Vanguardia

EN AVION Y EN METRO

- ÓSCAR TÉVEZ

Subirse a un avión ha pasado de ser una acción reservada para algunos privilegia­dos, a convertirs­e en un medio de transporte apto para todos los bolsillos. Y esto se lo debemos a las aerolíneas de bajo costo.

Esas empresas, surgidas a finales de los años ‘90s del siglo pasado, se han dedicado a reducir el tamaño de los asientos y el límite de peso permitido por equipaje, pero a cambio han permitido que el proletaria­do disfrute del sublime placer de volar.

Hoy, volar, en vez de viajar en autobús, está a la orden del día y las anécdotas de lo que ocurre en el aire se han vuelto cada vez más frecuentes. Aquí están algunas de ellas.

1 ATRAPADO EN EL BAÑO

Visto en un vuelo Barcelona-buenos Aires. Ana María, enfermera de 36 años: “En mitad de un vuelo a Buenos Aires comenzó a armarse revuelo frente a uno de los baños del avión. Un niño de cinco años que no paraba de llorar se había quedado encerrado. Ni sus padres ni los miembros de la tripulació­n fueron capaces de abrir la puerta. Salió hasta el copiloto a ver lo que ocurría. Mientras tanto, en mitad del caos, el niño cada vez lloraba con más fuerza. Al final una azafata apareció con una caja de herramient­as y entre varios lograron desmontar la puerta. Cuando el niño salió, todo el avión rompió en un aplauso épico. El niño seguía llorando, pero ahora aliviado y protegido en los brazos de su madre”.

2 ¿QUÉ DEMONIOS ES ESE OLOR?

Visto en un vuelo París-dublín. Rubén, abogado de 31 años: “El señor que iba sentado a mi lado decidió quitarse los zapatos y ponerse cómodo para dormir en cuanto despegara el avión. Pero su olor a ‘patas’ era tan desagradab­le que fui incapaz de aguantarlo sentado a su lado. Fui al baño y estuve caminando por el pasillo hasta que alguien con más valor que yo se quejó del olor en voz alta. Lo increíble es que la persona que se quejó estaba sentada tres filas más atrás del señor en cuestión, así que ya se podrá imaginar el olor que desprendía­n sus pies… Cuando volví al asiento, el señor ya se había despertado, pero ahora lo encontré hurgándose entre los dedos y cortándose las uñas de los pies. No sé como lo resistí. Estuve a punto de vomitar varias veces, hasta que aterrizamo­s”.

3 UN CADÁVER EN PRIMERA CLASE

Nueva York-barcelona. Irene, productora audiovisua­l de 27 años: “Era un vuelo nocturno y casi todo el mundo iba dormido. Como a mitad del trayecto me desperté con los susurros de las personas que tenía por delante de mi asiento. Un montón de azafatas y otros pasajeros se movían hacia el sitio de otro pasajero, que parecía estar claramente enfermo. En ese momento, viendo que la situación estaba controlada, no le di más importanci­a y volví a dormirme. Pero cuando me desperté el pasajero enfermo ya no estaba en su asiento. Al rato descubrí que le habían pasado a Primera Clase sin dar más explicacio­nes. Cuando aterrizamo­s no nos dejaron bajar del avión y tuvimos que esperar más de 40 minutos a que llegaran los médicos. El pasajero había muerto durante el vuelo y debía certificar­lo un facultativ­o antes de que el resto de pasajeros pudiéramos abandonar el avión”.

4 LA PASAJERA ASUSTADA

Vuelo Moscúmadri­d. Katia, desemplead­a de 28 años: “La chica que estaba sentada a mi lado, una completa desconocid­a, empezó a llorar desconsola­da justo cuando el avión estaba tomando impulso para despegar y, sin preguntar, me agarró la mano con tal fuerza que parecía que quería exprimirla como un limón. Una vez en el aire, me soltó la mano, se tomó una pastilla y ‘Si te vi no me acuerdo’… Ni siquiera se despidió al bajar del avión”.

5 LA OCTOGENARI­A DE LOS HUEVOS

Visto en un vuelo Madrid-boston por Mayra, gerente de una agencia de modelos de 31 años: “En un vuelo a Boston tuve de compañera a una octogenari­a alemana que no paraba de sacar huevos cocidos de su bolso para comérselos. Y como le parecía poco, cuando traían la comida, la devoraba y acto seguido miraba hacia los lados y se guardaba en el bolso los cubiertos, que en aquella época no eran plásticos sino de acero inoxidable. Nunca en mi vida había visto comer de esa manera”.

6 DESMADRE RUMBO A PUNTA CANA

Visto en un vuelo Madrid-punta Cana (República Dominicana) por Héctor, ingeniero de 45 años: “Era un viaje que incluía 100 adolescent­es que habían sido premiados en un sorteo por una marca muy famosa de licor.

Después de dos horas de vuelo empezaron a salir botellas de alcohol de no sé dónde. Y la cosa se desmadró: gente bailando, parejas tiradas en el piso de los pasillos... Luego todos se pusieron a saltar y el avión empezó a tambalears­e. Pocos vieron el peligro, ya que había mucha gente borracha. Salió toda la tripulació­n (que en parte había consentido el desmadre y amenazó con con volver a Madrid, si la gente no se calmaba. A partir de entonces, el viaje transcurri­ó más o menos de manera ordenada. Media hora antes de llegar a Punta Cana, otra vez salieron un montón de botellas de vino no se sabe de dónde. Menos mal que aterrizamo­s antes de que los jóvenes se volvieran a salir de control”.

7 RIACHUELO MALOLIENTE

Visto en un vuelo Roma-parís por Mikel, peluquero de 31 años: “En este vuelo, un chico se puso a vomitar en el piso del baño y comenzó a salir todo un riachuelo nauseabund­o hasta fuera. ¡Dos metros de vómito se extendiero­n

por el piso del avión!”.

8 LO VISTO EN EL METRO

¿Qué es lo más fuerte que ha visto en el metro? En este tipo de transporte son comunes los empujones y las carreras por conseguir asiento, pero lo que algunos pasajeros han presenciad­o lo supera todo.

9 TODA LA GENTE DORMIDA

Visto en el metro de Tokio por María, gestora turística de 35 años: “En los metros de otras ciudades había visto alguna gente dormir en el trayecto, pero en Tokio vi por primera vez a un vagón entero de gente dormida. Todos durmiendo en diferentes posiciones, apoyados en diferentes sitios, en silencio absoluto. Eso sí, todos sabían cuando el metro llegado su parada. Aún no me explico cómo”.

10 UN HÉROE ANDA SUELTO

Visto en el metro de Barcelona por Sonia, abogada de 37 años: “Yo tomaba siempre el metro para ir a trabajar por la mañana. Cierto día vi a un tipo grande, borracho, que al caminar no podía sostener el equilibrio. De repente se cae a las vías cuando solo quedan 30 segundos para la llegada del tren. Un chico a mi lado, sin pensárselo, se baja a las vías para auxiliar al borracho, lo mueve y los dos se meten en un hueco de las vías. Milagrosam­ente el tren pasa por unl lado de ellos. Los dos se quedan atrapados en el hueco. La gente no para de gritar. Al final, con algo de ayuda, los dos logran salir. El borracho no se enteró de lo sucedido. Y el chico se fue a trabajar como si nada. Increíble”.

11 AMOR EN LA ‘LÍNEA 1’

Metro de Barcelona. José, economista de 47 años: “Me novia me acababa de dejar. Llevaba varios días deprimido. Tomé la ‘Línea 1’ para ir al trabajo sumido en la lectura de un libro que acababa de comprar. Una chica entra y se sienta a mi lado. Va saboreando un chupa-pops. Me doy cuenta porque al sentarse me da un pequeño empujón y dejo de leer para mirarla. “Anda, te gusta la lectura. A mí también”, me dijo. Eso fue hace dos años. Hace un año tuvimos nuestro primer hijo”.

12 LOS CHICOS DE BERLÍN

Visto en el metro de Berlín por Juan Pablo, profesor de 52 años: “Vi una cosa inaudita en el metro de Berlín: mucha gente joven con una botella de cerveza en la mano o leyendo un libro, tranquilam­ente. Beber cerveza y leer. Tomo todos los días el metro en Madrid y eso no lo he visto nunca”.

13 TREINTA SEGUNDOS ANGUSTIOSO­S

Visto en el metro de Madrid por Roi, de 34 años: “Se subió un señor al metro de Madrid, dio los buenos días y contó a los pasajeros que era un padre de familia sin trabajo. A continuaci­ón, añadió: ‘Tengo una herida que me impide trabajar’. Dicho eso se sube la pernera del pantalón y veo que tiene unas gasas ensangrent­adas. Cuando se quitó las gasas… ¡Dios! Su pierna la tenía en carne viva. Hasta se manchó los dedos de sangre y se los limpió en el pantalón. En ese momento dijo: “Además de esto, soy seropositi­vo al VIH. Si alguien quisiera colaborar...”. Acto seguido extendió la mano y se puso a caminar por el vagón pidiendo dinero, cojeando, con la venda despegada. Creo que durante los 30 segundos que tardó en dar una vuelta por el vagón y abandonarl­o nadie respiró”.

14 EL VAGÓN DE LA HIGIENE PERSONAL

Visto en el metro de CDMX por Claudia, profesora de 43 años: “De camino al trabajo en la ‘Línea Tacubaya’ presencié cómo la mujer que estaba en el asiento de enfrente al mío se aflojaba la blusa para aplicarse desodorant­e en las axilas. Lo sorprenden­te es que no lo hizo a toda prisa ni de forma disimulada. Levantó primero un brazo, se aplicó desodorant­e con calma y a conciencia, y repitió el procedimie­nto con el otro brazo. Como si estuviese en el baño de su casa...”.

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Lo que algunas personas cuentan sobre los momentos divertidos, extraños, emotivos o desagradab­les, que han vivido en el aire y sobre los rieles citadinos
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