Vanguardia

El sendero del samurái

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Luis XIV pudo afirmar “El Estado soy yo” gracias a Julio Mazarino, quien salvó a Francia de la bancarrota. Mazarino no sólo saneó la política y libró de obstáculos el camino hacia el absolutism­o, también formó a Luis XIV en la práctica política. Publicado por la editorial Fondo de Cultura Económica, el volumen “Breviario de los Políticos” es la suma de los conocimien­tos que el discutido pero eficaz cardenal comunicó al “Rey sol”. Este tipo de consejos, reglas, aforismos y sentencias del avispado político se pueden igualar a las de Sun Tzu o Maquiavelo. Guía de perplejos en la influencia de la vida política y cotidiana, no hay desperdici­o en las sentencias del sabio francés, leamos algunas a vuela pluma.

“Evita encoleriza­rte demasiado pronto contra alguien, porque muy a menudo advertirás que te han inducido en error con falsos informes. Pero si en el intervalo te han abandonado a la cólera, las culpas recaerán sobre ti”. “Si te sientes ofendido, lo mejor es disimularl­o. Porque una discusión provoca otra, y ya no habrá paz entre vosotros. Quizá en caso de conflicto hubieras triunfado, pero esta victoria hubiera sido peor que una derrota porque entre tanto habrías suscitado no pocas animosidad­es contra ti”. Inicié con Julio Mazarino y luego nombré a dos clásicos que usted ya ha repasado: Sun Tzu (con su inconmensu­rable libro “El Arte de la Guerra”) y claro, Nicolás Maquiavelo, éste último más glosado que leído realmente. Pero hay otro teórico que en su libro “La Clase Política”, es una verdadera aplanadora de pensamient­o, nos clarifica eso llamado política y a sus protagonis­tas, es Gaetano Mosca.

Julio Mazarino nace el 14 de julio de 1602 en Pescina, Abruzos. Estudia con los jesuitas de Roma y en la Universida­d de Alcalá de Henares. Político avanzado, dueño del verbo y en ocasiones de la espada, sus consejos serían oídos por reyes y soberanos, princesas y reinas. Nombrado cardenal en 1641 y primer ministro en 1643. Mazarino escribiría lo siguiente en el Siglo 17 y no obstante, parecería escrito para la querella entre Ricardo Anaya y AMLO: “No caigas jamás, en palabra o en acto, en la obscenidad (cosa propia de los bufones), no imites a los pájaros y no lances gritos de animales”. “No bromees nunca sobre las cosas graves, ni sobre los defectos físicos o morales de alguien, porque éste quedaría de ello un amargo recuerdo”. Julio Mazarino aborda todo el esquema posible de la conducta y deberes de los políticos, va de las bromas a la estimación y la fama, de la prudencia al dinero y los honores. Mazarino apunta: “No concedas entrevista­s cuando tengas el ánimo ocupado en otra parte; te faltaría la atención”.

El anterior axioma, creo que usted lo ha notado, señor lector, nadie lo cumple a nivel estatal y menos a nivel nacional. Y es precisamen­te el yerro o recurrente­s tropiezos que está cometiendo el “virrey” nombrado por AMLO para Coahuila, Reyes Flores Hurtado, quien sin agenda ni voz propia, sólo se pronuncia en declaracio­nes para contestar o enmendar entuertos; es decir, pleitos de cantina, vaya. Sin sustancia alguna. Pronto abordaremo­s en este mismo espacio todo lo que este “virrey” ha dicho, cómo lo ha dicho y si estos dichos espetados por su lengua, tienen que ver con sus… actos.

Avanzamos. La obra de arte política más citada en la historia de la humanidad, “El Príncipe”, fue escrita en un ambiente de pobreza, tórrido y tabernario, entre los meses de julio a diciembre de 1513. La obra tiene más de 500 años y es el tratado más citado políticame­nte, que leído. Influyente al día de hoy, los 26 capítulos de “El Príncipe” siguen deslumbran­do y son columna vertebral en el arte de la guerra política. Es un libro clásico. Un clásico concebido y cebado en condicione­s oprobiosas y mínimas. Maquiavelo tenía 43 años cuando escribió este opúsculo de alcances infinitos. A los 58 años ya estaba muerto. El libro fue publicado cuatro años después de su muerte.

Y, caray, en este liminar ya me acabé el espacio al emocionarm­e contándole todo lo anterior y ya queda poco margen para deletrearl­e aquí lo que en verdad era el texto de hoy. Regresaré al tema, pero aquí voy: dentro de estos libros o tratados eternos que nos hablan sobre cómo ganar una guerra, cómo enfrentar una batalla, cómo llegar al poder y borrar del campo a nuestros enemigos (sean políticos o de todo tipo de pelaje), he dado con un volumen del cual tenía la ficha, pero ahora lo acabo de adquirir en una bien dotada librería de Guanajuato. Es el volumen “Hagakure. El Sendero del Samurái”. Recopilaci­ón de sentencias e historias antiguas de las cortes guerras de Japón, por parte de Yamamoto Tsunetomo. Caray, eran otros tiempos, otros imperios, otros honores y otra vida, muy diversa a esta que ahora se presenta ante nuestros almibarado­s ojos. Y es que usted lo sabe, se admira a este tipo de guerreros ancestrale­s, al samurái, porque para éstos, la vida es un desafío, sí, pero diario la viven para morir y es preferible la muerte con honra a una vida miserable, indigna o impura.

Aplique usted este código a los que cambian de partido político y saque ustedes sus conclusion­es. ¿Honor? Sí, los samuráis antiguos. www. vanguardia. com.mx/ diario/opinion > Romo: el enigmático sembrador de confianza

ARNOLDO KRAUS

> Adueñarse de la muerte

FRANCISCO VALDÉS UGALDE

> ¿Qué Estado queremos tener? Llega el viajero a Burgos y da descanso a su fatiga en la penumbra de su catedral.

Reina el silencio en el recinto. Apenas si se escucha el leve paso de la anciana que camina hacia el altar. Y sin embargo el peregrino cree oír sonoros gritos de batalla; galope de caballos; entrechoca­r de espadas… Como entre nubes ve pasar al Cid Campeador, que combate por un rey que lo combate; que lucha por una patria que todavía no existe, pero también por una fe que existe ya.

Ahí, entre los muros del majestuoso templo, el viajero siente la eternidad de España. En el camino de Santiago la sentirá también, y luego en la montaña astur donde empezó la Reconquist­a, y después en el Prado de Madrid, mirando el aire que pintó Velázquez.

Ahora el viajero está en su país, que es hijo de la España madre, y siente en lo más hondo de su ser esa raíz hispánica, igual que siente la raigambre indígena. De esa maternidad y esa paternidad se enorgullec­e por igual.

¡Hasta mañana!...

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JESÚS R. CEDILLO
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ROBERTO ROCK L.
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