ESCARMENTAR EN CABEZA PROPIA
El Quijote II, 74
Un antiguo y conocido refrán español aconseja “escarmentar en cabeza ajena”, no precisamente en la propia, que es como en este caso lo enuncia Cervantes. El refrán español, como lo conocemos y decimos en México, está tomado de una anterior sentencia latina que hace referencia a “la ventura que es escarmentar en los males de otro”.
En la gran fábula cervantina, cuando por “melancolías y desabrimientos” al haber sido derrotado por el Caballero de la Blanca Luna, se verá obligado don Quijote a cumplir su palabra de dejar durante un año su condición de caballero andante y reducirse a ser un simple pastor, siente que se le acaba la vida. Pide entonces que acudan a su presencia los tres buenos amigos suyos: el cura, el bachiller Sansón Carrasco y maese Nicolás el barbero, a quienes dice:
“Dadme albricias, buenos señores, de que ya yo no soy don Quijote de la Mancha, sino Alonso Quijano, a quien mis costumbres me dieron renombre de Bueno. Ya soy enemigo de Amadís de Gaula y de toda la infinita caterva de su linaje; ya me son odiosas todas las historias profanas de la andante caballería; ya conozco mi necedad y el peligro en que me pusieron haberlas leído; ya, por misericordia de Dios, escarmentando en cabeza propia, las abomino”.
Como antecedente de este refrán, en el sentido en que lo enuncia Cervantes, se encontró una poesía escrita por él en 1577, cuando estuvo cautivo en Argel, en la que dice: “Y en mi propia cabeza el escarmiento”.
Lo cual significa que lo publicado en la segunda parte de El Quijote treinta y ocho años después fue una idea que ya antes había expresado, en sentido opuesto a lo dicho por el conocido refrán castellano. Pero el cual tiene sentido si, como se dice, el hombre pertenece a la especie que tropieza dos o más veces con la misma piedra. Ha de aprender por lo tanto a escarmentar en cabeza propia.