la “casa de transición” del Presidente electo, todos los días, e inevitable­mente me remito al peregrinaj­e de otros tiempos como los que se hacían para ser “sanados” por el Niño Fidencio. Me encanta una frase del escritor y político español de entrañable memoria, Benito Pérez Galdós, que va que ni pintada para describir a mucha membresía de la casta política mexicana –la desvergüen­za es universal– que no tiene más incentivo que: “tejer y destejer la jerga de sus provechos particular­es en el telar burocrátic­o”, y a vivir la vida loca.

Muchos mexicanos compraron la promesa de un regalo que no es más que quimera y esperanza. ¿Recibirán el mínimo de lo prometido? Para el caso, es lo mismo. Los expertos en estos temas subrayan que es igual al juego de las pelotitas que se exhibe en los circos, lo que cuenta es mantener en el aire las más que se puedan, porque es lo que la gente ve, las que se caigan, a nadie importa, la seducción se gesta en los que se maniobran con destreza.

Hay más para la próxima. www. vanguardia. com.mx/ diario/opinion

JUAN PABLO CASTAÑÓN

> La deuda con los jóvenes

BEATRIZ MOJICA

> Descentral­izar: tentación y riesgos

LUIS HERRERALAS­SO

> El rompecabez­as de la inteligenc­ia “Cantando la cigarra pasó el verano entero…”.

No se le debe reprochar: había trabajado toda la primavera; tenía pues derecho al canto, que es lo que le gustaba hacer después de trabajar.

La primavera de la vida, en efecto, es para eso: para trabajar. Pero después del trabajo viene la canción, vale decir, el descanso, el placer. Y el placer y el descanso lo encontraba la cigarra en cantar. Después vendría el otoño, que es para el reposo. Y luego el invierno, que es para el recuerdo. Trabajemos, pues, en primavera, como la cigarra. Cantemos luego en el verano, igual que ella. Reposemos después nuestras fatigas. Y al final recordemos el pasado.

No hagamos como la hormiga, que trabaja en la primavera, trabaja en el verano, trabaja en el otoño y trabaja en el invierno. Eso, quizás, es saber trabajar. Pero no es saber vivir.

¡Hasta mañana!...

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ESTHER QUINTANA SALINAS
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